El centro neurálgico de la obsesión mamaria. Somos y existimos por el disfrute de unas buenas tetas naturales, grandes, medianas, pequeñas; con o sin leche...

Serie: Lactogénesis (24/62)

Y bien, de la mano de un compañero "IG" les dejo esta serie de 62 capítulos llamada "Lactogénesis". Con el tiempo se irán agregando los demás, así que por ahora, les dejo el primer capítulo.

ESCRITA POR TREKFIEND(1997/98), TRADUCIDA POR IG (2014)

LACTOGÉNESIS I: DE COMPRAS
Christine le dio una amplia sonrisa a la mujer parada frente a ella, y la mujer le devolvió la sonrisa amablemente. Bajó lentamente su mirada a lo largo de su cuerpo, notando sutiles detalles en los que normalmente no se fijaba. Comencemos por arriba, pensó. Me gusta lo que hizo con el pelo, un "peinado" que recordaba al de Barbra Streisand, más corto aunque del mismo color. Aún no tenía canas, ¡¡por Dios, pero si solo tenía 24 años!! 

Las cejas eran tal vez algo gruesas, nariz un poco larga, los ojos… ¡Para ya!, pensó para sí misma. Siempre viendo defectos. A ver, empecemos de nuevo, y sé “gentil”. ¿Dónde estábamos? OK – la cara: no la llamaría hermosísima, pero el espejo del closet no se ha roto ni nada parecido... ¡Hey! ¡¿Qué te dije?!, se reprendió de nuevo. Estaba satisfecha con lo que la naturaleza le había dado y el sexo opuesto había respondido bien. Había tenido bastantes novios en su vida, pero hacía ya tiempo… tal vez el estar aquí ayudaría un poco. Avoquémonos a eso, ¿de acuerdo? Bajó más su mirada para examinar el bikini que se estaba probando. Ya viene el verano y que lata con el melanoma. Tengo que broncear un poco esta piel más que blanca, pensó para sí. ¡Vaya!, ¡Ésto sí que me queda bien!

Los delgados tirantes del sujetador se movieron suavemente sobre sus bien definidas clavículas y por sobre un pequeño lunar sobre el pectoral izquierdo y sobre una marquita roja sobre el derecho para luego meterse en los dos triángulos de tela que volvían el traje apenas “decente”. Sus labios se curvearon al pensar cuán fácil había sido encontrar algo en su talla. Un común y corriente sujetador talla 34B; había muchos donde quiera. No tenía por qué quejarse, dijo para sí misma. Su vecina Sherri, al otro lado del pasillo debía pasarlas “negras” para encontrar prendas que le quedasen a sus enormes pechos.

Impulsivamente se quitó el sostén y se miró largo rato. Pueden ser sólo talla 34B, pero son “mis” 34Bs. Si se hiciera la “prueba del lápiz”, seguro la habría pasado. Sus pezones de rosa coralino aún apuntaban hacia arriba y hacia afuera. La gravedad se ha portado bien conmigo, pensó Chris. Si viviera en la Luna, ¿me vería igual en cuarenta años?

Cubrió sus pechos con las manos pero las retiró rápidamente. ¡Caray!, si que estaban sensibles hoy pensó, conforme un rápido pero tibio toque la recorría desde ellos hasta su entrepierna y sus pezones se irguieron en respuesta. Debe ser porque les estoy poniendo atención, se dijo. Se volvió a poner el sujetador y ajustó los tirantes detrás del cuello, pensando que sus pechos se levantarían hacia el frente, pero el efecto fue que se aplastaron y subieron hacia sus axilas.

Entornó sus ojos hacia arriba y aflojó algo los tirantes. Dio un paso atrás y terminó de mirarse en el espejo. Notó algún kilito extra en la cintura – nada de lo que no pudiera encargarse su aparato de ejercicio – si tan solo no le encantaran los helados Ben & Jerry's. Una ligera mirada de desaprobación cruzó su cara al ver algunos vellos púbicos asomarse por los lados del traje.

Si lo compro, necesitaré depilarme, pensó. ¡Carambas!, tal vez me depile todo; siempre me he preguntado qué se siente. No pensó en sus piernas. Pues el mismo Stairmaster las había esculpido en una mezcla perfecta de hueso, músculo y una pizca de grasa, solo la necesaria para hacerlas muy tersas.

Sus piernas y su firme trasero eran probablemente su mejor atractivo, pero estaba concentrada aún en sus pechos. La erección en sus pezones estaba apenas empezando a disminuir y notó con cierta satisfacción que casi no se notaban tras la tela. Bien, pensó, puedo tener frío en la playa y no “anunciarlo”. Un breve respiro y luego un ligero asentimiento. Se llevaría el traje. Fue una buena decisión porque la parte baja, lo notó cuando se la quitó, estaba ligeramente húmeda.

Salió por la puerta giratoria de la entrada principal del centro comercial y el sol vespertino de primavera la deslumbró. No había caminado ni diez metros cuando se dio cuenta de que había olvidado dónde había dejado el auto. Los estacionamientos son el dolor de mi existencia, pensó. ¿Qué pensarán los arqueólogos del futuro cuando los desentierren? Se quedó a la mitad del pasillo adyacente a la sección B, girando lentamente en redondo, buscando la puerta trasera abollada de su Subaru y que lo diferenciaba de los demás. Apretó el paquetito bajo su brazo, casi sin ponerle atención. Estaba tan absorta en la búsqueda que sólo una pequeña fracción de su mente escuchó el chirriar de unas llantas torturadas y el rugir de un motor. Apenas si completó el giro que estaba dando cuando el mundo explotó en una niebla roja.

Dolor, y de nuevo ese color rojo aclarándose. La consciencia le regresaba con frustrante lentitud, como si nadara desde el fondo de aguas muy profundas. ¿Por qué no se abren mis ojos? pensó Chris, pero las palabras se formaban tan lentamente dentro de su cabeza. Entonces un rayo de luz blanca se hizo más grande conforme sus renegados párpados finalmente obedecieron. Se disipó la niebla, dejando residuos a las orillas de su campo visual. Lo primero que enfocó fue un delgado tubo plástico que serpenteaba hacia arriba hasta llegar a una botella invertida dentro de la cual subía un flujo continuo de burbujas.

Lo reconoció al instante y entró en pánico. Suero, ¡estoy en un hospital!, ¿¡qué demonios!? Trató de levantarse y sólo logró que regresara la niebla rojiza y el dolor como el de una estaca clavada en la cabeza. Se detuvo para analizar su condición. Tenía la cabeza firmemente vendada; de hecho, cuando quiso tocar su cara solo sintió vendajes. No, solo la nariz y la mandíbula superior estaban cubiertas. La mandíbula inferior le dolía y la boca se sentía como si estuviera rellena de algodón. Levantó los brazos dentro de su campo visual y vio una férula en una mano. Tentativamente, movió los dedos de sus pies, movió las piernas y flexionó la espalda. Adoloridos pero no mucho. Su inventario personal fue interrumpido por la cara sonriente de un joven inclinado sobre ella. La súbita aparición la asustó y pegó un ligero respingo, lo que causó “lucecitas” en la parte trasera de sus ojos. Su garganta dejó escapar un quejido apagado.

"Lo siento mucho," dijo el doctor". No debería presentarme así. Sólo estoy haciendo mi ronda. Chris oyó el arrastrar de un banco conforme el médico se sentó junto a su cama. Se detuvo por un minuto, como poniendo en orden sus pensamientos, y sonrió de nuevo. OK. Muchas preguntas. Primero, estas en la habitación 223 del hospital Memorial Hospital. Yo soy el Dr. Frankenmuth. Es “-muth” y no “-stein”. Soy tu doctor. Parece que algún maniático que trataba de escapar de la seguridad del centro comercial con diez dólares en artículos robados trató de matarte en la plenitud del tu vida. Frankenmuth notó el miedo en el fondo de la Mirada de Chris y cambió el tono de inmediato. "Estás bastante maltrecha, pero hemos puesto todo en su lugar. Lo peor fue una lesión en la cabeza, el EEG indica que todo está normal aunque hubo algunas fracturas. Tuvimos que operar por el paladar para reparar los daños. Estarás aquí por dos semanas pero te recuperarás por completo. Te estamos dando analgésicos y sedantes. Estarás bien. Mis colegas y yo te estaremos revisando periódicamente; por ahora, sólo descansa.

Chris se sorprendió de lo sencillo que fue seguir ese consejo.


LACTOGENESIS II: El HOSPITAL
Los siguientes días fueron confuses para Christine. Los pasó durmiendo pero la despertaban constantemente para tomar muestras de sangre, de orina, etc. Parecía un desfile interminable de especialistas al lado de su cama, haciendo sus trucos y malabares; habían fisicoterapeutas, enfermeras, técnicos de rayos X, asesores, personal de limpieza. Conforme disminuía el dolor, Chris notó molestias menores, pues le habían puesto una sonda; el tubo le molestaba ligeramente la vulva. ¡Qué bien!, me duele la panocha por motivos equivocados. Las agujas del suero empezaban a irritarle las venas de los brazos y las costuras en la boca no le permitían comer sino una dieta muy suave. Le empezó a doler en el costado, donde el automóvil la había golpeado, pero al menos las chispitas se habían ido de su cabeza.

Finalmente llegó el día en que Chris tuvo el valor suficiente para levantarse de la cama y caminar débilmente hasta el espejo de cuerpo completo del baño. Tragó saliva ante el espectro vendado y con moretones en los ojos que la miraba de vuelta. ¡Por Dios!, pensó, la última vez que me miré en un espejo me estaba probando un traje de baño y ahora mírenme. Bueno, “a veces se gana y a veces se pierde”... y en ese momento desató los tirantes de la bata de hospital y la dejó caer al suelo. Se alegró de ver lo que vió. Un gran moretón cubría la mayor parte de la cadera derecha, pero estaba ya amarilla en las orillas y empezando a desvanecerse. No había ninguna otra contusión. El kilito extra se había ido – no había nada mejor que el no poder comer para hacerlo a uno perder peso. Cuando sus ojos se fijaron en sus pechos, se abrieron de par en par. Ella esperaba verlos más pequeños en proporción a la pérdida de peso pero al contrario, se veían ¡más grandes! Conforme se iba dando cuenta de ello, también los notó más pesados y tibios.

Éstos no pueden ser míos, pensó. Los pezones estaban más gruesos y las aréolas algo más obscuras. También se podían medio ver algunas venas debajo de la piel, la cual parecía casi translúcida. Están preciosos, pero ¿cómo?...   Estaba ensimismada cuando oyó el ruido de la puerta al abrirse. Cerró los ojos con fuerza y sintió sonrojarse intensamente. No podía cubrirse y aún le dolía bastante como para moverse rápidamente, así que esa no era una buena idea. De forma que se quedó de pie, delante del espejo, completamente desnuda y sujetando el soporte del suero y con una sonda en medio de sus piernas al tiempo en que el Dr. Frankenmuth entró en la habitación. Sintió morirse de vergüenza pero al Dr. Frankenmuth pareció no molestarle en nada su desnudez   "Si ya puedes ir al sanitario sola entonces no necesitarás más esa sonda", dijo con un movimiento aprobatorio. "Vuelve a la cama y lo retiraré." Chris intentó recoger la bata del suelo y emitió un quejido cuando su cadera le recordó que aún estaba lastimada. El Dr. Frankenmuth se limitó a sonreir. "Créeme, he visto cada centímetro de tu cuerpo, pero si la quieres..." e hizo el intento de recogerla.

"No, está bien ", dijo Chris, con una voz grave por la hinchazón en la boca. Se sorprendió por haber dicho eso.  Tal vez era la emoción residual de haber visto su nuevo cuerpo desnudo lo que causó su completa falta de modestia. Se dirigió a la cama y con movimientos torpes se sentó en la orilla. Frankenmuth se puso unos guantes esterilizados y tomó el equipo necesario de un gabinete cercano.

"Puede que sientas un poco de presión, tal vez una ligera molestia. Trataré de hacerlo rápido."
Frankenmuth ajustó el banco y lo acercó junto a la cama, luego se sentó. Chris se dió cuenta de que un hombre bien parecido estaba sentado con la cara a centímetros de su desnuda femineidad y más que una situación vergonzosa, la encontró excitante. Esto es ridículo, se dijo a sí misma. Estoy tan maltratada que casi no me puedo mover, tengo un tubo en mi “meadero” ¡y me estoy excitando!, esto está tomando más tiempo de lo que pensé. Notó que se estaba dejando llevar por las sensaciones conforme los dedos enguantados del Dr. Frankenmuth suavemente separaron sus labios mayores. Chris sintió cosquillas en la parte interna de sus muslos con este toque y un suave pero placentero dolorcillo en el abdomen. Lenta y suavemente, el doctor empezó a jalar la sonda. Para cuando terminó los labios de Chris estaban cubiertos con sus dulces jugos, sus ojos estaban medio cerrados y sus pezones sobresalían por completo por más de un centímetro de las aréolas. Pero ¿qué me está pasando?, pensó Chris para sí. Miró al Dr. Frankenmuth y notó que su sonrisa había cambiado de alguna forma. Acaso puede ver lo excitada que estoy? Obtuvo respuesta tan sólo unos segundos después, al moverse el pulgar del doctor hacia arriba para acariciarle el clítoris, el cual estaba de un rojo intenso y brillante. Chris respiró hondo y súbitamente. Sus caderas se deslizaron velozmente hacia adelante (sin dolor, de acuerdo a un poquito de conciencia), sus muslos empezaron a temblar y llegó un orgasmo muy fuerte... y voluminoso. Entre el relampagueante brillo de su orgasmo, Chris se sorprendió al ver saltar una verdadera fuente de fluidos desde su vulva, cubrir la mano del doctor y salpicar por completo el frente de su bata. Frankenmuth emitió un ruido sin palabras por la sorpresa e hizo saltar el banco hacia atrás un buen trecho. Chris estaba en shock por el que había sido, hasta ahora, el orgasmo más intenso de su vida.

"Por Dios, doctor, yo...." Las palabras le fallaron al momento en que juntó fuertemente las piernas.

"No, está bien, no hay problema," dijo el Dr. Frankenmuth mientras miraba la mancha en su bata.

"He escuchado acerca de la eyaculación femenina, por supuesto, pero tengo que reconocer que esto es lo más sorprendente que jamás he visto".

"No me entiende doctor, normalmente no hago ésto. Nunca antes me había sucedido. Estoy, estoy algo asustada." Chris se cubrió con las sábanas sin importarle que una parte de ellas estuviera mojada por completo.

Para ser alguien que recién le ha suministrado un increíble orgasmo a un paciente, el Dr. Frankenmuth tuvo a capacidad de recuperar rápidamente su porte profesional. "No te sientas mal, dijo cabalmente. "Puede que averigüemos que está sucediendo. ¿Siempre llegas al orgasmo así de rápido?"

"No. Algunas veces ni siquiera lo alcanzo. Cuando lo hago, normalmente toma un poco de tiempo. Y “nunca” me mojo así. Doctor, hay otras cosas que debe saber."  Le contó al doctor sobre los cambios que había notado en sus pechos.

Frankenmuth se rascó la barbilla. "¿Sabes?, creo que hare que te revise un endocrinólogo. Hay probabilidades de que el golpe en la cabeza te haya dado algunos beneficios algo extraños." Se levantó y se encaminó a la puerta, entonces se dio cuenta de su apariencia. Se quitó los guantes, se quitó la bata y la enrolló debajo del brazo, entonces sonrió de nuevo. Esta vez tenía un brillo en el ojo cuando salió. Chris se sentó en la cama, aún incapaz de comprender lo que sucedía. No habían pasado diez minutos cuando se atrevió a mirarse en el espejo de la puerta, en ese increíblemente corto lapso de tiempo había experimentado un placer sexual como nunca antes lo había tenido. No sé qué me pasa, pensó, pero creo que me gusta. Me gustaría saber qué otras sorpresas me depara el horizonte. Pensamientos alocados empezaron a revolotearle por la cabeza conforme se puso de nuevo la bata y tocó el timbre de la enfermería. Necesitaba sábanas limpias.


LACTOGENESIS III: LA ENDOCRINÓLOGA
Chris se sentó en la oficina de la endocrinóloga, mirando impacientemente como la Dra. Ellis ("llámame Sheila", le había dicho) escrutaba un impresionante montón de hojas con resultados de laboratorio. Durante las dos semanas desde que había salido del hospital, había estado aquí tres veces, cada una de ellas sometiéndose a lo que creía una cantidad muy poco ordinaria de pruebas de sangre y pasando por  análisis microscópicos de su ahora y por ahora cambiante cuerpo. Durante esas veces Chris había pensado que el Dr. Frankenmuth había tenido formas de ser mucho más suaves – o podría haber sido porque Frankenmuth era hombre.

 Chris pensó acerca de esas dos semanas. Recordó el estarse vistiendo el día de su salida del hospital. Era su primera vez en ropa de calle en casi un mes. Sus ropas del día del accidente, por supuesto, estaban por completo deshechas, pero su vecina Sherri le había pasado por su casa para traerle ropa. Chris se había puesto las pantaletas y se había carcajeado con el resultado. Estaba aún delgada por la pérdida de peso, de forma que las pantaletas le quedaban grandes, pero el sujetador era ridículamente pequeño. Había revisado la etiqueta: bien segura, era 34B. Sus pechos para entonces habían crecido a 36C, por lo que se olvidó del sujetador durante el regreso a casa. No lo había hecho en mucho tiempo y lo recordó por sentir de la tela de su blusa rozando sus pezones al moverse. Para cuando había llegado a casa, estaban tan firmes y sensibles que le dolían, y seguro que tenía que cambiarse esas pantaletas tan grandes.

Ese primer día en casa había sido una orgía de una sola mujer. Consumida por la curiosidad sobre si el inundante orgasmo a manos del Dr. Frankenmuth había sido tan sólo un evento aislado, Chris no pudo esperar sino llegar a la privacidad de su propio apartamento para averiguarlo por sí misma. Había pensado sobre eso en el hospital, pero temía que alguien llegase por otra muestra de sangre y la pescara en el acto. No había si quiera desempacado la maleta y ya estaba camino a la recámara, quitándose la ropa y yendo derecho al buró donde justo y seguramente estaba el vibrador donde lo había dejado.

Era uno de esos vibradores para el punto G en los que, el doblez en la punta, diseñado para llegar hasta ese mágico lugar dentro de la vagina. Recordó que se sentía mejor que los modelos estándar con forma de bala, pero nunca había logrado nada parecido al tsunami que había sucedido en la habitación del hospital. Tal vez eso cambiaría.

Se acostó sobre la cama y cerró los ojos. Sintió la tibieza y el peso de sus pechos al presionar sobre su caja torácica. No se habían separado mucho, o no al menos como lo hacían antes. No sólo estaban creciendo, sino que se estaban poniendo más firmes. Rozó sus pezones con las puntas de sus dedos, los que medían ahora dos centímetros y tenían el grosor de su dedo meñique. Una sensación de agujas se expandió desde la punta de sus pechos por su abdomen hasta su vulva. Impulsívamente pellizcó sus pezones con el pulgar  y anular y tiró de ellos. La sensación se intensificó y pudo sentí como su vagina se humedecía. Empezó a masajear, sobar y apretar sus pechos. Se sorprendió con lo que sintió – la carne no se sentía como estaba acostumbrada y eso la excitaba en una forma increíble. Volvió a acariciar sus pezones, trazando círculos lentamente alrededor de las aréolas color vino tinto (habían continuado obscureciéndose durante su estadía en el hospital). Podía sentir sus caderas subir y bajar a su voluntad, de manera que juntó fuertemente sus piernas para intensificar la lenta quemazón que estaba empezando a surtir efecto en su clítoris. Tiró tan fuerte sus pezones que sus pechos se levantaron de su lugar y eso la puso al límite. Una ola de éxtasis recorrió todo su cuerpo y era seguro, las compuertas se abrieron. Sus piernas estaban juntas tan fuertemente que sus jugos vaginales salieron disparados hacia arriba y cayeron sobre el colchón. Abrió los ojos para encontrarse con que todo por debajo de su ombligo estaba escurriendo. Extrañamente, sus dedos también lo estaban. Miró   en dirección a sus pechos y se sorprendió al ver un liquido amarillento fluir lentamente de sus aún erectos pezones. Sin embargo, el gusto sobrepasó a la sorpresa. Había llegado al éxtasis sin haber tocado su clitoris. Ésto “era” realmente inusual para ella y ese “inundante” orgasmo no era, después de todo,  un evento aislado. De alguna forma ella era ahora capaz de eyacular. Chris recordó el haber visto una película porno estelarizada por una actriz llamada Fallon, quien lanzaba sus jugos vaginales y recordaba cómo estaba convencida de que eran solo orines. Ahora lo entendía mejor.

Pero la sesión no había terminado ahí, pues no había siquiera tocado el vibrador. Chris lo encendió y lo guió lentamente a lo largo de su cintura y por los lados interiores de sus muslos, sintiendo mezclarse las vibraciones con el temblar de sus músculos. Encontró su clítoris y presionó el vibrador por encima de la piel. Repentínamente sintió la increíble urgencia de tenerlo dentro. Separó sus piernas y de un sólo movimiento lo insertó hasta el mango en su completamente inundada vagina. El doblez en la punta estaba hacia arriba y Chris sintió cómo se restregaba contra un área inflamada muy dentro de su vagina. El orgasmo llegó casi de inmediato y con más fuerza que antes.

Sintió el salpicar de un liquido caliente contra sus pantorillas mientras duraba la éxtasis. Cuando se relajó, vio que el fluido de sus alargados pezones había corrido hasta sus axilas y que la colcha y las sábanas estaban mojadas hasta los pies. Perdida entre las maravillas de los fantásticos y aún inexplicables cambios que su cuerpo había sufrido, Chris se masturbó hora tras hora durante ese día, eventualmente perdiendo la cuenta de sus orgasmos, cada uno de los cuales  producía líquido tanto arriba como abajo cada vez en menores cantidades hasta que finalmente quedó exhausta y muy sedienta.

Esas dos semanas numerosas repeticiones de estas actividades. Chris estaba completamente embebida en descubrir su nuevo cuerpo, el cual había seguido cambiando. Se tornó más esbelta; su piel, flácida por la pérdida de peso, se enjutó sobre un abdomen ahora tan plano como un lavadero de ropa. Sus caderas estaban mejor definidas y su vello púbico había proliferado considerablemente, al grado que decidió depilarlo por completo. “Eso” había sido toda una nueva experiencia, pues ella apenas y había logrado contenerse de estimularse con sus manos temblorosas.  La sola vista de su despoblado pubis la excitaba tanto había tenido tres orgasmos seguidos con la más leves caricias. Para entonces, había puesto un lienzo plastificado sobre la cama. Sus pechos siguieron cambiando, pues ahora secretaban ese líquido amarillento más seguido y no sólo durante el orgasmo.  También siguieron creciendo y reafirmándose.

Chris tuvo que ir dos veces a la tienda de lencería por sujetadores nuevos cada vez que le quedaban chicos hasta que finalmente llegó a ser talla 38D, y aún así tenía que usarlos en los últimos broches y las copas parecían desbordarse.

Sus pensamientos volvieron al presente, porque Sheila había terminado de examinar los resultados de laboratorio y la estaba mirando.


LACTOGÉNESIS IV: EL INICIO
"Este realmente ha sido un caso fascinante para mí," dijo la Dra. Sheila Ellis con asombro genuino mientras miraba a Chris al otro lado de su escritorio. "Las dos sabemos que nunca has tenido un bebé y, si no lo supiera con certeza, juraría que tu química sanguínea es de una mujer post parto. " Con el entusiasmo de un medico recién graduado, se lanzó en una larga perorata que incluía frases como “Esta va a ser una excelente investigación”. Chris escuchó palabras como prolactina, alfa-lactalbúmina, progesterona, hipotálamo, lactogénesis, Oxitocina y muchas otras más. "Tu cuerpo cree que debe prepararse para alimentar un bebé," dijo Sheila. Chris estaba empezando a impacientarse, había escuchado muchos “cómos” y ahora quería saber los “porqués”.

"Lo más exacto que podemos intuir es que algo le pasó a tu glándula pituitaria como resultado del accidente. Parte de la cirugía que te hicieron fue en esa área de tu cabeza y, aunque la pituitaria está muy adentro, es posible que un trozo de hueso o algún otro trauma haya perturbado las conexiones neuroquímicas entre tu pituitaria y el resto de tu cuerpo. Tus hormonas se han vuelto locas y es lo que ha provocado los cambios en ti. Crecimiento de los senos y del tejido vascular, cambio en la pigmentación de las aréolas y los  pezones, secreción de calostro – ese líquido amarillento que sale de tus pechos -- niveles elevados de serum prolactina... todo ello es consistente con la etapa I de la lactogénesis. Tus pechos han sufrido una proliferación tremenda de alveolos secretores, túbulos lactíferos y células mioepiteliales...."

Si, si, todo está en griego para mí, dijo Chris para sus adentros. Me gustaría que terminara con todas esas tonterías científicas. Entonces, empezó a moverse de un lado a otro en la silla, se sentía cada vez más incómoda. Había notado un ligero dolor en sus pechos cuando llegó a la oficina de Sheila, y había estado empeorando continuamente. Ahora era dolor de verdad, sus pechos se sentían más grandes que nunca (si es que eso era posible) y empezó a sentir como si su brassiere fuera a reventar. Esto era nuevo y desconcertante a la vez.

Sheila estaba a la mitad de la explicación sobre cómo los cambios hormonales de Chris habían también causado la proliferación del crecimiento celular en el punto de Grafenberg, en cual era responsable de sus eyaculaciones, cuando notó que Chris encogía los hombros y se quejaba calladamente. "¿Te pasa algo?" le preguntó.

 "No estoy segura, de repente me empezaron a doler mucho los pechos."
 "Mirémoslos."

Chris rápidamente se quitó la blusa y se desabrochó el sujetador. Sus pechos saltaron libres de su confinamiento pero casi no se movieron hacia abajo al quitarles el soporte. Le parecían gigantescos – ¿realmente pude alguna vez ser talla 34B? pensó para sí. La piel estaba muy estirada y las venas debajo parecían de un azul violáceo. Las aréolas estaban resaltadas y tenían pequeños rastros de calostro sobre ellas. Los pezones, ahora expuestos al frío aire de la oficina, se irguieron por completo. Sus tetas se sentían pesadas y calientes, y lo más importante, le dolían.

Sheila rodeó el escritorio y pasó la mano con delicadeza por un lado del pecho de Chris. Sintió el calor, vio la distensión y supo de inmediato qué estaba ocurriendo. "Estás congestionada, querida”. Te ha subido la leche."

Chris no se sorprendió al escuchar eso; se sentía llena. Todo lo que ahora quería saber era como sacarla. A pesar del dolor, sintió algo conocido en su entrepierna. Había sido divertido el ver el calostro escurrir de sus pechos durante sus juegos sexuales, pero ahora iba a ser capaz de expulsar líquido de sus pechos de la misma forma en que lo hacía de su vagina. Voy a ser una fuente humana, pensó. Miró a Sheila, quien estaba mirando fijamente, casi hechizada, sus pechos. Pasados algunos segundos, Sheila miró a Chris a los ojos y vio en ellos una pregunta, "¿Qué hago?

Sheila se volvió a su escritorio y tomó una taza vacía. "No tengo una bomba para pecho en la oficina; tendrás que comprar una camino a casa. Podemos extraer algo de leche, la suficiente para aliviarte de la congestión. Toma." Con ésto le pasó a Chris la taza. Chris se inclinó un poco hacia adelante, puso la orilla de la taza debajo del pezón henchido y apretó. No pasó nada. Intentó de nuevo con el otro pecho obteniendo el mismo resultado. ¡Vaya!, pensó, creí que estaría lanzando chorros de leche en este momento.

Sheila la observó por algunos segundos, entonces parpadeó y dijo "Lo siento. Olvidé que no tendrías idea sobre cómo hacer esto. Déjame ayudarte; es más sencillo si…” y caminó por detrás de la silla de Chris. Sheila pasó su mano por el frente de Chris y cubrió el pecho derecho. Su mano era muy pequeña para abarcarlo todo, por lo que la movió un poco hacia adelante hasta que sus dedos formaron una “C” alrededor de la aréola de cinco centímetros de Chris, quien cerró los ojos e involuntariamente echó la cabeza hacia atrás. La mano fría de Sheila sobre su pecho se sentía muy bien. "Ahora, sostén la taza hacia arriba," dijo Sheila mientras presionaba el pulgar y sus dos primeros dedos hacia el pecho de Chris y los giraba hacia adelante sobre la aréola. Salieron unas gotitas de líquido color azul blanquecino del pezón de Chris, tan firme como un hermoso diamante. Sheila repitió el movimiento y esta vez las gotitas se convirtieron en un débil chorrito. Una vez más y esta vez salieron dos chorritos.

Chris estaba dejándose llevar por la sensación de la mano de Sheila sobre su pecho. Los movimientos de extracción que le aplicaba se parecían mucho a los tirones que tanto le gustaban al masturbarse. A través de sus labios medio abiertos dijo "Algo pasa." Y sí que estaba pasando. Por entre el calor y la pesadez de sus pechos, Chris pudo sentir un nuevo tipo de tibieza, una quemante y placentera sensación que empezaba alto, arriba, cerca de sus costillas y se esparcía hacia abajo hacia sus pezones en una deliciosa hinchazón. En segundos, sintió como si fuera a explotar. Sus labios formaron una "O" y exhaló  una dulce mezcla entre grito/suspiro suave y largo.

En ese momento, sus pechos hicieron erupción. Al menos media docena de chorritos, tan delgados como una aguja, brotaron de cada henchido pezón y formando un arco volaron por el aire, yendo a caer por todo el escritorio de Sheila. Sheila inmediatamente retiró su mano del pecho de Chris, pero el torrente continuó inacabable. Chris, completamente extasiada por el sentimiento de soltar su leche, inconscientemente llevó sus manos hasta sus chorreantes pechos, los tomó y empezó a imitar los movimientos hechos por la Dra. Ellis. Los chorros de leche se renovaron doblemente, parecían litros lanzados hacia el frente. Sheila trató de atrapar tanto como pudo en la taza sin mucho éxito, por lo que finalmente se sentó en su silla y miró maravillada el espectáculo frente a ella. Chris lanzaba chorros y gritaba de placer una y otra vez  por lo que parecieron largos minutos hasta que la intensa presión disminuyó y pudo por fin controlarse. ¿Había tenido un orgasmo?

Estaba en un sopor por lo intenso y nuevo de la experiencia que no estaba segura. Cuando finalmente abrió los ojos y se sentó, tragó saliva. Parecía haber charcos de leche por todas partes. Sheila estaba limpiando la carpeta con los resultados de los análisis de Chris y moviendo de un lado a otro la cabeza de incredulidad. "Ese fue el reflejo de eyección más sorprendente que jamás he visto. Debes haber alcanzado los tres metros." La buena doctora se estaba saliendo de lo profesional. ¿Estaba acaso respirando profundamente? Se preguntó Chris al tiempo que trataba de abrocharse el sujetador. Sheila se alisó el frente de su bata blanca (la cual tenía pequeños puntitos de humedad sobre ella), pasó saliva calladamente y dijo: “ Creo que has pasado completamente la etapa II y estás en plena producción."


LACTOGENESIS V: LA DECISIÓN
La Dra. Ellis tomó un Kleenex y limpió su silla, murmuró algo sobre cuánto le tomaría limpiar todo ésto, se sentó, cruzó los brazos y dijo en tono serio. “Necesitamos discutir cómo quieres manejar la situación”.

A Christine no le gusto el tono de su voz e instantáneamente su cerebro empezó a pensar muy rápido. Tiene razón, pensó. ¿Qué voy a hacer con ésto? ¿ Acaso voy a hacer un desastre dondequiera que vaya?, ¿chorreando leche como una vaca lechera?, y ¿qué pasará si estoy de viaje, o en una cita, en una tienda? y,… ¿cuál fue el término que usó Sheila?..."subida de la leche" o algo así?, ¿Estaré congestionada todo el tiempo?, ¿tengo que usar esos horribles sostenes de lactancia?, ¿tendré que lavar todo el tiempo manchas de leche de mis blusas? y ¿qué van a pensar los hombres sobre esto?

Al mismo tiempo, otra parte de ella casi entró en pánico. Ellis está por sugerir algo como otra cirugía para corregir ésto o terapia hormonal. Recordó a una amiga suya que había sido tratada con terapia hormonal para curar una endometriosis. Los medicamentos habían cambiado por completo su personalidad, transformándola de una agradable mujer a un inaguantable y chillón manojo de nervios. Chris se estremeció ante el temor de convertirse en algo parecido. Su cuerpo estaba bastante zarandeado y no quería que Sheila o nadie más tratase de “arreglar” el problema. ¿Y realmente quería tener su antiguo cuerpo? Sin duda, cuando la leche se secara, sus pechos volverían a ser talla 34B, tal vez menos; estarían fláccidos, caídos y llenos de estrías. Las calorías que ahora usaría para producir leche se depositarían de nuevo en sus caderas y sería de nuevo una esclava de su Stairmaster. Por otro lado, las incubadoras en los hospitales necesitaban leche materna y tal vez podría donar la suya; por último, ¡maldición!, se dio cuenta que le gustaba, ¡realmente le gustaba!

Desde que empezó su transformación, el grado de satisfacción sexual se había multiplicado en órdenes de magnitud a lo que había sentido anteriormente – sonrió para sus adentros cuando se dio cuenta de ésto a pesar de que no había tenido relaciones en meses. Sus orgasmos eran más intensos, frecuentes y si, múltiples. Estaba empezando también a ser más abierta sexualmente consigo misma – ¿se habría depilado el vello púbico por mero capricho hace un año? No, se respondió. Ser capaz de producir leche materna y eyacular durante el orgasmo le hacían sentir como si hubiera alcanzado un nivel superior de desarrollo físico y sexual – casi como si hubiese estado latente todos estos años y hasta ahora se hubiera convertido en un ser sexual completamente funcional. Después de todo, ¿no estaban diseñadas las tetas para producir leche materna?

La eyaculación, los chorreos y los escurrimientos eran una exquisita forma de secreción para ella – se sentía mucho más compenetrada ahora que con todo lo que había experimentado anteriormente. También le gustaba su reflejo en el espejo; la sensación de sus nuevos pechos, un pubis terso y suave, además de una “panocha” con nuevos talentos. Estaba segura que la mayoría de los hombres literalmente matarían por una noche con una mujer que pudiera hacer las cosas que ella hacía. Por otra parte, ¿no había leído en algún lado que los pechos lactantes tienen menos riesgo de desarrollar cáncer que los que no lo hacen? Se decidió rápidamente: Continuaría con la lactancia por tanto tiempo como su extraordinaria glándula pituitaria y sus glándulas mamarias se lo permitieran.

Lo que Sheila dijo a continuación hizo preguntarse a Chris si es que podía leer la mente. “Me rehuso a recomendar alguna medida invasiva en esta etapa” dijo, “es posible que la pituitaria se encuentre de algún modo dañada – podemos hacer una resonancia magnética para estar seguros –pero la cirugía en esa área es riesgosa y hay más probabilidades de causar daño que lograr la cura." Sheila hizo una pausa por unos segundos y continuó. "Los obstetras han recetado, desde hace décadas, medicamentos para secar la leche, como la bromocriptina, a las madres que no desean amamantar, pero algunos estudios indican que pueden ser dañinos y la FDA recientemente ha prohibido su uso con ese propósito. Entonces, sólo nos queda una tercera opción, el no hacer nada. Normalmente, si una mujer lactante no retira la leche que produce, la presión causa un mecanismo de retroalimentación que indica a la “maquinaria” que deje de trabajar y ésto causa que la leche “se seque” en algunos días; es muy incómodo, pues hay mucha congestión y algunas mujeres tienen fiebre. Si tú quieres, podemos intentarlo pero francamente y en la forma tan extremadamente activa en que se están comportando tus hormonas, dudo que este mecanismo funcione contigo y te sentirías muy mal. Permíteme preguntarte si el que produzcas mucha leche materna durante las próximas semanas, ¿te causaría molestias?”

Chris pretendió parecer que lo pensaba muy detenidamente y entonces movió la cabeza negativamente, por lo que Sheila continuó. "en ese caso, puedo ponerte en contacto con el banco de leche local para que puedas hacer donaciones si es que quieres hacer eso. Ya te he mencionado la bomba para extracción de leche, la cual me temo que será tu mejor compañía, añadió. Si, junto con mi vibrador para el punto G, pensó Chris con divertida malicia. “También te puedo proporcionar el número telefónico de la oficina local de Liga de la leche, ellas te pueden aconsejar sobre el cuidado diario y la alimentación – perdona el sarcasmo – de esos hermosos pechos tuyos.” Le extendió a Chris un papel. “Necesito examinarte regularmente durante las próximas semanas y meses. Para ser honesta contigo, me ayudarías mucho a elaborar un proyecto de investigación sobre lactancia sin embarazo. Tu caso es muy raro. ¿Estarías dispuesta a ayudarme? Chris estaba algo sorprendida pero respondió afirmativamente. “Excelente”, dijo Sheila con alegría. “Llámame si se te presenta algún problema, si no hay otra cosa, te veré en… dos semanas”, dijo mirando brevemente a su agenda. “Hasta luego”. Sheila se levantó rápidamente y se dirigió a un dispensador de toallas de papel, tomó varias y empezó a limpiar los charcos de leche que Chris había formado sobre su escritorio.

Chris murmuró algo parecido a “gracias” y se levantó para irse, algo perpleja por la despedida tan repentina. Pensó que había visto un brillito en los ojos de Sheila similar al que vio en los del Dr. Frankenmuth cuando éste había presenciado su tan particular habilidad sexual. Por una fracción de segundo se imaginó que podría haber más que tan sólo interés profesional, pero evidentemente, estaba equivocada. Chris nunca se había relacionado antes con una mujer, pero con todo lo que había sucedido, parecía ahora que nada estaba excento de posibilidades. Creyó que podría ser interesante y la Dra. Ellis era lago atractiva. Sacudió la cabeza ligeramente como para quitarse esos pensamientos de la cabeza. ¡Hey!, necesitas enterrar el pasado, pensó para sí.

En el momento en que se dirigió a la puerta, sintió que algo escurría por entre sus piernas. Sus pantaletas estaban completamente pegadas a su piel.

 Creo que debo haber tenido un orgasmo, pensó, por fortuna traigo falda. Volteó a mirar la silla donde había estado sentada y afirmativamente, había un también un charco ahí y seguro que no era de leche. Levantó la mirada y advirtió que Sheila estaba mojando la punta de su dedo en la leche sobre su escritorio y lo llevaba a su boca para probar y aprobando con una sonrisa. Cuanto vio que Chris la miraba, se volteó con un toque de vergüenza. Chris sonrió y salió de la oficina; me voy a *divertir*, pensó cuando ya se acercaba a su auto.


LACTOGENESIS VI: LOS AJUSTES
Christine cruzó la puerta de su apartamento, cargando bolsas de supermercado. Se fue directo al refrigerador, abrió el congelador y empezó a introducir latas de helado Ben & Jerry's. Cuatro distintos sabores por ahora. Que fusilen a estos tipos por inventar ésto, pensó. Es completamente adictivo. Sonrió al recordar todo el tiempo que había tenido que pasar haciendo ejercicio en su Stairmaster como resultado de su adicción. Aún usaba regularmente la máquina y disfrutaba el fluir de las endorfinas que ésto le causaba, pero al menos ahora NO tendría que usarla. Uno de los beneficios colaterales de su nueva habilidad de producir leche es que podría fácilmente convertir todas esas pecaminosas calorías en leche en vez de acumularlas como grasa. De hecho, la Dra. Sheila le había recomendado incrementar substancialmente la ingesta de calorías debido al incremento en la actividad de sus glándulas mamarias.

En las semanas siguientes al día en que Chris accidentalmente mojó el escritorio en la oficina de Sheila con sus primeros chorros de leche, su producción se había incrementado considerablemente. Chris había descubierto hacía días que, mientras más leche sacara de sus pechos, más  producía y había tenido que cambiar la pequeña bomba extractora de baterías que había comprado en la farmacia el primer día, por un modelo eléctrico que succionaba ambos pechos al mismo tiempo y que rentaba del depósito de artículos médicos. El banco de leche local recibía sus donaciones regularmente, pues era su donadora más prolífica. Cada día, por la mañana podía entregar casi dos litros de leche fresca.

No le importaba el esfuerzo de extraer la leche, de hecho, la bomba había reemplazado al vibrador como su principal ”juguete”. Nunca estaba saciada del pulso rítmico del ciclo de succión que la bomba proporcionaba y de la maravillosa, tibia y vibrante sensación del reflejo de bajada de la leche, el cual causaba algo similar en su entrepierna. Agradecía que sus pezones no estuvieran sensibles y adoloridos como resultado de la estimulación. Por el contrario, se habían vuelto su principal zona erógena, enviando sensaciones electrizantes por todo su cuerpo, aún en situaciones como el estar en la sección de alimentos congelados del supermercado y recibir el aire frío de los refrigeradores, lo que causaba una obvia y natural respuesta de los “termómetros de la naturaleza”.

Tenía ahora tantos orgasmos por la acción de extraer la leche de sus pechos tres veces al día, que de nuevo usaba toallas sanitarias para mitigar el flujo que acompañaba cada uno de ellos; no les tenía otra utilidad, ya que había dejado de menstruar. Sheila le había explicado que eso no era inusual en una mujer con lactancia activa. Entre sus pechos y su vagina, Christine se asemejaba a las estatuas de las diosas griegas en la gran fuente del parque, las que constantemente lanzaban agua por prácticamente todos sus orificios.

Ahora que producir leche se había convertido en su actividad principal, Chris decidió volverse experta en la materia. En estas últimas semanas, había pasado mucho tiempo en la sección de medicina de la biblioteca de la universidad, leyendo todos los tratados sobre lactancia que pudo encontrar. Descubrió la estrecha relación entre el estado emocional y la producción de leche, pues las mujeres con una actitud positiva hacia ella la producían con mayor facilidad. No tengo ningún problema aquí, pensó. Me he acostumbrado tanto que ya casi no me acuerdo de cómo era físicamente antes del accidente. Por otro lado, también leyó acerca de cómo el flujo de leche puede interrumpirse por completo con distracciones relativamente simples. La mente sobre la materia, y se preguntó cómo podía ser posible. “Armada” con esta información y practicando algunos ejercicios para el control del estrés, que había recibido hacía algunos años como tratamiento antidepresivo, se embarcó en una misión que eventualmente le permitió controlar su producción de leche por mera fuerza de voluntad. Al poner su mente en blanco y concentrándose únicamente en sus maravillosas  glándulas mamarias, Chris logró ser capaz de invocar esa ya tan familiar sensación de placentero calor que siempre anunciaba el reflejo de bajada de la leche. Sin siquiera tocarse podía, si así lo deseaba, lanzar chorros de leche a lo largo de unos metros. También podía, si sabía que iba a estar en una situación en la que no podría extraerse leche, detener su producción hasta un punto de placentera plenitud hasta que le fuera posible extraerla.

Sheila la había denominado como *el más sobresaliente caso de control consciente* que hubiera visto. Al contrario de lo que Chris había leído, el detener ocasionalmente el flujo de leche de sus pechos no causaba ninguna disminución en el nivel de producción. También había probado un poco de su leche y le había encontrado un sabor dulce y delicioso, si temor alguno de privar a los huérfanos, a quienes iban dirigidas las donaciones al hospital.

Chris había, en resumidas cuentas, logrado dominar completamente esta nueva y maravillosa habilidad. Lejos estaban ya aquellos episodios de congestión en  los que había sentido casi explotar sus pechos por la presión interna. También se habían ido los horribles sujetadores de maternidad con las siempre húmedas almohadillas de lactancia. Podía una vez más ponerse lencería sexy (y ahora que su busto se había quedado en una talla 40DD, se veía absolutamente angelical en ella) y con la firmeza adicional en sus pechos, a menudo salía sin sujetador y sin el temor de algún repentino escurrimiento que causara los apenantes circulitos de humedad en sus blusas. A pesar de su gran tamaño, los senos de Chris se proyectaban directamente al frente de su pecho, resistiendo la gravedad en la forma más estética. Sheila le había dicho que de alguna forma habían proliferado los ligamentos y los músculos junto con el tejido glandular extra – otro efecto colateral del tesoro hormonal causado por la lesión a su cabeza. Las hormonas habían también impartido un brillo y suavidad a su piel y, con las venas levemente visibles bajo la firme piel de su pecho, la hacían verse como fuera una estatua tallada en fino mármol italiano.

Chris era una mujer con mucha suerte, pues en vez de que su encuentro con un conductor irresponsable la dejara como un montón de carne atropellada y huesos rotos, la había esculpido en una avasalladoramente bella definición de pulcritud.  De forma que ¿cuál era la razón para que no hubiera tenido una cita y no digamos ya un encuentro sexual desde que ocurrió el accidente?

De seguro los sus compañeros de trabajo habían notado el cambio en su figura. Había crecido varias pulgadas de busto ¡y eso no pasa desapercibido! Había sentido las miradas en las tiendas, en la calle… ¿podría ser que su increíble y nueva figura fuera intimidante a los hombres?, ¿acaso pensaban que se había sometido a cirugía plástica?, ¿qué pasaba con ellos?

Chris estaba pensando justamente en eso mientras estaba sola, sentada a la mesa de la cocina, con una bebida Cherry García al frente, cuando oyó sonar el timbre de la puerta.


LACTOÉNESIS VII: LA VECINA
Christine rápidamente puso nuevamente el helado en el congelador y se apresuró a abrir la puerta. Al momento de ver por la mirilla de la puerta sintió un poco de vergüenza. Parada en el pasillo estaba su vecina Sherri, quien había cuidado del apartamento de Chris mientras estaba en el hospital. La vergüenza de Chris se basaba en el hecho de que desde que había vuelto a casa, hacía ya semanas, no había ido una sola vez a darle las gracias por la molestia que se había tomado para cuidar del lugar y por ser el tipo de vecina que a todo el mundo le gustaría tener. Su cabeza giró buscando alguna disculpa apropiada y pasaron algunos segundos hasta que se dio cuenta de que aún no había abierto la puerta.

Cuando se abrió la puerta, Sherri levantó un juego de llaves las cuales tintinearon cuando las agitó. “Sólo quiero devolvértelas” dijo, “siento mucho haber tardado en hacerlo”.

"Oh Sherri, soy yo quien debe disculparse. Por favor pasa".

Chris se hizo a un lado para que pasase su vecina, escogiendo las peores palabras para disculparse. "Siento mucho el no haber ido a verte. He querido darte las gracias por ayudarme mientras estuve convaleciente. Hiciste un muy buen trabajo y estoy profundamente agradecida…”

Sherri simplemente movió una mano y dijo: "Mira, me agradó hacerlo. Si hubiera estado en tu situación, sin familiares que me ayudaran, sé que me gustaría que lo hiciera alguien mientras estuviera ausente. Sólo pasé a ver cómo estabas. Y te ves… er... te ves...uh, en excelente forma." Chris de repente se dio cuenta que la mirada de Sherri estaba clavada en sus pechos. Chris había escogido un traje de gimnasia y unos pantalones vaqueros esa mañana; la ropa tan ajustada acentuaba su de por sí muy contorneada figura más de lo normal. ¡Pero por supuesto!, pensó Chris, no me ha visto en mucho tiempo. ¡Por Dios! Debo parecerle muy distinta ahora. Sherri, quien media solo 1.57 era casi 15 cms. más baja que Chris, lo que hacía que su forma de mirar al pecho de Chris fuera aún más graciosa, como si hubiera sido hipnotizada. Chris creyó que la cosa se estaba poniendo muy tensa y decidió cortar por lo sano. Pasó una mano rápidamente frente a la cara de Sherri a la vez que decía alegremente, "¿Hola?, ¿Hola?" Sus pechos se agitaron un poco cuando lo hizo.

Sherri sacudió un poco la cabeza, haciendo volar un manojo naranja-rojizo de pelo. Parpadeó con sus grandes ojos verdes grisáceos con largas pestañas e inmediatamente se cubrió con una mano la cara. "Jesús, lo siento," dijo suavemente. "No puedo creer que haya hecho eso. Es sólo que estás tan… tan *diferente*..."

"Hey, no hay problema. Mira, tenía que hacer *algo* para hacerte competencia, no podía dejar que te llevaras *todas* las miradas. Ambas se rieron y al momento desapareció toda la tensión. Chris no había exagerado, pues aunque Sherri rayaba en los 40 años, no había nada en su tersa, ligeramente pecosa cara que demostrara su edad. Su delgada figura se había ensanchado un poco por los años, pero aún tenía una perfecta silueta de reloj de arena y unos pechos que hacían voltear a verla. De hecho, Chris le había tenido que pedir prestados algunos sujetadores, mientras compraba algunos para su guardarropa de acuerdo a sus nuevas medidas, y éstos le habían quedado bastante bien. Mientras le indicaba a Sherri que se sentara, pudo ver muchas preguntas en sus ojos y decidió ahorrarle penalidades yendo directamente al grano.

Dijo simplemente: "son pequeñas consecuencias del accidente". "Me dijeron que mi glándula pituitaria se encuentra algo acelerada. No tenía idea de que esa pequeña cosita pudiera causar todo ésto, de haber sabido lo que podría pasar, hace tiempo que hubiera saltado frente a un camión".

"Bueno, tal y como se ven las cosas, tal vez sea mejor que me des el número de matrícula del auto del tipo." Más risas. "En serio, no puedo creer lo que te ha pasado; te ves, bueno, ¡te ves fantástica! Creo que no tuviste que arreglar ninguna de las prendas que te presté. Hasta parece que podrías estar más grande que yo por algunos centímetros. ¿Quién hubiera pensado que yo pasaría a tener el *segundo* par de tetas más grande del edificio? Era verdad, hasta ahora nunca había habido problema si se llegaba a mezclar alguna ropa interior de Sherri con la de alguien más en la lavandería. Cualquier cosa que con etiqueta "38D" tenía que ser de ella. Chris sonrió. Siempre había admirado la sincera y directa personalidad de Sherri, y ésta tenía una clara envidia por la nueva talla de busto de Chris y no tenía ningún reparo en decirlo.

"Hablando de ropa y antes de que se me olvide, quiero devolvértelas", dijo Chris, al tiempo que se levantó y caminó velozmente al closet de su recámara. Regresó rápidamente con algunos ganchos de los que colgaban varias blusas. "Pensaba dártelas antes, pero tuve que enviar un par a la tintorería para que les quitaran algunas manchas de leche. Lo hicieron bien, ya no se nota dónde estaban..." Se quedó callada en ese momento, pues se dio cuenta de que había dicho "leche".

Las blusas se habían manchado antes de que Chris lograra el control total sobre su habilidad de producir leche. Se había acostumbrado tanto a ello, que no había pensado sobre cómo reaccionaría la gente. ¿Se había ido de la lengua tal vez en esta ocasión?

"No hay problema, creí que no te gustaba beber..." Sherri se detuvo a media frase. Sus blancas facciones se hicieron aún más pálidas y sus grandes ojos se ensancharon como los de una caricatura. “¿Quieres decir… quieres decir que esas en verdad *funcionan*?" Por la forma en que Sherri dijo eso, Chris no tuvo escapatoria. Una risita nerviosa escapó por sus labios, aunque se recuperó rápidamente. "Si, seguro que sí. Bastante extraño, ¿verdad? "

Sherri miraba al suelo, tratando de hallar un lugar sobre el cual poner su mirada; sus ojos aún estaban muy grandes cuando dijo: "Bueno, eso explica esos ruidos rítmicos tan chistosos que he venido oyendo y que salen de aquí. Has estado usando una bomba para pecho, ¿o no?"

Chris maldijo para sus adentros; las paredes en este edificio son más delgadas de lo que pensé, se dijo. De ahora en adelante, puede que tenga que hacerlo en la cocina. Miró a Sherri, tratando de encontrar algo simpático que decir y de pronto notó que el comportamiento de Sherri había cambiado. Juntaba y separaba sus manos en su regazo, se notaba incómoda, su mirada saltaba de un lado a otro y estaba sonrojada, aunque no parecía estar avergonzada, se veía más como… ¡por Dios!, pensó Chris, ¡parece que está *excitada*!, mejor me voy con cuidado…

"¿Te encuentras bien?, ¿quieres que hablemos de otra cosa?"

“¡Oh, no, No!" Sherri respondió rápidamente. "Lo siento, no debí mencionar nada. Es solo que…” y miró hacia abajo, temerosa de mirar de frente a Chris. "Eso solo que siempre he querido poder hacer eso, es una fantasía que he tenido por largo tiempo. Siempre he estado orgullosa de mis tetas y los hombres siempre las han admirado y apreciado. Siempre he querido darles más a ellos ya mí misma, algo más…”. Entonces, levantó su mirada. “Dios, creo que he dicho suficiente, es mejor que me vaya…” y se levantó rápidamente para retirarse.

"No, espera querida, siéntate," le dijo Chris dulcemente. "No estoy ofendida. Francamente, me intriga y a la vez me asombra el que me hayas confiado tu secreto. ¿Sabes?, no he hablado con nadie sobre ésto más que con mi médico y ella es tan *clínica* con respecto al tema. Hablemos sobre él, pues me gustaría quitarme esta sensación “de presión sobre mi pecho”.

Se dio cuenta del doble sentido de la frase al igual que Sherri. Las dos amigas se miraron la una a la otra por algunos momentos y luego se soltaron en incontrolables carcajadas. Chris supo en ese instante que había encontrado una confidente, alguien a quien podía contarle todo.


LACTOGÉNESIS VIII: EL SECRETO REVELADO
Christine y Sherri rieron por un buen rato por el comentario de Chris “quitarme este peso del pecho”. Conforme se tranquilizaban, Chris impulsivamente abrazó a Sherri acercándola hacia ella y de inmediato sintió la poco familiar pero placentera sensación del cuerpo de una mujer contra el suyo. Era la primera vez que tenía contacto físico cercano con otra persona desde que su cuerpo había cambiado. Sherri se le había acercado moviéndose lentamente hacia arriba y de repente, Chris percibió por completo cómo sus pechos presionaban los de ella. Casi dos metros en perímetro del puro tejido mamario se juntaban uno al otro, creando un cojín gigantesco con el que cualquier hombre estaría más que dispuesto a ser sofocado. Chris de pronto se vio a sí misma disfrutando del abrazo más de lo normal. Sentía suavidad y seguridad en los brazos de Sherri, pero fue Sherri quien se separó. "Oh, No debiera haberte abrazado tan fuerte, pero no me había reído así en semanas. ¿Te lastimé?"

"No, no seas tonta," replicó Chris. "Están llenas, pero no tanto como para reventar ni nada parecido."

Sherri se sentó de nuevo abruptamente. "Oh, Chris, cuéntame cómo es.

¿Se siente alguna molestia?, ¿Te gusta?, ¿Tiene algún inconveniente?, ¿Te hace sentir más sexy?" a éstas siguió un torrente de preguntas y Chris las respondió lo mejor que pudo. Decidió ser honesta y no guardarse nada. Le contó a Sherri acerca del incidente en la oficina de Sheila, sobre cómo había disfrutado mientras usaba la bomba y hasta cómo la sensación del reflejo de bajada de la leche siempre intensificaba sus orgasmos y cómo era ahora capaz de eyacular. Se descubrió a sí misma dando hasta el último detalle y también que el contar todas sus experiencias la excitaba al extremo. Estaba viviendo de nuevo su despertar sexual desde dentro de su cabeza. Los recuerdos de cómo había notado las nuevas sensaciones en su cuerpo le estaban haciendo vivirlos otra vez. Tampoco podía dejar de notar las reacciones de Sherri. Al medida que continuaba con su relato, Sherri ocasionalmente levantaba una mano hacia su pecho para acariciarlo o suavemente rozaba sus muslos juntos. Su mirada era la de una mujer perdida en el desierto al descubrir un oasis a lo lejos. Finalmente, al momento en que Chris describía particularmente un intense orgasmo que tuvo en la ducha, cuando chorros de agua, jugos vaginales y leche maternal se combinaron justo antes de desaparecer por la coladera, Sherri no se pudo contener más y dijo como si rogara: "Por favor déjame ver. Tengo que verlo con mis propios ojos. Por favor Chris”.

Chris estaba tan excitada por su propia narrativa que la petición de Sherri le pareció más que razonable. Su estado de excitación había elevado sus niveles hormonales y sus pechos necesitaban “ayuda”; entonces, ¿por qué no hacer lo que Sherri le pedía? Sin decir palabra, Chris se puso de pie y fue a la alacena, de donde sacó un vaso de vidrio. Regresó al sofá, puso el vaso sobre la mesita de centro y empezó a desabotonar su “payasito” de ballet. Bajó la tela elástica por los lados de sus hombros y la dejó caer sobre su cintura, revelando un bonito sujetador de encaje y medias copas el cual parecía apenas poder con su contenido. Chris lo desabrochó por el frente y las copas se abrieron hacia los lados como si fueran las mismas puertas del cielo. Creyó escuchar a Sherri tragar saliva conforme sus pechos se pudieron ver por completo.

"Oh, Chris, son muy bonitos", dijo Sherri, quien de repente se inclinó al frente para tocar los henchidos pechos de su vecina. Suavemente, como tocándolos con una pluma, su mano siguió el contorno de las suaves curvas y rozó los alargados pezones con la ternura del ala de una mariposa. Chris empezó a suspirar suavemente, cautivada por la suavidad de las electrizantes caricias. Sintió una dura frialdad contra un brazo y abrió los ojos para darse cuenta que Sherri había puesto el vaso contra él. Levantó los ojos para encontrarse con los de Sherri, quien sin palabras le decía: “hazlo, hazlo”.

Chris colocó la orilla del vaso justo debajo de su areola izquierda y con su mano izquierda presionó hacia adentro y hacia abajo sobre su pecho, lo que causó algunos chorros de leche materna. El blancuzco fluido salió libremente, renovándose con cada nueva presión de los dedos de Chris. El vaso se empezó a llenar rápidamente.

Sherri estaba sentada como si estuviera hechizada, sin parpadear. Sin embargo sus manos no estaban quietas; con una se acariciaba una teta mientras la otra estaba entre sus piernas, revoloteando como un pajarillo herido contra la tela que cubría su entrepierna.

Por entre el remolino que el torrente de placer causaba en su cabeza, Chris sintió la diferencia en la presión en sus pechos y casi inconscientemente cambió al derecho, el cual ahora lanzaba fuertes y largos chorritos dentro del vaso, mientras el izquierdo continuaba goteando, formando una delgada línea que caía en gotas sobre su muslo. Chris sabía que, de continuar, pronto el vaso se derramaría, por lo que empezó el ejercicio mental que le permitía detener el flujo sin dejar de sentir placer. Conforme los chorritos blanco azulados de su turgente pezón se convertían apenas en gotitas, Chris sintió cómo Sherri tomaba el vaso de sus manos.

Sherri estaba como obsesionada. "*Tengo* que probarla. Simplemente tengo que hacerlo…" Sus palabras se cortaron al tomar un gran sorbo del contenido del vaso. Sin dejarlo, empezó a murmurar: “Dios, es tan dulce y tibia; no tenía idea de que supiera tan bien..." Su voz sonaba extraña porque hablaba con el vaso al frente. Abruptamente dejó de beber, bajó el vaso y miró a Chris con una Mirada que pedía a gritos "por favor". De alguna manera Chris supo lo que Sherri quería y, por alguna causa extraña, le gustó la idea. Sherri se arrodilló junto a Chris, se incline hacia el frente y rodeo con sus labios su aún goteando pezón.

Chris respiró hondo ante esta nueva sensación. No era cualquier embudo de plástico inanimado succionando como el vacío en el espacio mismo, sino que se trataba de un ser humano, vivo y tibio. Su cuerpo reaccionó intensamente por el contacto piel a piel, un sentimiento que no había sentido en meses y nunca en esta forma. Sherri succionaba como una mujer medio muerta de hambre y el pecho de Chris respondió en forma adecuada. La respiración de Sherri se tornó errática a la vez que trataba de tragar un flujo tan fuerte que no casi podía hacerlo tan rápidamente. Su mano derecha se alzó para acariciar el pecho libre de Chris y por un momento, ésta perdió su control mental, permitiendo que su leche corriera a chorros por entre los dedos de Sherry y a lo largo de su brazo. La mano izquierda de Sherri estaba firmemente metida en su entrepierna, sus dedos casi no se veían mientras se masturbaba por sobre sus ropas. Conforme se acercaba al orgasmo, la boca de Sherri se despegó del pezón de Chris, por lo que la leche saltó hacia adelante dentro de su garganta al momento en que lanzaba un grito de placer. Su alarido “orgásmico” se convirtió en fuertes tosidos cuando la leche se fue por el camino equivocado, pero Sherri estaba demasiado extasiada como para escucharlo.

Chris sintió la toalla sanitaria entre sus piernas hincharse con el líquido vertido en ella y el placer extra que esto le causó intensificó las sensaciones aún más. Percibió su cuerpo estremeciéndose al momento de estirarse para tomar un kleenex para secarse las gotas de leche en sus pulsantes pezones. La toalla sanitaria había llegado a su límite y se estaba formando una mancha obscura en sus pantalones. La ropa de Sherri sólo estaba un poco mejor.


LACTOGÉNESIS XI: EL FAVOR
Sherri tosió unas cuantas veces más, luego se enderezó con los ojos llorosos. Tomó los pañuelos desechables que le ofrecía Chris y se limpió la boca, el cuello y las manos. “¡Chris eres increíble, eso fue inc-ondenadament-reible!," le dijo.. "Yo no tengo orgasmos así, ni aún con un pito dentro de mí. Eres realmente maravillosa, de veras que sí."

Chris se sentó muy quieta, adormecida por toda la transpiración; había tenido un orgasmo como resultado de su encuentro con otra mujer, algo que hacía algunos meses le hubiera sido impensable, hasta repulsivo. Le surgió la idea de que los cambios hormonales no sólo habían afectado su cuerpo sino también su mente. Repentinamente sintió como si una gran losa de piedra hubiera sido retirada de algún lugar escondido de su psique, permitiendo un completo y nuevo mundo de posibilidades de entretenimiento. ¿Acaso sería así cuando una persona ciega recupera la visión? pensó Chris. En un arranque, tomó la cabeza de Sherri, la acercó contra su aún húmedo pecho y sintió cómo empezaban a brotar lágrimas por las comisuras de sus ojos mientras decía: "Gracias Sherri, gracias," repetía una y otra vez. "No tienes idea de cuánto has hecho por mí, si hay alguna forma de pagártelo..."

Sherri dejó que Chris la meciera en sus brazos sin darse cuenta del significado de sus palabras. Empero, en medio de su letargo post orgásmico, alcanzó a oir la última frase de Chris. Sus ojos se iluminaron al momento de sentarse, tomó ambas manos de Chris con las suyas y le dijo, "creo que sí hay algo..."

Chris se enjugó las lágrimas y sonrió. "Querida, después de ésto, puedes pedir lo que quiera tu corazoncito."

Sherri no sonreía y tenía una mirada de premura en sus ojos.

"Hablo en serio, dijo. Se tomó unos segundos como si estuviera a punto de tomar una muy importante decisión. "Chris," dijo finalmente, "quiero que me enseñes cómo lo haces. Quiero que *mis* tetas se desborden. Después de verlo, me di cuenta de que no he deseado algo tanto en la vida, enséñame cómo producir leche con estas linduras. Por favor.”

Chris se recargó en el sofá. No estaba preparada para ésto.

Empezó a abrocharse el sujetador y su payasito, a la vez que pensaba cómo responder. Por lo que dijo: "Sherri, no creo que haya algo de ésto que te pueda *enseñar*. Olvidas que casi tuvieron que aplastarme la cabeza para que esto sucediera. Es una casualidad, una cosa entre un millón. Mi médico aún no está segura de por qué aún estoy así o cuánto durará. Hay demasiadas cosas desconocidas con ello

Sherri dejó caer los hombros y su cara se entristeció. "lo sé, lo sé," dijo resignadamente. "No debí pedir una cosa tan tonta. Creo que fue mi borrachera post orgásmica. Olvida lo que dije."

Chris se sorprendió; Sherri estaba genuinamente desilusionada, y parecía que estaba a punto de llorar. Chris no podía permitir que una experiencia sexual de tal magnitud terminara con un final tan amargo como ese.

"Espera un minuto, nunca dije que fuera imposible. Tu sabes que he estado leyendo mucho sobre el tema últimamente, tratando de averiguar que sucede con mi cuerpo y creo recordar… ¡hey!" Chris se levantó de un salto y corrió hacia el librero, de donde sacó un libro muy grande y gordo, uno de los que había pedido prestados de la biblioteca universitaria. Revisó el índice y empezó a buscar furiosamente entre las páginas. Se detuvo de pronto y triunfalmente puso el dedo a la mitad de una página. "Sabía que había leído algo sobre ello." Repasó rápidamente la página, balbuceando entre dientes, mientras Sherri se sentaba muy derechita como esperando con anticipación lo que Chris estaba a punto de revelar.

"Dice aquí que es posible inducir la lactancia en una mujer que nunca ha estado encinta. ¡Creo que yo soy una prueba viviente de eso! Evidentemente muchas madres adoptivas han sido capaces de producir suficiente leche para amamantar a sus bebés o al menos en parte. ¡Dios!, hasta dice que es posible que los *hombres* lo logren. Veamos, ¿cómo hacerlo? Hmmm...OK, aquí está. Parece que tienes que succionar tus pechos varias veces al día por largo tiempo, puede que meses. Te prestaré el libro para que puedas leer los detalles, pero parece que realmente sólo se necesita estimulación frecuente. Ninguna medicina ni nada más."

Sherri sonreía otra vez. "Estimulación frecuente, eh? Suena como algo que me queda a la medida. Gracias a Dios que a mi novio le gusta chupetearme en cualquier forma. Aunque varias veces al día, no lo sé. Creo que también voy a necesitar una bomba. “Por supuesto," dijo, sujetando sus pechos con las manos, "son lo suficientemente grandes como para succionarlas yo misma. Sólo espero que no se me caigan los pezones." Levantó la mirada y su se volvió maliciosa. "No me vendría mal un poco de ayuda de vez en cuando, si estás dispuesta." Sherri vio la expresión en el rostro de Chris, y añadió encogiendo un poco los hombros: "No habría manera de que supieras que soy *bi*”. Nunca te lo dije, ¿o sí? Entonces moqueó un poco. "Fue la causa principal de que Kent se divorciara de mí. Nunca me quiso compartir con una mujer." Chris sacudió la cabeza. Ésto se estaba saliendo muy rápidamente de sus manos. Primero, el darse cuenta de que se había gustado el sexo con una mujer, luego la extraña petición de Sherri, luego el bombazo de la noticia de que era bisexual... la cabeza de Chris daba vueltas y vueltas.

Sherri percibió la confusión de su amiga y de alguna manera tuvo todo en claro. "Esta ha sido tu primera vez con una mujer, ¿cierto? Chris asintió levemente. Sherri casi se rió pero lo pensó mejor. "Una excelente iniciación. Bueno," dijo suavemente, alargando la mano para agitar la cabellera de Chris, "me alegra que haya sido conmigo. Si de veras te gusta, nos podemos ver de vez en cuando. Mientras tanto, espero que sigamos como amigas."

"¿Qué? ¡Pero claro que somos amigas! Sherri, lo siento, solo que ha sido un día muy complicado para mí."

"Claro que lo entiendo. Recuerdo mi primera vez con una mujer. Me dejó aturdida. Por mucho tiempo no estuve segura de mi identidad sexual. Me tomó algún tiempo asegurarme."

"¡Cúentame!" dijo Chris con premura.

Sherri se puso de pie, poniéndose el libro de Chris bajo el brazo. "Es una larga historia, merece unos tragos. Te propongo algo. Abrirán un nuevo club a otro lado de la ciudad esta noche, un sitio estilo retro como los 80. ¿Por qué no vamos de parranda y hablamos de ello?, bueno, de *todo* ello. ¿Qué te parece?"

"Me parece perfecto. Necesito hablar. Estas últimas semanas han sido una completa locura..."

"Entonces es una cita. Pasa por mí a las nueve." Sherri caminó hacia la puerta. "Gracias por el libro. Tengo la sensación de que las próximas semanas también van a ser de locura". Antes de que Chris pudiera reaccionar, Sherri se paró de puntitas y la besó en la boca. Chris se sobresaltó, pero no tanto como para no apreciar la suavidad de los labios de Sherri. Y antes de que se diera cuenta, Sherri se había marchado.

Chris se tocó los labios suavemente, su cabeza aún dando vueltas por los últimos eventos. Había estado viviendo en el mismo edificio que Sherri y la conocía desde hacía tiempo, pero nunca en un millón de años hubiera adivinado... cuando cerraba la puerta, sintió que el día le deparaba algunas sorpresas todavía.


LACTOGÉNESIS X: EL CLUB NOCTURNO
Christine estaba de pie en  el pasillo afuera del apartamento de Sherri. Tocó el timbre y revisó su reloj. 9:07 pm. Le echó una mirada final a su apariencia. Sherri y ella irían a un club nocturno a tomar algunos tragos y a platicar; no tenía intención de recorrer el sitio en busca de tipos bien parecidos. Estaba vestida de acuerdo con la ocasión: prendas poco llamativas, caracterizadas por tela amplia que escondía su figura. No quería que algún borracho idiota la estuviera molestando toda la noche. Dios, pensó, me siento como en una cita a ciegas o algo así. Relájate, es solamente Sherri; solo serán dos chicas paseando por la ciudad. Reconsiderando, nunca sería más “solamente Sherri”, no después de lo que había pasado en su apartamento esa tarde.

La puerta se abrió para mostrar a Sherri cepillándose el pelo. Las cejas de Chris se arquearon cuando vio su atuendo. La frase “traje de caza” le vino a la mente: tacones altos, leggings muy ajustados, una blusa a rayas, ajustada y de mangas cortas, con kilómetros de revelador escote, montones de joyería y maquillaje un poco exagerado. Ante todo el mundo parecerían una bibliotecaria y una chica fácil que salían juntas. Sherri le dijo a Chris que pasara.

"Antes que digas nada, así es como me visto cuando salgo," dijo Sherri. Chris estaba empezando a comprender lo buena que era Sherri para leer expresiones faciales – la suya debía haber estado telegrafiando "puta".
"Y tú, ni pienses en cambiarte, te ves bien así. Pensé que una de las dos debería parecer alocada para que nos dejaran entrar en el lugar." Miró su reloj y dijo: "mejor nos vamos. Seguro que ya se ha de estar llenando."

Después de quince minutos en auto hacia el centro de la ciudad, media cuadra a pie desde el estacionamiento y diez minutos en la fila de la entrada, Chris y Sherri se encontraban sentadas en una mesita a un lado del escenario en un club llamado “Década Ocho”; el grupo musical interpretaba covers con un volumen que permitía conversar sin problema, y no eran tan malos.

Casi antes de saberlo, Chris bebía su tercer gin and tonic, mantenía la cordura. No había salido desde mucho antes del accidente y se dio cuenta de que había extrañado la vida social.

Sherri era una acompañante excelente, regalándole a Chris con narraciones que alguna vez fueron horribles encuentros sexuales pero ahora parecían divertidos, con miembros de ambos sexos y que dejaron a Chris con dolor de barriga por la risa. La manera de contar historias de Sherri era tan colorida como la de un marinero.

"Recuerdo haberle chupado la panocha a una chica", recordó. También podía lanzar chorros, aunque yo entonces no lo sabía. Estaba ahí abajo chupeteando, cuando de repente eyaculó con la fuerza de un tren carguero.

Pensé que me ahogaría ¡carajo!, ¡Los jugos salieron por mis narices, entraron por mi garganta y salieron hasta por las orejas!

¡Por un momento pensé que me estaba comiendo la maldita fuente de Buckingham!"  Sherri se detuvo para beber un sorbo de su Manhattan, y continuó casi sin tomar un respiro.

"Oh, Dios, y hablando de comida, una vez lo hice con un tipo al que le gustaba comer durante el sexo. Recuerdo que la escena del refrigerador en la película  ‘9 semanas y ½’ me resultó excitante, de forma que me propuso jugar, pero el muy hijo de … prácticamente me cubrió con crema batida y salsa de chocolate. Me lo lamió todo y manchó las sábanas. Como sea, cuando estaba lista para la acción, al muy cabrón le dolía tanto la panza ¡que no podía mantenerla parada! ¿Te lo puedes imaginar?  yo ahí acostada, toda caliente, enojada y pegajosa y mientras, él ¡estaba en el baño haciendo churros!"

Chris no podía más, pero su imaginación trabajaba a toda velocidad. ¿Cómo se *sentiría* que alguien me sorbiera una cereza de la panocha? Pensó. No tenía idea de que Sherri fuera tan alocada sexualmente; no era de asombrarse que su marido la hubiera dejado. Sherri parecía preferir la soltería y la estaba viviendo como una mujer quince años más joven. La misma edad de Chris ahora que lo pensaba bien. ¿Había acaso alguna coincidencia?

Chris había estado tan embebida en la conversación con Sherri, que no había observado bien el club. Para cuando llegó la cuarta ronda de tragos y Sherri se disculpó para ir al baño, Chris tuvo oportunidad de mirar los alrededores. No estaba mal el lugar, pensó. He estado en mejores, pero tiene buen ambiente.

¿Qué dice ese letrero en la esquina?, se quedó con la boca abierta mientras leía. Recién había terminado de leer cuando regresó Sherri.

"¡Sherri! ¿Qué demonios es ésto? Y apuntó hacia el letrero, el cual parecía gritarles, CONCURSO DE CAMISETAS MOJADAS AL ESTILO ANTIGUO *¡HOY!* PRIMER PREMIO $250, SEGUNDO PREMIO $100, TERCER PREMIO $50. ¡MÓJATE EL BIZCOCHO EN EL DÉCADA OCHO! ¿Cómo era posible que no lo hubiera notado?

Sherri rió y aplaudió. "¿No es como para *echar tiros*? ¡No he hecho algo así en años! Me pregunto si aún hay oportunidad de ganar algo de ese dinero. Miró su reloj y tuvo que parpadear varias veces. Se estaba emborrachando. “Oh, rayos, casi no queda tiempo para inscribirse, ¡vamos!” Tomó a Chris por un brazo y trató de hacerla levantarse de su silla.

Chris se zafó de la mano de Sherri. "Espera un minuto," dijo, luego se detuvo un momento al sentir que todo le daba vueltas por el movimiento tan rápido que hizo. Sabía que no podría escapar. "Vine aquí a platicar y tomar un par de tragos, no a desfilar desnuda sobre un escenario enfrente de un montón de extraños."

Sherri le habló dulzonamente: "Oh, despabílate Chris. Casi siempre gano en estos concursos. Debo haber ganado un par de miles en estos años. Es una gran forma de echar fuera tus frustraciones. Además, siempre me ha gustado enseñar las tetas. Como para que el cliente vea la mercancía. ¿Por qué solo ellos debieran poder divertirse? "Le guiñó un ojo." ¡Vamos, la pasaremos muy bien!, ¿tú haces papeles teatrales, no?

No es como si nunca antes hubieras estado sobre un escenario. Créelo o no, Chris, necesitas hacer algo como ésto. Has pasado mucho tiempo encerrada en tu apartamento, tú y tu bomba extractora desde hace semanas. Te apuesto a que aún te sientes intimidada por tus recientes… desarrollos.” Le dio palmaditas en la espalda a Chris. “Necesitas empezar a sentirte mejor con este regalo que te ha sido dado. ¡Si lo tienes, que el mundo lo sepa, y créeme, sí que lo tienes!, ¡ganarás el primer premio!. ¡Te lo dice alguien con experiencia!”

Los tres tragos y medio, las siempre presentes hormonas de su pituitaria y los halagos de Sherri fueron una combinación mortal para Chris. Ella ya había empezado a caminar por una senda de exploración sexual como resultado de sus nuevas habilidades y ahora había alguien que se prestaba a ser su guía. “A caballo regalado… y todo lo que sigue”. Y ¡hey! esos $250 le caerían de perlas. Sus últimas inhibiciones se desvanecieron con los insistentes jaloncitos que Sherri hacía sobre su brazo. Tomó el vaso de la mesa y se lo bebió casi de un solo trago en la ya clásica escena de película. Dejando de golpe el vaso sobre la mesa, se acordó de las líneas de una película y dijo: “algunas veces tienes que decir *chingue a su madre*, así que ¡chingue a su madre! "

"¡Así se hace! Vamos, por aquí son las inscripciones." Riendo como niñitas de diez, las dos se dirigieron a la mesa al final del club.


LACTOGÉNESIS XI: EL CONCURSO, PRIMERA PARTE
Después de firmar el registro en la mesa de inscripciones, Chris y Sherri fueron llevadas tras bambalinas a un pequeño camerino donde otras diez mujeres de diversas edades, grados de sobriedad y tamaño de busto caminaban de un lado a otro, esperando que empezara el concurso de camisetas mojadas. Durante este tiempo, el alcohol que habían tomado surtía efectos por completo, y Chris especialmente los padecía. Muy mareada, se preguntaba si se había alterado su balance bioquímico y ésto había afectado sus niveles de tolerancia. No recordaba haberse puesto así la última vez que se tomó cuatro tragos. Miró a la camiseta que le había lanzado el hombre de la mesa de registro.

Al menos una talla más chica, y por supuesto muy delgada, y por supuesto blanca, de forma que se volviera transparente y se pegaría a la piel en cuanto se mojara. Era de tirantes, como de hombre. Chris se rió cuando recordó cómo se había quedado mirando el hombre el amplio busto de Sherri pero ni siquiera había mirado a Chris. Seguro que me va a voltear a ver en *ésto*, pensó.

Sherri ya estaba empezando a quitarse la blusa. “Apúrate y cámbiate. Ya están por comenzar". En un instante, Sherri estaba desnuda de la cintura para arriba. Aunque Chris y ella habían intimado sexualmente hacía apenas unas horas, ésta era la primera vez que Chris veía a Sherri desvestida. Sus pechos no eran para nada tan firmes como los de Chris, pero tenían cuando menos quince años más y no producían leche (todavía, pero eso cambiaría si Sherri hacía algo al respecto). A sus pezones, sin embargo, les faltaban años para que apuntaran al suelo. Si se dibujase una línea entre ellos, ésta quedaría exactamente a la mitad entre sus hombros y su vello púbico. El pecho izquierdo era ligeramente más grande que el derecho y tenía muchas pecas color claro esparcidas por todo el pecho y entre las tetas. Una línea mucho más clara de vello, del mismo color rojizo que el de su cabeza, iba desde su ombligo hasta desaparecer en la cintura de sus leggings y sus axilas no estaban depiladas.

Chris suprimió la tentación de alargar las manos y girar los pezones de Sherri entre sus dedos, en su lugar, empezó a desabotonar su ropa. Fue entonces que se dio cuenta que vestía algo de una sola pieza y si se lo quitaba, ¡se quedaría sin pantalones! Eso solo le preocupó tan sólo un momento y se lo quitó. Volvió a soltar unas risitas cuando se acordó del ya viejo consejo familiar de siempre llevar ropa interior limpia. Llevaba, para su ventaja, unas pantaletas de satín rojo que dejaban ver sus muy torneadas piernas. Tal vez este pequeño detalle me haga ganar. Conforme se quitaba el sujetador, notó que sus pechos no se movieron para nada bajo la fuerza de gravedad. Tocó levemente uno de ellos y sintió el calor, la piel estirada y una hinchazón que se extendía ligeramente hasta sus axilas. Creo que están realmente llenas, pensó. El alcohol debe estar afectando un poco mi capacidad de control. Sintió la mirada de Sherri y miró al frente.

"Caray querida, estás algo más grande que como estabas esta tarde, " dijo Sherri, quien arrastraba un poco las palabras. “Vas a hacer que el público de vaya de nalgas”.

Chris se puso la camiseta como pudo. El frente se estiró dejando espacio libre entre sus pechos y sin pegársele del todo. Chris tenía que usar su habilidad mental para evitar que la leche le escurriera como resultado. Los orificios de los brazos eran tan grandes que la mitad de cada pecho se veía por los lados. Lo ajustado de la prenda se sentía muy bien y sus pezones respondieron al estímulo, formando unas puntitas de casi dos centímetros en la delgada tela. Sherri movía la cabeza de lado a lado y murmuraba algo acerca de no tener oportunidad alguna en contra de un par de tetas como esas. De repente, la música al frente se detuvo y en su lugar se escuchó el chillido de un micrófono mal instalado.

Un tipo medio calvo, barbado y con sobrepeso, metido en una camiseta demasiado pequeña sobre la cual se leían las palabras “VEN A MOJARTE” había subido al escenario. Indicó que alguien le bajara el volumen al micrófono y gritó (innecesariamente): “¡hey todos, ya es hora!, ¿están listos para mojarse?”.

Chris se sorprendió de los gritos tan fuertes que siguieron como respuesta. El club debía estar lleno. El hombre siguió: “¡Excelente! OK, ¿podrían los suertudos caballeros que ganaron la rifa subir al escenario? Cuatro hombres casi se atropellan al subir los escaloncitos, entonces el anunciador gritó: “¡estos muchachones ganaron el muy deseado honor de poder mojar a nuestras concursantes!"; miró hacia un lado, donde estaban cuatro sifones sobre una mesita. "¡No se preocupen chicas, el agua no está fría!" Cada uno de los tipos cogió una botella y se pusieron en posiciones a distancias iguales a lo ancho del escenario, el *maestro de ceremonias* le recordó al público los montos de los premios e hizo algunos anuncios de eventos futuros. Empezaron a abuchearlo y entonces se detuvo, se volvió hacia por donde entrarían las mujeres y gritó: “¡Que empiecen los juegos!, nuestra primera concursante..."

Chris era la séptima en la fila, Sherri la sexta. La mayoría de las concursantes resultaron ser bastante malas bailarinas o estaban demasiado borrachas para mantenerse en pie, pero al público no le importaba. Tan pronto como el agua tocaba las camisetas, haciéndolas efectivamente casi desaparecer, el ruidero empezaba y se convertía en unos rugidos contínuos, cuya intensidad rivalizaba con el motor de un avión jet. El calor de las luces, el sonido ensordecedor y el alcohol se combinaban para reforzar lo ya de por sí decidida que estaba Chris conforme cada candidata dejaba el escenario. Voy a ganar ésto, se dijo a sí misma. Voy a borrar a estas principiantes, sin importar que ella misma fuera una.

Llegó el turno de Sherri. Se volvió, le guiñó un ojo a Chris y se alejó como deslizándose por el escenario. En segundos se hizo obvio que ya había hecho ésto antes. Sherri empezó un ondulante y candente baile, algunas veces esquivando hábilmente los chorros de agua, algunas otras metiéndose de lleno en ellos. Lanzó al público una mirada como diciendo “métanmela” al tiempo que se movía elegantemente de un lado al otro, con los pechos bamboleándosele libremente al ritmo de la música. El nivel de ruido subió aún más cuando se movió al borde del escenario y se inclinó hacia el frente, tan bajo que sus pechos se balancearon a milímetros de las caras de los espectadores de más al frente, quienes gritaron su aprobación. Justo cuando la música llegaba a su fin, tomó la camiseta por el cuello y la rasgó por la mitad, con lo que sus pechos saltaron libres, lo que hizo aullar a la multitud. Los tomó con sus manos, apuntó con ellos a la audiencia, les lanzó un beso y desapareció del escenario. El bullicio era gigantesco, ¡no había duda sobre quién iba ganado hasta el momento!


LACTOGÉNESIS XII: EL CONCURSO, SEGUNDA PARTE
Chris se quedó completamente inmóvil, deslumbrada por la actuación de Sherri. Su férrea determinación se desmoronó de inmediato. ¿Cómo carambas voy a superar eso? pensó frenéticamente. En eso, sintió la mano de la siguiente concursante sobre su hombro darle un empujoncito, pues era su turno. Lanzó una maldición por el alcohol que había bebido y que nublaba su mente conforme caminaba con pasitos artísticos rumbo al centro del escenario. ¿Qué hacer?, ¿Cómo hacer? Volvió a oír la voz de Sherri dentro de su cabeza a pesar de la borrachera y del ruido ensordecedor que llegaba a sus oídos: “Necesitas sentirte mejor con este regalo que te ha sido dado. Si lo tienes, que el mundo lo sepa...” Un flujo repentino de adrenalina surgió al momento en que supo qué hacer.

Miró a su alrededor y calculó las posiciones de cada uno de los tipos con las botellas de agua carbonatada, quienes las levantaron casi al unísono y apuntaron hacia ella. En ese momento Chris dejó de bailar, levantó la mano con la palma hacia afuera y gritó lo suficientemente fuerte para que la oyeran: "¡¡NO!! ¡¡DETÉNGANSE!!" Los hombres se contuvieron y se miraron unos a otros sin entender nada. El alegre griterío de la audiencia se volvió puros gritos de enojo. La música se detuvo y el maestro de ceremonias dijo por el micrófono: “Señorita, este es un concurso de camisetas mojadas, ¡tienen que mojarla!”, a lo que asintieron los asistentes con una andanada de alaridos. Chris sólo sonrió en signo de afirmación.

"¡¡Tan sólo sigan mirando!!" les gritó en respuesta. Hizo una seña al D.J. para que pusiera de nuevo la música. Era una pieza lenta y seductora, perfecta para el plan de Chris. Entrelazó sus manos por detrás de su cabeza, puso sus codos abiertos hacia el frente y empezó a girar lentamente sus caderas en forma circular. Los enojados gritos empezaron a transformarse de nuevo lobunos aullidos al tiempo que continuaba su número.

Chris inclinó su cabeza contra sus manos ahora entrelazadas por detrás de su cuello y empezó la ahora para ella familiar serie de pasos que desencadenarían su propio milagro bioquímico personal. Sería más difícil de lo usual debido a tantas distracciones a su alrededor, pero de alguna forma se las arregló para ignorar el escándalo de la muchedumbre. Se concentró en el ritmo de la música, en las oscilaciones de su cuerpo al bailar, y por supuesto, en el creciente sentir de agujitas sobre sus desbordantes pechos. Pensó en un manantial en la montaña, el agua al bajar de un tejado y en agua saliendo de un grifo. Muy dentro de su cabeza, su cerebro respondió, las hormonas fluyeron, las glándulas secretaron, los ductos lactíferos se expandieron, los tejidos mamarios se llenaron y las pequeñas células musculares se contrajeron. “Vamos”, se susurró a sí misma. “Vamos...”

Algunos miembros de la audiencia empezaron a gritarle a los de las botellas. “¡Adelante, mójenla ya!” gritó uno. El hombre más cercano a Chris levantó su botella de nuevo, apuntó y... se quedó como congelado. “¿Pero qué demonios?”, fue todo lo que pudo decir.

Porque la camiseta de Chris empezó a mojarse por sí misma como por su propia voluntad. Manchas redondas y obscuras aparecieron sobre sus pezones, los que se volvieron visibles instantáneamente al volverse transparente la delgada tela que los cubría. Las manchas se expandieron muy velozmente, expandiéndose hacia afuera para cubrir todo su torso. En cuestión de segundos todo el frente de su camiseta estuvo completamente mojado y pegado a su torso. Ella continuó girando como bailarina del vientre, con la cabeza hacia atrás sin hacer caso del silencio que empezaba a formarse en la audiencia a medida que los presentes callaron sus gritos para mirar con incredulidad.

Los fantásticos pechos de Chris se movían de lado a lado al bailar, chorreando leche dentro de la camiseta hasta que la saturada tela no soportó más. Al mover el torso hacia adelante y hacia atrás al ritmo de la música, empezaron a saltar libres pequeñas gotitas de la prenda mojada. Como siempre le sucedía durante un poderoso reflejo de bajada, Chris disfrutaba de la maravillosa sensación al liberar su leche, a niveles casi orgásmicos, cuando ésta salía a chorros de sus pechos. Su alrededor desapareció por completo al dejarse llevar en su propia esfera de placer.

¡Por Dios, eso es leche materna! Gritó alguien cerca del frente del escenario. Una confusa cacofonía de de exclamaciones, algunas de profunda excitación y otras de asco, llenaron el ambiente. “¡No puedo creerlo!”, “¿Has visto algo así en tu vida?”, “¡Dios, qué asco!”, “¡Creo que estoy enamorado!”, cualquier cosa, alguien lo estaba gritando. Por la reacción de la muchedumbre, uno podría haber pensado que una desnudista extraterrestre con tres tetas era lo que estaba en el escenario.

La locuaz situación entre Chris y la impactada multitud duró solamente unos cuantos segundos más. Chris, en su ensimismamiento, sintió la incómoda humedad cubriendo la parte superior de su cuerpo, sintió el pegajoso y dulzón aroma de su leche al ser evaporada por el calor de las luces e instintivamente pensó: “Mis ropas están mojadas”, tengo que quitármelas. De manera inconsciente tomó la camiseta por la cintura y deslizándola, se la quitó por encima de la cabeza. Sin nada ahora que detuviera el flujo, sus bamboleantes tetas chorrearon hacia adelante, como si se tratara de una fuente, su blanco contenido hacia las primeras filas de asientos. La gente saltó de sus sillas como si fueran a quemarse con algún líquido hirviente.

En ese momento, se escuchó un sonido de vidrio y agua al romperse uno de los sifones contra el suelo. Chris tenía los ojos cerrados, por lo que no vio al hombre que la había tirado acercarse rápidamente a ella con las manos estiradas para alcanzar sus pechos. Repentinamente sintió un fuerte brazo alrededor de su cintura, doblándola dolorosamente hacia atrás al momento de jalarla hacia el frente. Una exploradora y resollante boca buscó uno de sus chorreantes pezones, mientras que una mano, como si fuera una trampa de acero, asía el otro. Durante una fracción de segundo, Chris dudó entre gritar o entregarse a la intensidad de estos estímulos adicionales. El estupor que sentía, inducido por el alcohol, se desvaneció instantáneamente y optó por lo primero. Trató de golpear con la rodilla, pero el hombre estaba inclinado tratando desesperadamente de chuparle las tetas y falló el golpe. Con las uñas rasguñó los lados de la cara del tipo, pero estaba tan cegado por el deseo que no hicieron ningún efecto. Después de lo que pareció una eternidad, Chris sintió otro que par de poderosas manos la sujetaban cuando uno de los guardias del club trataba de rescatarla. Otro guardia, un tipo grande y toruno, le quitó de encima las manos del atacante, lo levantó cual muñeco de trapo y lo lanzó fuera del escenario, yendo a caer sobre una mesa y rebotando inconsciente al suelo.

Hubo gritos, la gente corría y los hombres gritaban. Chris era incapaz de discernir nada y dejó que el guardia le llevara medio cargando fuera del escenario. Sintió que alguien más, tal vez Sherri, le echaba una toalla sobre los hombros mientras era trasladada entre la enardecida multitud hacia el camerino. Escuchó una puerta cerrarse y se hizo un relativo silencio. Sintió cómo su trasero tocó una silla sin ceremonia alguna y, parpadeando para echar fuera los últimos vestigios de su borrachera, levantó la vista para mirar a Sherri y al guardia, inclinados sobre ella y con preocupación en sus rostros.

“¿Se encuentra usted bien, señorita?” le preguntó con un tono de voz cómicamente agudo para su tamaño. Chris asintió lentamente. “Si no le importa, debo volver allá afuera”. El guardia se retiró dejando solo a Sherri para hacerle compañía, quien lentamente se levantó poniendo las manos en sus caderas y con una mirada fija y acusadora hacia Chris.

"Jesucristo, señorita, ¿qué chingados tipo de número fue ese?" le preguntó firmemente, parte en broma y parte enojada y aliviada. Chris se quedó sentada y muda por algunos segundos, entonces empezó a reir y llorar al mismo tiempo. Las lágrimas rodaron libremente hacia su boca al tiempo que trataba de reir a carcajadas y lloriquear a la vez. Sherri la tomó por los hombros hasta que logró controlarse. "No sé qué me pasó allá afuera," dijo Chris con incredulidad.

"Habías hecho tan buen número que tenía que pensar en algo para superarte y dejarme llevar fue lo primero que pensé. ¡No tenía idea de lo que podía pasar!, estaba tan borracha..."; su voz se había apagado mientras seguía ahí sentada abrazando la toalla y agitando hacia los lados la cabeza.

"Te liberaste por primera vez vaya a saber Dios desde hace cuanto tiempo”, dijo Sherri. “¿Quién puede culparte por alocarte un poco?; casi te matan hace un par de meses, por amor de Dios. Creo que fue una manera inconsciente de decirle a la *huesuda* que se fuera al carajo".

“¿Tú crees? Quizás tengas razón. Ciertamente no era mi antigua yo allá afuera esta noche, estoy completamente segura." Chris sorbió por la nariz y se limpió los ojos. "¡Estabas allá afuera chorreando leche sobre la gente! ¿es eso *un poco alocada*? ¡Caray, creo que sí! Creo que vigilaré cuánto alcohol bebo de ahora en adelante. Un Gin y la oxitocina parecen no mezclarse muy bien."

Sherri localizó sus ropas y le pasó a Chris las suyas. "Pensándolo bien, mejor nos vestimos y nos vamos de aquí. Mientras más rápido desaparezcamos del Década Ocho, mejor." Sin embargo no sería una “graciosa huída”, pues terminaban de abotonarse cuando la puerta se abrió de nuevo. Esta vez era el maestro de ceremonias quien entró, con una chamarra puesta sobre su camiseta con el letrero “VEN A MOJARTE”. “Me gustaría hablar con ustedes si me lo permiten”, dijo muy solemnemente.

Mierda, aquí vamos de nuevo, pensó Chris; apuesto a que ha llamado a la policía. ¿Me pregunto en cuánto nos va a salir el chistecito? Y se imaginó a sí misma pasando la noche en la cárcel, con lo que sintió algo de frío en los brazos y las piernas. Por tanto, se confundió cuando el maestro de ceremonias cambió su semblante y dibujó una amplia sonrisa en sus labios.

"Debo decirles, que indudable y absolutamente, sin estupideces ha sido la cosa más endiablada que jamás he visto." ¿Cuántas veces he escuchado eso hoy?, pensó Chris mientras el hombre seguía hablando. "El concurso de camisetas mojadas más único el cual he tenido el placer de conducir. Tú y tu amiga pararon de cabeza el lugar, y en la noche de inauguración.” Buscó en el bolsillo de su chamarra y sacó dos fajos de billetes; le dio el más grande a Chris y el otro a Sherri. "Aquí tienen su premio, felicidades. Aunque también debo decirles, que la administración me ha pedido les pida que nunca vuelvan a participar en un concurso así aquí. ¡Harían que nos clausuraran el local!

Por favor tomen su dinero y vayan a casa, por favor.” Miró entonces hacia la puerta. “Ya está mucho más calmado ahí afuera, pero si fuera ustedes, saldría por la puerta trasera.” Se levantó para irse pero se volvió cuando estaba en la puerta para mirar por última vez a Chris. “La cosa más endiablada que jamás he visto.”, dijo de nuevo y salió. Chris y Sherri no se dijeron palabra sino hasta llegar al edificio de apartamentos y, aún ahí fue un sencillo “buenas noches”. Chris estaba empezando a sentir los efectos de una resaca y se quedó dormida con todo y ropa encima de la cama, los $250 de su primer premio en una mano. Ella tendría que pensar acerca de lo sucedido esta noche en el Década Ocho, pero no por ahora, después. Estaba tan cansada que tan sólo unos momentos después, roncaba suavemente.


LACTOGÉNESIS XIII: LA LLAMADA TELEFÓNICA
Una delgada capa de sudor cubría la cara de Christine. Su pelo, donde rozaba su cuello, también tenía sudor. Su respiración era rápida, casi al borde del resuello. Sus pechos se balanceaban y agitaban por el esfuerzo. Sus caderas subían y bajaban con ritmo creciente.

Rápido, más rápido... Chris echó la cabeza hacia atrás, gruñendo en sincronía con los movimientos de sus caderas. Estaba llegando rápidamente a la cúspide... Sonó entonces un tono, el Stairmaster dejó de acelerar y entró en la fase de enfriamiento del programa de ejercicios. Chris lanzó un gruñido de alivio al sentir la quemante sensación en sus piernas disminuir gradualmente. Usó la toalla colgada en su cuello para secar el sudor que amenazaba con rodar hasta sus ojos.

No está mal, pensó. Llegaré al máximo de esta cosa muy pronto. Oyó el timbre del teléfono, pero decidió dejar que respondiera la máquina contestadora. No se había enfriado lo suficiente y temía sufrir calambres si se detenía ahora. Sonó un tono diferente al momento de terminar el saludo e iniciar la espera por la respuesta, la cual llegó dos segundos más tarde. La voz que salía del altavoz era a pausas, casi temerosa.

"¿Chris? er, hola, soy Carl. Yo, er, yo lamento no haberte llamado antes. Me enteré de tu accidente y en serio, he querido llamarte, pero he tenido mucho trabajo estos días y, er, bueno, tú sabes cómo es ésto. De cualquier forma, estaré en la ciudad por un par de días en reuniones sobre una nueva línea de productos y, er, bueno, me gustaría verte de nuevo mientras estoy aquí. ¿Te importaría? Ha pasado mucho tiempo, y no estoy seguro cuando volveré. Vaya, pensarías que un vendedor debiera estar acostumbrado a las máquinas contestadoras, pero yo aún las detesto. Er, estoy en el Sheraton hasta el martes por la tarde. Me gustaría cenar contigo, platicar, er, lo que gustes. Por favor llámame, ¿si? Espero que podamos reunirnos. Hasta luego."

Chris bajó del Stairmaster, se dirigió a la contestadora y repitió el mensaje para asegurarse de que era quien creía. Buen Dios, es Carl Banks, pensó. De regreso de entre los muertos y con la cola entre las patas por como sonaba. Sin mucha molestia, Chris sacó de su memoria recuerdos, que creía olvidados, de Carl Banks. Él y Chris se habían conocido en un gimnasio tiempo atrás, cuando era *el* lugar para conocer *solteros fáciles*. ¿Podrían haber pasado ya tres años? Él trabajaba como vendedor de productos semiconductores en ese tiempo; ella trabajaba en una editora de revistas. Su relación había sido tempestuosa, hilarante, espontánea y casi enteramente física. Había durado cinco meses antes de que a él le dieran la oportunidad de un ascenso y lo tomara. Se había mudado al otro lado del país casi sin decir palabra y no le había llamado desde entonces. Sonrió amargamente cuando lo oyó mencionar que aún era vendedor. Tanto relajo por un ascenso, pensó. Recordó cuánto le había dolido – en ese tiempo era una chica a la antigua, de un solo hombre, y aunque no había habido más que sexo en su relación, le había gustado y no le pareció bien la forma tan abrupta en que había terminado

Su dedo revoloteó por sobre el botón “borrar” al tiempo que consideraba qué hacer acerca de Carl. Notó con cierta satisfacción que no había rastro alguno de sentimientos por él, así que no habría remordimientos si no le regresaba la llamada. Aún así, sentía curiosidad. Dondequiera que Carl hubiera estado, había estado bien perdido y también hacía tiempo que Chris había barrido las cenizas de la relación y echádolas al olvido. El incidente en el club Década Ocho hacía tres semanas le había dado una sacudida más fuerte de lo esperado. El ataque por el loco ese de la botella con agua carbonatada había estado cerca de una violación por mero placer, lo más cerca como para que ella no saliera con ningún hombre desde entonces. Carl era alguien seguro, por lo que Chris decidió guardar el mensaje y alistarse para tomar un baño.

Conforme el agua escurría por su cuerpo y se enjabonaba, Chris se dió cuenta de que Carl no tenía ni idea de su apariencia actual o mejor, de lo que podía hacer. Todo lo que sabía era que Chris era una mujer con una silueta bastante ordinaria y hábitos sexuales bastante comunes. Nomás quiero ver que reciba una descarga de éstas, pensó con malicia. Apretó sus tetas juguetonamente, causando que un poco de leche escurriera y enjuagara el jabón sobre sus pezones. Pasó una mano por sobre su pubis, tan suave como la piel de un bebé, recordando la forma de quejarse de Carl con respecto a que sus vellos púbicos se atoraban en su garganta. Oh, por fin lo hice, Chris dijo para sí, al tiempo en que los movimientos de su mano y recordaba sobre lo bien que se sentía cuando Carl la penetraba, metiendo el pito en su panocha. Podríamos bien terminar el trabajito...

La regadera de Chris era de la variedad de las que se extendían con la mano y daban masaje; la tomó del soporte, la puso en modo de pulsaciones y empezó a pasársela por el cuerpo. Los chorros de agua a presión repiquetearon sobre sus pechos como miles de pequeñas agujitas sobre la piel por fuera y que desencadenaron la ya familiar sensación de piquetitos en su interior. Las gotas que caían de las puntitas rojo obscuro en sus pechos se tornaron de la transparencia del agua al blanquecino opaco de la leche materna al momento en que ella permitió que su leche bajara. Chris se recargó contra la pared de la ducha, haciendo que sus pechos apuntaran ligeramente hacia arriba, enviando chorritos en forma de arco casi hasta la pared de enfrente al empezar a extraerse la leche con la mano libre. Puso los pies en las esquinas del pequeño habitáculo, dobló un poco las rodillas y lentamente guió la pulsante regadera hacia su depilada panocha, cuyos labios se habían henchido y cuyo clítoris sobresalía en su unión más elevada. Al momento de ser éste alcanzado por el golpeteo del agua, Chris tragó saliva por la fuerza de impacto y la desvió para un contacto menos directo. Uno o dos segundos más tarde había encontrado la combinación perfecta de flujo y presión, y estaba bien encaminada hacia otro satisfactorio orgasmo. Conforme se acercaba al momento mágico, inclinó la cabeza y llevó un pecho a su boca, (eran demasiado firmes como para poder hacer eso). Rodeó el pezón con sus labios y empezó a beber, maravillándose con la tibieza y dulzura de su leche en la misma forma en que lo había hecho en otras ocasiones. Al igual que antes, ésto era suficiente para completar su viaje rumbo a un orgasmo. Su panocha dejó salir su néctar, rivalizando con la regadera en cuanto a la intensidad del flujo. Las piernas de Chris, debilitadas por el ejercicio, apenas pudieron sostenerla cuando se estremeció debido a la intensidad del orgasmo. Sintió sus jugos fluir a lo largo de ellas, para ser inmediatamente enjuagados por el agua. Conforme pasó el momento más intenso, Chris soltó su pezón el cual siguió goteando. Pasó los siguientes minutos vaciando ambos pechos – la ducha era un buen lugar para hacerlo aún cuando no se estuviera masturbando. Lo hizo en buena parte succionando ella misma, ya que tenía sed por el ejercicio y las últimas onzas las extrajo a mano y tuvo entonces otro orgasmo menos intenso mientras lo hacía y entonces se dio cuenta de que había pasado algo más de media hora en la ducha. La cuenta del agua va a ser estratosférica este mes, dijo para sí al momento en que cerraba la llave y alcanzaba una toalla.

Estaba secándose mientras caminaba por el apartamento, sin importarle las ventanas abiertas, rumbo al teléfono. Dejó caer la toalla cuando levantó el directorio telefónico para buscar el número del Sheraton. Marcó el número y pidió por la habitación de Carl, pero no lo encontró. Probablemente estaba en el bar tratando de ligar, pensó con desdeño. Dejó un corto mensaje: "Carl, soy Chris. Qué bueno que has vuelto. Sí, me encantaría verte. ¿Qué tal mañana por la noche para cenar?, pasaré por el hotel a las 7:30. Nos vemos." Cuando colgó, notó de reojo su cuerpo desnudo en el espejo del recibidor, gotitas de agua brillando por aquí y por allá sobre su piel. Carl, *mi amorcito*, te espera una *gran* sorpresa. Sus pezones empezaron a erguirse de nuevo cuando pensó en su plan de ataque. Los miró y vio que aparecían pequeñas gotitas blancas. Sacudió la cabeza y las secó con la toalla. “Esto es ridículo”, dijo en voz alta.

Cuando se vestía, se dio cuenta de que aunque no sentía nada por Carl, sabía que la preparación de llevarlo a la cama significaba un largo día de trabajo para mañana. No puedo creer cuánto trabajo me va a costar la oportunidad de patearle el culo a este tarado, se dijo a sí misma. *Tengo* que empezar a conocer a otras personas y de inmediato su mente se puso a trabajar pensando cómo podría hacer eso. No estaba aún consciente de ello, pero su subconsciente estaba por llevarla por senderos que la llevarían a sitios que la antigua Chris nunca hubiera imaginado.


LACTOGÉNESIS XIV: LA VIEJA LLAMA, PRIMERA PARTE
Christine levantó la mirada de su plato de fettucini carbonara para encontrarse de nuevo con los ojos de Carl Banks fijos en ella. De nuevo sonrió maliciosamente y desvió la mirada, todo parecía ir de acuerdo al plan. Chris había planeado muy bien la combinación de ropa y maquillaje para permitir que se percibiera sólo lo mínimo de su increíble transformación física. Ella quería que Carl notara que había habido algunos cambios desde la última vez que habían estado juntos, pero también quería que él se preguntase constantemente cuáles eran y sus poco discretas miradas le indicaban que había logrado el efecto deseado. Desde que llegaron al restaurante Chris había manejado la conversación, manteniéndola trivial y salpicándola con suficientes pero veladas referencias sexuales para mantener muy interesado a Carl y preguntándose si le sería posible acostarse con la chica que había abandonado sin más hacía ya casi tres años. Chris quería tentarlo lo suficiente para que mantuviera una erección durante toda la cena. Ella no era cruel y le sacudiría el esqueleto antes de que terminara la noche, pero se iba a asegurar por completo de que el encuentro sexual fuera en su lado de la cancha y bajo sus condiciones.

La conversación había llegado a un punto nulo cuando llegó la comida y Chris permitió que el silencio continuara. Finalmente, se inclinó calculadoramente hacia adelante, de forma que su holgada ropa revelara un poquito más de las increíbles curvas que había debajo "¿Y?," dijo Chris con una sonrisa. "Nada," dijo él calmadamente.

Chris dio un sorbo a su copa de vino. "Vamos, Carl, olvidas lo bien que nos conocíamos. ¿Cómo crees que podíamos pasarla tan bien en la cama?, se que algo más aparte de vender tarjetas de computadora está dando vueltas en esa cabecita tuya, déjalo salir."

Carl hizo una pausa y dijo con franqueza: "Bien, no puedo creer lo bien que te ves. Para ser honesto, esperaba tener que ser gentil e ignorar cicatrices, desfiguraciones y todas esas cosas. Escuché que habías quedado bastante mal cuando te atropelló ese auto y en vez de eso te ves, de hecho, increíblemente bien, mejor que nunca". Chris mantuvo una sonrisa en su cara, pero estaba muy molesta por dentro. Tan superficial como siempre, pensó. Está aliviado por no tener que pasar la noche con la *mujer elefante*, creo yo. ¡Qué dulce es!, ¿Y qué es esa mierda de *mejor que nunca*?, ¿Pues cómo estaba antes, cómo picadillo de hígado? Decidió acelerar un poco la noche, antes de que perdiera el interés por completo en este pedazo de pendejo.

“Eres tan dulce”, mintió. “Por un momento creí que me estabas desnudando con la vista”. Se inclinó un poco más, dejando deliberadamente que sus pechos se apretaran contra la tela de su blusa y yendo a reposar sobre la mesa. Le dijo con voz melosa: “¿Por qué no salimos de aquí y lo haces con tus propias manos?”. Las cejas de Carl se arquearon hacia arriba y tuvo que concentrarse para evitar ahogarse con la comida. Como siempre, un multihabilidades que nunca perdía oportunidad.

Carl pidió de inmediato la cuenta y en cuestión de minutos estaban ya en el apartamento de Christine. Ella estaba algo perturbada por la premura con la que él quiso salir del restaurante, pues esperaba poder jalonearlo un poco más. Obviamente él no estaba interesado en recuperar esos tres años, sino sólo en acostarse con ella. Ella no tenía problema con eso, pues eso era lo que también quería. ¿Para qué estropear las cosas cargando con tantas emociones viejas?

Chris dejó caer su bolso en una silla y fue directamente a la recámara. "Siéntate," le dijo a Carl por encima de su hombro. "Las bebidas están donde siempre. Prepárate algo, regreso enseguida." Escuchó los cubos de hielo en el vaso al cerrar la puerta y empezó a encender velas por toda la habitación. Apagó la luz y se desvistió rápidamente. No había marcha atrás, estaba decidida, me lanzaré a la garganta... Había elegido un juego de pantaletas y sujetador en color verde bosque. El sujetador tenía las copas bajas para dejar asomarse las areolas y las pantaletas eran de corte francés, lo suficientemente angostas para que se hiciera obvio que su pubis estaba completamente depilado. La abertura entre sus pechos era profunda e invitante, su abdomen plano y firme. Se puso de nuevo los zapatos de tacón y se dirigió al recibidor, donde tomó una pose deliberadamente seductora. Se quedó quieta sin decir nada y esperó a que la bomba diera en su objetivo.

¡Un blanco perfecto!, la cara de Carl era la del mismísimo asombro. Sus ojos recorrían el cuerpo de Chris de arriba abajo buscando la mejor parte. Su bebida se derramó por el temblar de su mano, yendo a caer la mezcla helada de escocés con agua mineral justo en su entrepierna. Podría haberse apreciado una columna de vapor elevándose desde allí cuando pegó un salto y empezó a limpiarse con la mano libre. Chris contuvo una risita.

"¡Caray!", fue lo único que pudo decir. "Chris, eres realmente tú?, ¡No te recuerdo para nada así!, ¿Qué te hiciste?, pensé que no te gustaban los implantes..." Pedazo de idiota, pensó Chris. Es bueno que me sienta muy excitada o ya lo habría mandado *a freir espárragos* antes de que saliéramos del restaurante. "Todo es completamente natural," dijo Chris en vez de eso. "Natural al cien por ciento. Creo que sólo tuve un desarrollo tardío”. Caminó hacia él y sin avisarle le plantó un fuerte beso a la vez que le quitaba la bebida de la mano. Hora de llevarlo al corral. "Suficiente charla," le susurró al tiempo en que recargaba sus tetas contra el pecho de él. "Vamos a *planchar* las sábanas."

Llevó al impresionadísimo Carl a la recámara. En su relación previa, Carl siempre tomaba la iniciativa. Lo aplastantemente seductora que estaba Chris y el shock que había provocado la revelación de su nuevo cuerpo la había puesto por completo al control en esta ocasión. Se volvió y desabotonó su camisa mientras él se hacía nudos con su cinturón. Ella se agachó y le bajó los pantalones y calzoncillos de un tirón y su pene se balanceó libre, parecía que había estado erecto desde hacía largo rato y el glande estaba completamente lubricado. Justo como lo recuerdo, pensó Chris. No muy largo, tal vez un poco más corto del promedio, pero tan grueso como su muñeca. Había sido suficiente para satisfacerla hacía tres años. ¿Cómo se sentirá ahora?

Chris pasó su lengua trazando una línea a lo largo y por debajo del pito de Carl empezado por la raíz. Cuando llegó a la punta del glande, lentamente la envolvió con sus labios y empezó a engullirlo en un movimiento agonizantemente lento. Recordando algunos consejos dados por Sherri, relajó su garganta y permitió que el pene se restregara contra su paladar. Toda esa práctica con los plátanos había servido de algo, pues era capaz de suprimir el reflejo de tragar. Con lentitud, *se lo engulló hasta las bolas*. Carl tomó aire por entre los dientes y dejó escapar un fuerte grito de placer cuando Chris abrió aún más su boca para, con su pene bien metido hasta su garganta, extender su lengua para lamerle el escroto. “¿Dónde aprendiste a *chuparla* de esa forma?", murmuró. Chris retrocedió lentamente en la misma forma y empezó a moverse más rápido, deslizando su boca a lo largo del pene de Carl, manteniendo la presión con su lengua. Luego siguió su mano, apretando y yendo de arriba a abajo. Chris sintió cómo la erección de Carl se endureció aún más; bien, pensó, quiero ver como ruegas para poder eyacular. Miró de reojo hacia arriba moviendo la cabeza de atrás hacia adelante y balbuceando: “mierda, mierda”.

Así era como iban las cosas...


LACTOGÉNESIS XV: LA VIEJA LLAMA, SEGUNDA PARTE
Carl se inclinó un poco hacia adelante y empezó a desabrochar el sujetador de Chris. Tenía muchos más broches de los que pensaba. Cayeron los tirantes, pero sus pechos eran tan firmes que las copas se mantuvieron en su lugar. Él empezó a acariciarlos bruscamente, manoseando y apretando en una forma para nada tierna. Chris sabía que una de sus sorpresas se descubriría prematuramente si lo dejaba continuar, por lo que se zafó y gentilmente quitó las manos de Carl de sus pechos. Lo llevó a la cama con la erección pulsando al ritmo de su acelerado corazón y se acostó en la cama arqueando la espalda atrás, elevando sus impresionantes pechos hacia el cielo. Carl esperaba que desaparecieran desplazándose hacia las axilas pero se sorprendió cuando no lo hicieron. Buscaba las cicatrices de la cirugía sin convencerse de que esas magníficas tetas pudieran ser reales, que pudiera ser todo natural en Chris. Ella tomó sus manos y las puso sobre sus caderas, diciéndole sin palabras que le quitara las pantaletas. Él lo hizo y se sorprendió nuevamente ante la vista de la vulva sin un solo vello de Chris. "Mujer, no se qué te ha causado todos estos cambios, pero me gustan, me gustan". Carl no pudo ya más hablar, pues Chris le tomó a cabeza y se la empujó hacia sus expectantes carnes. Recordaba cómo tenía que rogarle para que le hiciera sexo oral en el pasado; ahora, él no podía quejarse del vello púbico entrando en su boca. Carl lamió con gusto, pero cuando percibió el dulce aroma de mujer, se lanzó con el frenesí de un hombre hambriento. Su lengua entró por entre los labios menores y se arremolinó sobre el clítoris aperlado, describiendo rápidos círculos. Los jugos de Chris empezaron a fluir, cubriendo su barbilla y escurriendo por su cuello. Carl deslizó su dedo índice por la hendidura, encontrando la entrada de su vagina e insertándose en ella; dobló su dedo hacia arriba, buscando el punto G de Chris. Otro dedo le siguió y después un tercero. Chris sintió cómo le empezaba a llegar un orgasmo, pero era muy pronto, demasiado pronto. Necesitaba retomar el control, por lo que se liberó de nuevo, deslizándose por debajo de él y moviéndolo hasta que quedó acostado de espaldas en la cama.

Chris pasó una pierna por encima de las caderas de Carl y, buscando por detrás de ella, tomó su pene y lo guió hacia su babeante panocha. Frotó con la punta a lo largo de la entrada de su vagina, dejando que se abriera y en un suave movimiento se sentó, insertándose el falo hasta la base. El grosor del pene de Carl le estiró la vagina, al principio con algo de dolor, pero a medida que siguió lubricando, la sensación cambió a una de intenso placer. Chris no había tenido un pene en su interior desde hacía meses y como resultado, sabía que no resistiría por mucho tiempo. Empezó a cabalgarlo, dejándolo salir casi hasta la punta y dejándose caer de vuelta. Usando otro de los consejos de Sherri, empezó a hacer ejercicios Kegel, apretando y liberando el pito de Carl con sus músculos vaginales. Ella había descubierto que estos ejercicios habían intensificado sus orgasmos mientras se masturbaba, y esperaba con ansias ver los efectos sobre Carl. Eso era cosa simple, la cara de Carl estaba echada hacia atrás y casi obscurecida por la almohada, sólo su nariz y su boca abierta para tomar aire eran visibles. Él empezó a mascullar groserías al azar al mismo tiempo en que también se acercaba al orgasmo.

Conforme rebotaba sobre él Chris se inclinó sobre su torso, haciendo que sus pechos se balancearan sobre su cara. Apuntó sus grandes pezones sobre la boca de Carl, sintiendo cómo la leche tras ellos presionaba hacia abajo esperando salir. Pensó en la lluvia sobre una ventana, una sola gota deslizándose sobre la superficie. En respuesta, una sola gota de leche y después otra, aparecieron sobre sus pezones y fueron a parar sobre sus labios abiertos. Cuando el dulce sabor llegó a su lengua, los ojos de Carl se abrieron como platos y volteó la cara a un lado. “¡¿Qué demonios es eso?!”, preguntó levantando la voz. Chris se enderezó, con dos delgadas líneas de leche corriendo por la parte baja de sus pechos. Dejó de rebotar pero continuó moviendo sus caderas, manteniendo el contacto del pene de Carl con su clítoris. “Estoy lactando”, dijo simplemente. “¿No es fantástico?, ¿Quieres ver?", y tomó sus pechos con las manos, rodeando las areolas con sus dedos y preparándose para darle un baño. Carl se cubrió la cara con las manos, ¡No, con un carajo!", gritó.

"¡Eso es grotesco!, no lo hagas por favor."

Chris sintió una gran decepción amenazando con desvanecer la maravillosa sensación que le llegaba de entre sus piernas. Había esperado que Carl supiera apreciar su regalo, pero estaba muy sorprendida de que le hubiera sido repulsivo.

Carl nunca había sido muy aficionado a los fluidos corporales, con la posible excepción de los jugos vaginales. Ella estaba más preocupada por el reblandecimiento que empezaba a notar dentro de su panocha. No habría manera de que Carl se escapara sin que ella tuviera primero un orgasmo, por lo que inició los ejercicios mentales para detener el flujo de sus pechos mientras reanudaba sus contracciones vaginales. Segundos después, Carl había olvidado todo acerca de los pechos lactantes de Chris. Chris tenía firmemente afianzado el pene de Carl, apretándolo tan fuerte como le era posible. Su vagina estaba ya completamente mojada y su movimientos creaban una mezcla pegajosa y burbujeante con sus jugos vaginales y la lubricación de él. Ella inclinó sus caderas otro poco hacia adelante para incrementar el contacto contra su clítoris. El incremento en la presión fue demasiado para Carl: "¡Oh, Dios, ya falta poco!" gritó de placer.

Aún no, no todavía, pensó Chris por entre el resonar de su propio apabullante orgasmo. Estiró la mano hacia atrás y, formando un anillo con el pulgar y el índice, los puso en la base del pito de Carl, evitando que su semen subiera y causando que aquél se expandiera mucho más por efecto de la sangre atrapada. Carl gritó y empezó a pedirle a Chris que lo soltara, pero ella era oídos sordos. La hinchazón adicional le había provisto lo necesario para completar su plan, se arqueó hacia atrás y se entregó totalmente a la ola de placer que chocaba contra ella. Al llegar el orgasmo, la marea de jugos vaginales chocó contra el derredor del pito de Carl, mojando su vello púbico y la ropa de cama debajo. Chris empezó a cabalgar como un vaquero sobre un potro encabritado. Cada impulso hacia abajo producía otro chorro de líquido, saliendo al unísono con sus gritos de placer.

La reacción de Carl fue inmediata, gritó incoherencias y arqueó sus caderas hacia arriba tirando a Chris de encima de él, con lo que ella soltó su pene, el cual, ahora sin ataduras, disparó un grueso chorro de semen al aire, yendo a caer sobre su estómago al tiempo que Carl trataba de liberarse de Chris. “¡MALDICIÓN!” gritó. “¡Te ORINASTE en mí, desgraciada puta!”, saltando de la cama y quedándose parado junto a ella y con el cuerpo bajo chorreando y con un hilo de semen colgando de su pene que se encogía rápidamente. “¡¿Qué demonios estas HACIENDO?!” Chris tuvo que hacer malabares para evitar caerse de la cama y se volteó echando humo por las orejas. “¡No me estaba ORINANDO!”, le gritó en respuesta a Carl, “¡estaba EYACULANDO tú, pedazo de estúpido!, ¿Qué te pasa?, ¿Es que acaso no puedes convivir con una mujer completa sexualmente?!”. Carl se apresuró a limpiarse con la colcha y empezó a recoger sus ropas. “¡No se de que maldito planeta vienes, pero no eres la misma Chris que yo conocí!, ¡¿Qué te ha *pasado*, con un demonio?!”.

"Crecí y desperté. No soy el mismo ratoncito sumiso que usabas para consolarte." Ella le lanzó una mirada fulminante mientras él luchaba con sus ropas, saltando en un pie mientras trataba de ponerse los pantalones. ¿Qué era lo que había visto en él? “¡Mierda!, ¡Lárgate de aquí Carl, no quiero volver a verte nunca más!" "No hay problema, ya me voy", dijo caminando hacia la puerta y con los zapatos en la mano. Enojado, se volteó y dijo: “Sabes que nadie nunca va a querer acostarse contigo si se entera que echas toda esa cochinada. Van a salir corriendo así como lo hago yo”. Y salió hacia el recibidor. Chris lo oyó decir “Estúpida puta” antes de que saliera dando un portazo.

Chris se sentó en la cama, tratando de poner en orden sus sentimientos; su cuerpo se quejaba de que Carl lo hubiera interrumpido a medio orgasmo. Sus pechos se sentían como si fueran a reventar y estaba molesta por la intensidad de la negativa reacción de Carl y además, estaba enojada consigo misma por siquiera haberle regresado la llamada.

Se dio cuenta de que era realmente una persona distinta ahora, y en lo concerniente a las relaciones sexuales, cortaría con el pasado y empezaría todo de nuevo. Olvidado estaba todo rastro de la Christine de antes del accidente. Sherri la había iniciado en algunas experiencias nuevas – ayuda frecuente en la campaña (de Sherri) para empezar a producir leche por ejemplo – pero sólo a ella le incumbía el tratar de encontrar el tipo de pareja que le demandaba su nueva sexualidad. Chris miró las sábanas mojadas y pensó: quien quiera que sea, tendrá que gustarle el estar mojado. Se sintió momentáneamente presa del pánico. ¿Habrán realmente hombres allá afuera que me aprecien a mí y a lo que puedo hacer?, se preguntó. ¿O serán todos como Carl, respingando en cuanto vean una gota de leche o un chorrito de juguito de panocha?, no se si pueda soportar eso...

No dejaría que eso la deprimiera, debe *haber* al menos un hombre a quien le excite una fuente humana, se dijo a sí misma. Si hay algo que he aprendido en mis años en la editorial, es que hay todo tipo de personas en el mundo, tan sólo espero que haya alguien del mío. Miró hacia la puerta. “¡Que tengas buen viaje, pendejo!”, gritó. "Soy demasiada mujer para él." Bajó la vista a sus henchidos pechos y sintió el latir en su panocha. Bien, pensó, no tiene caso dejar que se desperdicien las buenas vibras. Con eso en mente abrió el cajoncito de su buró, tomó el vibrador y se encaminó a la otra recámara, donde le esperaba su bomba extractora. Chris no salió de ahí sino hasta pasado un buen tiempo.


LACTOGÉNESIS XVI: EL DESPERTAR
Christine encontró sus llaves en su bolsa y empezó a abrir la puerta de su departamento. Un sonido apagado inusual en el corredor hizo que hiciera callar el tintineo de las llaves con su mano libre para poder escuchar mejor. Whsssh, pfff, whsssh, pfff, whsssh, pfff, hacía el sonido apenas audible. ¿Dónde he escuchado ese ruido antes? se preguntó. Hizo la conexión mental exactamente al mismo tiempo en el que un potencialmente humedecedor reflejo de bajada empezaba en sus pechos. Tuvo que poner de golpe las barreras mentales y presionar simultáneamente su antebrazo al frente de sus amplios pechos para detener el flujo de leche antes de que empezase. El ruido que había oído era el de una bomba para pecho a nivel máximo. Como parte del trabajo como donadora para el banco de leche, ella había condicionado su reflejo de bajada al máximo cuando usaba su bomba extractora, de forma que no estaba preparada para la estimulación repentina que ésta le había causado. Tengo que refinar mis técnicas de control un poco más, pensó. Se estiró para escuchar mejor, tratando de localizar el origen del sonido de la bomba. ¡Por supuesto, procedía del apartamento de Sherri!

Chris entró a su apartamento, fue a su recámara y se quitó la blusa y el sujetador. Seguro, los protectores estaban húmedos. Entró al baño para enjuagar el sujetador y extraer un poco de leche para aliviar un poco la presión. No *voy* a tener un orgasmo, se dijo firmemente conforme la estimulación de sus dedos sobre sus rígidos pezones amenazaban con ponerla en órbita como regularmente lo hacían. Puedo controlar ésto; además, no voy a enjuagar mis pantaletas. Pequeñas corrientes de leche se juntaban en una sola más grande en el lavabo y desaparecían por el drenaje conforme continuaba. Necesito pensar en otra cosa, se dijo Chris, al momento en que sentía crecer una excitación imparable. Me pregunto cómo le irá a Sherri con su "proyecto". No la he visto en varios días y la última vez se quejaba de dolor en los pezones.

Al menos eso significa que continúa en ello, debiera ser cualquier día de éstos...

Chris estaba secándose las últimas gotas cuando sonó el teléfono. "Hola querida, soy Sherri," dijo la voz al otro extremo. "Siento tener que molestarte, pero ¿podrías venir por un minuto? necesito de tus consejos de experta en ciertas cosas." "¿Ahora mismo?"

"Si puedes, se trata de una emergencia."

Apuesto a que tiene problemas con la bomba, pensó Chris. Esas cosas pueden ser muy quisquillosas. Se puso de nuevo la blusa y se dirigió a la puerta. No tengo tiempo para buscar un sujetador limpio.

Sherri salió a su encuentro vistiendo una bata de baño color terracota que se había puesto aprisa sin atarse. Estaba desnuda debajo. Chris pudo ver algunos vellos púbicos rojos asomándose, obscurecidos por la humedad. La bata colgaba muy separada de su torso, empujada al frente por sus masivos y pendulosos pechos, los cuales estaban cubiertos en su mayor parte, pero Chris pudo notar algunas venas color azul brillante entrelazadas por debajo de la piel. Sherri no tenía para nada una sonrisa en el rostro.

Conforme entraba al apartamento de Sherri, Chris dijo: “¿es mi imaginación o estás gigante?, ¿ha pasado algo desde la última vez que te vi?”

Al escuchar eso, Sherri sonrió. "Soy ahora una copa F. ¿Sabes lo difícil que es encontrar lencería bonita en esa talla?"

"¿Debo pensar que esas *cosas* están...progresando?"

Brillaron los ojos de Sherri. "Hablemos luego de eso. Por ahora tengo un problema y me gustaría que le echaras un ojo."

"Dijiste que era una emergencia. ¿Estás bien?"

"Eso es lo que quiero que me digas." En ese momento, Sherri se bajó la bata por sobre los hombros. Sus pechos se balancearon suavemente cuando el material cayó por encima de ellos. Cada uno era al menos de un tamaño para sujetar con ambas manos y todavía sobraba. Casi llegaban a su regazo. Se podían ver ligeras marcas de estrías empezando en la piel en la parte superior. Las areolas eran casi color chocolate y casi tres pulgadas de diámetro. Los pezones apenas se notaban en el centro de cada una. Pequeños vasos sanguíneos se entrecruzaban en la parte baja de cada pecho, como si fueran telarañas. Había mucho que ver, pero la atención de Chris se enfocó en el cuadrante inferior del pecho derecho de Sherri, el cual se mostraba en un furioso color rosado obscuro.

"Ooh, querida, eso debe doler," Chris dijo solidariamente. Pasó las yemas de sus dedos por sobre el área enrojecida y la notó muy caliente. La palpó suavemente, lo que hizo que Sherri tomara aire entre los dientes por el malestar. Chris supo de inmediato cuál era el problema. Miró a Sherri con una amplia sonrisa en la cara.

"Pobrecita de tí," balbuceó Chris. "¡Me lo has estado escondiendo! Tienes un conducto obstruido, querida, lo cual solo puede significar una cosa."

Sherri asentía furiosamente. Ambas gritaron de alegría y se abrazaron entre risas. "¿Hace cuándo desde que empezaste?" le dijo Chris cuando se soltaron del abrazo.

"Apenas hace tres días. No quería decírtelo hasta estar segura. Les he puesto la bomba a estas nenas todos los días durante semanas, tuve pezones agrietados y la bomba se descompuso una vez. Estuve *así* de rendirme cuando de repente la leche llegó a torrentes. ¡Me desperté a media noche el jueves prácticamente nadando en mi cama!"

"¿Te arrepientes de haberlo hecho?"

"¡Pero claro que no! Chris, me siento recargada sexualmente por ésto y puedo tener un orgasmo con sólo caminar con unos pantalones de pana! Me siento como la mismísima Madre Tierra. Quiero decir, *mira* cómo están estas cosas. ¡Están más grandes que la cabezota de mi ex marido! ¡Son magníficas!

"Sólo que en estos momentos me siento completamente miserable. Me tomé unas pastillas Tylenol, pero aún no hacen efecto. Estoy con una congestión de espanto, tanto que mis pechos no caben en las copas de la bomba." Sherri se veía preocupada.

"¿Segura que no tengo una infección o algo por el estilo?"

"No, solo tienes una pequeña congestión aquí abajo. Nada que un poco de hielo, un suave masaje y una amiga no puedan arreglar." Chris empujó a Sherri suavemente para reclinarla en el sillón. "He estado esperando mucho tiempo para hacer ésto," le susurró al oido. "Desde que te amamanté por primera vez..."


LACTOGÉNESIS XVII: LAS CUATRO FUENTES
Chris rozó ligeramente con sus labios la oreja de Sherri y luego trazó una trayectoria de suaves besos a lo largo de su cuello, por una clavícula y hacia abajo por su pecho. Con la punta de la lengua, se puso a jugar a “unir los puntos” con la pecas que salpicaban la parte frontal. Sherri ya respiraba hondamente; sus manos revolvían el pelo de Chris conforme ella jugueteaba sobre su torso. Chris dudó cuando estuvo en medio de ambos pechos y luego empezó a dar besitos rumbo al pezón derecho. Su lengua se revolvió por sobre el pequeño pezoncito, tratando de hacerlo salir de su escondite. Pudo sentir cómo empezaba a endurecerse pero no se irguió demasiado. Lo rodeó con sus labios y empezó a succionar con suavidad. Sherri tiró más fuerte del pelo de Chris y ésta última sintió cómo la primera empezaba a mover sus caderas. Gradualmente, Chris empezó a introducir más y más la areola de Sherri en su boca e intensificó su forma de succionar. Cubrió sus dientes con los labios y aplicó presión en los senos galactóforos alrededor del pezón de Sherry. Esto y la succión tuvieron el efecto deseado: un chorro de líquido a presión salió disparado inmediatamente a su boca. Al mismo momento, las manos de Sherri soltaron la cabeza de Chris; llevó una de ellas al pecho que Chris estaba chupando y empezó a presionar, la otra fue directo a su panocha, de donde empezaron a salir sonidos de chasquidos mojados conforme se empezó a meter los dedos con desesperación.

Chris sintió empezar a excitarse conforme bebía del pecho, ahora distendido, de Sherri. La leche de Sherri era algo más delgada y no tan dulce como la suya, pero su tibieza y gran volumen la excitaban mucho. Puso una de sus manos en el otro pecho de Sherri y empezó a ordeñarlo con suma experiencia. No levantó la vista, pero podría haber jurado que podía escuchar los chorritos de leche contra el techo. Su otra mano la puso en sus propios pechos, los que empezó a sobar por sobre su delgada blusa. Sherri dejó de apretar su teta y movió su mano hacia la blusa de Chris, la cual trató inútilmente de desabotonar. Entonces Chris retiró su boca del pezón de Sherri, el cual había respondido a su succión y tenía ahora una forma mucho mejor definida y del cual continuaron brotando chorritos de leche hacia arriba dando de lleno en la cara de Chris, quien movió la cabeza de lado a lado, riendo mientras de despojaba de la blusa. Llevando sus manos a sus pechos, Chris empezó a ordeñarlos, mojando a Sherri, quien seguía recostada boca arriba, con su ambrosía. Sherri respondió en forma similar, lanzando chorro tras chorro hacia el cielo, dándole a Chris en la cara y en el pecho. Ambas reían como un par de niñas jugando con pistolas de agua conforme seguían rociándose una a la otra. Continuaron así por algunos minutos más, riendo y jugueteando incontroladamente, hasta que cada centímetro cuadrado de piel estuvo cubierto por blancas gotitas y sus cabellos estuvieron mojados y, aún así, continuaron rociando. Impulsivamente, Sherri se levantó y abrazó a Chris. Las tetas de ambas, cubiertas de leche, se apretaron juntas, se rozaron los pezones, sus leches fluyendo, mezclándose juntas y escurriendo por sus estómagos en forma de una blanca sábana.

"Quiero tener un orgasmo," susurró Chris al oído de Sherri, al tiempo en que deslizaban sus pechos una sobre los de la otra, sus leches mezcladas, lubricándolas.

Sherri rió con fuerza. "¿Estás bromeando? ¡Creo que yo ya he tenido dos!"

Entonces se agachó hasta la cintura de Chris para desabotonar sus pantalones elásticos. Chris salió dando saltitos de ellos y los lanzó a través de la habitación. Se dejó deslizar al piso y Sherri la siguió, besándola hacia abajo en la barriga y yendo derecho a su panocha, capturó el clítoris de Chris entre su pulgar e índice, sobándolo mientras lamía el área alrededor. Entonces, en un solo movimiento, chupó la labia de Chris con su boca mientras insertaba su lengua en la vagina, chupando ferozmente por algunos segundos mientras sujetaba las galopantes caderas de Chris con sus antebrazos. Luego, empezó a lamer más lentamente, empezando por el ano y moviéndose hacia arriba, hacia la punta del clítoris, todo en un solo trazo. Al momento en que sintió los muslos de Chris empezar a temblar conforme se acercaba al orgasmo, Sherri le insertó tres dedos en la vagina, al tiempo en que plantaba su lengua directamente sobre el clítoris y le daba suaves lengüetazos una y otra vez. Chris lanzó un fuerte grito de placer, su vagina se contrajo y un torrente de fluido cayó en cascada sobre los dedos de Sherri y escurrió por su brazo. Riendo descontroladamente, Sherri levantó su mano, embadurnada con los jugos de Chris y empezó a untárselos en su cuerpo.

Chris aprovechó la oportunidad para tomar la iniciativa y empujó a Sherri de vuelta sobre el piso. Los vellos púbicos de Sherri rozaron la nariz de Chris al momento en que se acercó para chupar su vulva, moviendo su cabeza adelante y atrás mientras acariciaba el gran clítoris de Sherri con su boca. Sherri siguió riéndose, en un completo abandono, mientras de sus pechos exprimía las últimas gotas de leche. En ese momento, Chris se levantó y empezó a restregar uno de sus pezones contra la panocha de Sherri, principalmente contra el clítoris.

"Ooh, querida, justo así," murmuró excitada Sherri. "Tus pezones son tan grandes que se sienten como un pito. Métemelo." Y así lo hizo Chris. Sentía como si su pezón fuera de más de una pulgada de largo conforme desaparecía en la panocha de Sherri y reaparecía para acariciar su clitoris. "Vente dentro de mí," gruñó Sherri. Chris entendió la idea y puso la mano justo sobre la areola. Salió un chorro de leche y dio justo en el clítoris de Sherri. Esto fue suficiente para enviar a las nubes a Sherri una vez más, gritando y agitándose al tiempo en que la leche de Chris regaba su vagina.

Poco después yacían juntas en el piso del apartamento de Sherri, con el deseo flotando en el ambiente, Chris murmuró, “te ayudaré a limpiar luego”, con lo que se rieron nuevamente. En la espontaneidad del momento, les había pasado desapercibido el batidero que cuatro pechos repletos de leche podrían hacer. Habían manchas blancas sobre el sofá, la alfombra... hasta había leche goteando desde el techo. "No te preocupes, se exactamente como limpiar estas manchas."

"Apuesto a que sabes," murmuró Sherri al tiempo que frotaba su nariz y boca en el cuello de Chris.

"Lo único que me preocupa es tener que dejarte ir antes de que termine contigo." Se separó con dulzura y se puso de pie. "No te muevas. Ya vuelvo." Fue a su recámara, gotitas de leche recorriendo hacia abajo su cuerpo conforme su hermoso trasero se alejaba por el corredor. Se tardó menos de un minuto, trayendo consigo en una mano un gigantesco dildo de doble cabeza, el cual debía medir unos buenos 45 cms, y en la otra un tubo de jalea lubricante.

"Mmmm. no creo que necesitemos eso," dijo Chris, refiriéndose al tubo de lubricante. Tomó el dildo de la mano de Sherri y procedió a rociarlo a todo lo largo con leche. Se pusieron entonces acostadas de frente y con sus piernas entrelazadas, tomando cada una un extremo del dildo. En un solo movimiento acordado, insertaron los extremos en sus vaginas y empezaron a moverse una hacia la otra en suaves movimientos *pas de deux*, sus caderas subían al unísono uniéndose por el dildo en una distancia cada vez menor. Lenta e inexorablemente, el dildo desapareció por completo dentro de ellas hasta que quedaron con sus vulvas unidas y sus clítoris rozándose. Como si lo hubieran ensayado antes, sus manos fueron hacia sus pechos y nuevamente la leche comenzó a fluir. Parecían una fuente erótica debido a los cuatro grupos de chorritos formando arcos blancos cayendo como fina lluvia sobre sus ondulantes cuerpos. Hasta sus gritos de placer estaban en sincronía y por supuesto, sus orgasmos fueron simultáneos. Las secreciones de Chris lubricaron tan bien sus panochas que el dildo simplemente salió rebotando al piso, causando que soltaran una serie de carcajadas.

Sherri se sentó, cubriendo con sus manos sus pechos. "Nunca pensé que se sintiera tan bien," dijo. "He hecho muchas cosas hasta ahora, pero ésto es completamente nuevo para mí." Sonrió y tomó la mano de Chris. "Ahora puedo darme una idea de lo que has estado pasando." Pasó su mano sobre el cuadrante bajo de su pecho derecho y sonrió de nuevo al notar que el dolor se había ido. "Por Dios, señorita, creo que me has curado." Con seguridad la inflamación estaba disminuyendo, pues luego de toda esa actividad había destapado el conducto obstruido.

La intensidad de la experiencia tomó mucho tiempo para borrarse del piso, paredes y muebles. Chris y Sherri usaron el resto del día todo el contenido de una botella para limpiar tapicería.


LACTOGÉNESIS XVIII: LA INVESTIGACIÓN
La Dra. Sheila Ellis, la endocrinóloga de Christine, parecía excitada al teléfono. Estaba por terminar su investigación acerca de la transformación hormonalmente inducida en Chris, según había dicho, y estaba poniendo los toques finales a un documento científico el cual había titulado "Galactorrea espontánea e incremento de secreciones en el punto de Graefenberg como resultado de trauma a la cabeza en una nulípara de 24 años" y el cual iba en camino de publicarse en el New England Journal of Medicine, pero hacían falta algunos datos clave de resonancia magnética. ¿Podría Chris venir al hospital para una última serie de pruebas?; Chris había aceptado a regañadientes. La única razón por la que había aceptado ser el conejillo de indias de Sheila era la esperanza de que la tensión sexual existente entre ellas, desde que Chris inundara la oficina de Sheila con su leche como resultado de un reflejo incontrolado de bajada, finalmente resultara en algo. Sin embargo y para desilusión de Chris, Sheila se había comportado como una fría profesional durante todas las visitas que había hecho en ayuda de su trabajo de investigación.

En cierta ocasión en que Sheila recolectaba datos sobre la producción de leche de Chris, ésta había pasado la mayor parte del día en la oficina con una bomba pegada al pecho, llenando una botella tras otra con sus dulces secreciones. Nunca antes Chris había recibido una estimulación constante y el resultado había arrojado bastante información. Durante horas había estado Chris al borde del orgasmo, ocasionalmente llegando a alguno, pero sin relajarse del todo y regresando entonces a un estado de agitada excitación desde el cual era muy fácil llegar de nuevo al punto máximo.

Ésto sucedió una y otra vez y Chris se revolvía virtualmente en la silla de paciente, lanzando quejidos de placer al sentirlos como olas que chocaban repetidamente contra ella. Pasadas unas cuantas horas en esta situación, Chris estaba lista para rogarle a Sheila que se uniera a ella, que apagara la máquina o que hiciera *algo*. Pero Sheila había mantenido su postura profesional en todo momento, midiendo el volumen en las botellas conforme Chris las llenaba, anotando los números en una hoja y administrándole dosis de electrolitos a través de un popote para evitar que se deshidratara. Chris durmió doce horas seguidas esa noche.

En otra ocasión, Sheila quiso obtener alguna información sobre la intensidad del reflejo de bajada de Chris, por lo que la había colocado con el pecho descubierto y casi a reventar enfrente de un fondo negro, y le había dado instrucciones para que repasara los ejercicios mentales que le permitieran liberar su leche a máxima velocidad. Cámaras de alta velocidad grabaron los delgados chorros conforme emergían y trazaban arcos a través de la habitación sin que Chris se tocase para nada. Pequeños sensores adosados a los pechos de Chris registraban los casi imperceptibles impulsos eléctricos asociados a la contracción de las células musculares que rodeaban los senos galactóforos, los cuales expulsaban el precioso líquido hacia el exterior. Chris había impuesto un nuevo record ese día, y Sheila estaba notablemente impresionada. Mientras Sheila permanecía frente a los instrumentos, observando las lecturas, Chris estaba segura de haber visto un destello de deseo en su cara – en la forma en que se aceleraba su tasa de parpadeo, se dilataban sus pupilas y por el número de veces que se humedecía los labios. Al igual que aquel fatídico día que ahora quedaba meses atrás. De acuerdo Sheila, yo también lo deseo, Chris había enviado el mensaje. Para variar, Sheila no era buena telepáticamente, así como Chris tampoco quería decir palabra alguna por temor a equivocarse.

Entonces sucedió un incidente con el sensor de humedad. El propósito de Sheila en esa ocasión era el seguir el curso de uno de los episodios eyaculatorios de Chris por medio de un sensor de humedad insertado en su vagina. Chris recordó el fingir vaginismo durante el proceso de inserción, contrayendo sus músculos vaginales tan intensamente que Sheila no había podido insertar la sonda más de una pulgada. Chris pretextó como causa el que se le insertara un objeto extraño, algo que no podía estar más lejos de la verdad. Chris se había relajado solamente después de que Sheila le hubiera dado masaje en sus partes íntimas mientras le dedicaba palabras dulces. Con la cara a tan sólo algunos centímetros de la vagina de Chris seguro que había percibido el aroma causado por la excitación. Aún así, no había mostrado signo alguno que indicase nada extraordinario.

Chris trató la sonda al igual que uno de sus vibradores, tratando de llegar al orgasmo con solamente tensando y relajando los músculos que la rodeaban, y lo había logrado, lo que dio como resultado un torrente que había saturado el instrumento y lo había puesto en corto circuito cuando recibió de frente el golpe de la oleada eyaculatoria. Sheila había logrado desconectarlo rápidamente, pues de otra forma el experimento habría tenido un triste final.

A Chris le había puesto sondas en los brazos para tomar muestras hormonales de sangre durante un evento de reflejo de bajada pero Sheila había mostrado muy poca pericia para encontrar las venas y las molestias resultantes habían interferido con el control mental de Chris para iniciar y detener su producción de leche; los resultados fueron por tanto, no concluyentes. En esa ocasión Sheila había parecido mostrarse algo tibia, disculpándose profundamente por causarle dolor a Chris y curando delicadamente las heridas en sus brazos.

Los ojos de ambas se habían cruzado momentáneamente pero no había nada sino un medico detrás de los de Sheila.

Monitores de pulso, monitores de oxígeno y hasta pequeños sensores de presión en arreglos circulares que rodeaban los pezones para medir su respuesta eréctil; en estas últimas semanas, Chris sentía haber pasado por todas las pruebas con todos los tipos de instrumentos médicos conocidos por el hombre. En todo ese tiempo, hubo varias ocasiones en que Sheila se había pasado las manos por el pelo antes de iniciar el experimento para calmar su ansiedad. Hasta se habían abrazado brevemente un par de veces cuando se había obtenido un resultado prometedor, pero todo había quedado dentro de los límites del decoro profesional.

Esta vez, Sheila quería terminar los experimentos tomando las imágenes de una resonancia magnética al tórax de Chris. Era algo sobre el estudiar la distribución de glándulas y ductos dentro del tejido mamario según había explicado vía telefónica. Para ello, había tenido que devolver un par de favores para poder usar el equipo de resonancia magnética fuera de horario, por lo cual había pedido a Chris que viniera al hospital tan tarde por la noche.

El reloj en el tablero del auto indicaba las 22:48 al tiempo en que Chris entró al estacionamiento del hospital. Al tiempo en que estacionaba, surgió nuevamente el pensamiento que había estado revoloteando en su mente cada vez que acudía a ese lugar. Sheila quiere algo conmigo, se dijo a sí misma, puedo asegurarlo. Entonces, ¿por qué no hace algo al respecto?, ¿no se da cuenta de que no habría problema alguno?

Debido a lo tarde que era, el estacionamiento estaba casi vacío. Chris se había estacionado en la parte trasera por instrucciones de Sheila. Ella había dicho que el laboratorio de resonancia estaba en esa parte del edificio. Lo que intrigaba a Chris era la falta de iluminación a través de las ventanas. ¿Había acaso olvidado Sheila la cita? Chris se dirigió a la gran puerta doble, trató de abrirla y vio que estaba cerrada. ¿Debía tocar? Se asomó al interior y vio un largo corredor vacío. Chris empezó a sentirse incómoda. No puedo quedarme aquí nomás así, pensó. Llevó una de sus manos a sus pechos, los cuales empezaban a molestarle. "Ven con los pechos llenos", le había indicado Sheila. "Necesitamos obtener imágenes de antes y después."

Justo cuando Chris estaba por regresar a su auto, escuchó el inconfundible sonido de unos tacones altos resonando por un corredor lateral.


LACTOGÉNESIS XIX: EL EXAMEN, PRIMERA PARTE
Para alivio de Chris, la dueña de esos tacones resultó ser Sheila. Apareció por un corredor lateral, vestida con la bata blanca de siempre y llevando su libreta. Tenía una amplia sonrisa cuando abrió la puerta, Chris tuvo que admitir, cerrándola inmediatamente después.

"Siento haberte dejado esperando afuera en la obscuridad, pero no sabía la hora exacta en que llegarías," le dijo Sheila. "Afortunadamente se escucha todo desde el laboratorio de RM, o no nos hubiéramos encontrado".

"Estaba empezando a preguntarme eso mismo," admitió Chris. "Ahora, de acuerdo a tu llamada telefónica, parecía que ésto es lo último para lo que me necesitarás. ¿Es correcto?"

"Debiera ser así, si es que no hay ninguna complicación con el proceso. Recordaste el no extraer tu leche antes de venir, verdad?"

"Estoy lo más llena posible antes de sentirme con muchas molestias," respondió Chris. "Aunque espero que no tome mucho tiempo antes de tener que extraerme un poco de leche."

"Bueno, cuándo tiempo nos va a tomar va a depender completamente de tí," dijo Sheila enigmáticamente. Chris estaba por preguntarle a qué se refería, pero para entonces ya habían llegado al laboratorio. Sheila abrió la puerta con una llave, entró y encendió las luces. Chris nunca había visto tantos equipos de alta tecnología juntos en un solo lugar. Todo era de color blanco hospital. La unidad de MR era un cilindro grande y profundo con una plataforma motorizada que se extendía al exterior y adentro parecía haber un espacio bastante pequeño. A un lado y detrás de un cristal, estaba el pánel de control. Sheila se dirigió hacia un biombo en una esquina de la habitación. "Necesitamos empezar de inmediato. Tuve que hacer milagros para conseguir un poco de tiempo y poder usar esta máquina, de forma que tenemos que entrar, trabajar y salir lo antes posible.

“En cuanto puedas, ve detrás del biombo y quítate la ropa. Haremos primero un rastreo de cuerpo completo, de manera que tienes que quitarte todo, inclusive las pantaletas”, dijo Sheila con énfasis.

¿Me pregunto por qué? Pensó Chris conforme empezó a hacer lo que se le había dicho. ¿No se supone que estas cosas *ven* a través de la ropa? Pensó que la petición de Sheila era algo extraña, pero se limitó a encogerse de hombros y rápidamente quedó desnuda. "Aquí no hay ninguna bata," exclamó.

"No la necesitarás. Sólo sal de ahí y sube a la plataforma."

Chris caminó a través de la habitación en su glorioso traje de nacimiento y se recostó sobre la plataforma, la cual estaba fría al igual que la primera; sus pezones estaban dolorosamente erectos a causa de ello y tenía la piel de gallina en todo el cuerpo. "¿Por qué ustedes los médicos trabajan siempre en lugares condenadamente fríos?", se quejó Chris.

Sheila no respondió. En vez de ello, tomó uno de los tobillos de Chris y lo sujetó con una correa. "íHey!" gritó Chris. "¿Qué estás haciendo?"

"El procedimiento requiere que te quedes absolutamente quieta. La mayoría de los pacientes no pueden hacerlo por sí solos y ésto lo facilita." Chris accedió y permitió que Sheila le sujetara ambos tobillos y las dos muñecas, así como que le pusiera una correa en la frente, sujetando así la parte superior de su cuerpo a la plataforma.

"¿Cómoda?"

"Tan cómoda con es posible dadas las circunstancias, creo."

"Bien, creo que estamos listas para empezar." Chris esperaba que Sheila desapareciera detrás del panel y presionara los botones que hicieran moverse la plataforma dentro de la unidad de RM. En vez de eso, dejó su tablilla de notas y se acercó a Chris. Notó la piel de gallina en Chris y puso su mano tibia sobre su estómago.

"Pobrecita, realmente tienes frío. Hagamos que te calientes un poco." Y empezó a desabotonarse la bata de laboratorio. Para cuando alcanzó el tercer botón, se hizo obvio que no llevaba nada debajo. Chris estaba asombrada. "Espera, espera un minuto. Sheila, ¿qué está pasando?"

"Oh, creo que ya lo sabes. ¿Crees que todo este tiempo juntas era sólo para ahondar en mi investigación?, ¿En serio crees que no sentía nada al mirarte chorrear leche y eyacular una sesión tras otra?

He visto cómo me miras mientras lo haces. Has estado tentándome y tratando que te diga algo. Creo que sabes que te deseo desde esa vez en que probé tu leche sobre mi escritorio y has estado tratando que lo diga. Bueno, pues tenías razón y ahora es mi oportunidad de demostrártelo." Entonces su bata cayó al suelo revelando una constitución firme y atlética. Los pechos de Sheila eran algo pequeños, lo suficiente para apenas necesitar un sujetador. Las areolas eran casi inexistentes, pero del centro de cada una habían sendos pezones en color café claro, tan gruesos como un dedo índice y de al menos una pulgada de largo. El frío obviamente no era lo único que contribuía a su tamaño. Más abajo, pasando un abdomen lo suficientemente plano para dejar entrever los músculos debajo, las caderas de Sheila eran bastante amplias, con unas nalgas carnosas por detrás y con vello púbico negro como el carbón por el frente. Chris podía ver que sus labios mayores estaban hinchados y se percibían perlitas de humedad en las orillas.

Chris se dio cuenta cuán indefensa estaba tras dejarse sujetar y empezó a sentir un poco de pánico. Le habría gustado hacer algo acerca del sentimiento que había nacido entre Sheila y ella y ahora se estaba concretando, pero no en la forma en que se había imaginado. Empezó a tratar de zafarse de las correas, pero nada pudo hacer. "Sheila ésto no es necesario. Desde que noté que te gustaba he querido dejártelo saber; podemos tener una relación, sólo suéltame."

"No, me has tentado durante mucho tiempo que pensé que debería ser ahora mi oportunidad de hacerlo." Se inclinó y besó levemente a Chris en los labios. "No te preocupes, no te pasará nada. Relájate, te garantizo que te va a gustar."

"¿No nos va a oir nadie?"

"¿Por qué razón crees que te pedí que vinieras a esta hora de la noche? No hay nadie, despreocúpate. Entrégateme sólo esta vez. Créeme, sólo quiero darte tanto placer como tú me has dado. "

Sheila empezó a acariciar suavemente el cuerpo de Chris. Su toque era tan gentil, su deseo de dar placer tan genuino, que el pánico de Chris empezó pronto a desvanecerse. Nunca antes había experimentado el que la atasen pero tenía curiosidad. Ahora es cuando tienes la oportunidad de saber qué se siente, pensó. Se relajó en las partes en que la sujetaban las correas. Hey, creo que me sobrepasé con ella, se dijo Chris, fui un poco más allá del límite. Son siempre los calladitos quienes te dan sorpresas. Bien, creo que cosechas lo que siembras. Así que, aquí vamos...

"Hazlo Sheila, tómame", le susurró Chris, con tanto deseo en su voz como pudo reunir estando como estaba, atada a una mesa de laboratorio.

Tal como lo esperaba, Sheila se lanzó directamente hacia sus pechos. Uno difícilmente podría culparla; ¿pues quién en su sano juicio podría resistirse a su forma perfecta, a su firmeza y al color rojizo y dureza de las dos cositas gloriosas que los coronaban? Sheila usó ambas manos para abarcar el pecho derecho de Chris. Se inclinó aún más, quedándose mirando el pezón. Al no ver salir nada de leche, puso su boca sobre el mismo como un crustáceo que se adhiere a un barco y comenzó a succionar ávidamente.

"Ow, querida, con suavidad, por favor," le dijo Chris. Sheila succionaba tan fuerte que le causaba dolor. Lo lleno de los pechos de Chris empezaba a dar paso a ese familiar sentimiento de piquetitos al tiempo que el estímulo empezaba a hacer trabajar su magia. Chris de alguna manera quería castigar a Sheila por la forma en que la estaba tratando, por lo que empezó a pensar en el desierto, en tierra cuarteada por la sequía, en polvo… en cualquier cosa que impidiera su flujo de leche. Era difícil; nunca había tenido que contenerse ante una cantidad extrema de estímulo como ésta. Sheila empezó a manipular el seno de Chris como si fuera la teta de una vaca. Chris apretó los dientes para contener la abrumante urgencia de rociar a Sheila y ni una sola gota salió de sus pezones. Unos segundos después, Sheila la soltó y se puso de pie molesta.

"Dijiste que estabas llena," protestó.

"Tú, de entre toda la gente, eres quien mejor debe saber que tengo que estar completamente relajada para tener un buen reflejo de bajada," mintió Chris. Y no estoy exactamente así en estos momentos."

Sheila sonrió. "Conozco cómo es el asunto," dijo con voz melosa. Sheila se colocó entre las piernas de Chris y le separó las rodillas con firmeza. Las correas de los tobillos hicieron que Chris arquease las piernas en forma poco natural, pero su malestar se disipó cuando los carnosos labios de Sheila empezaron a acariciar sus labios vaginales. Su delgada lengua se extendió dentro, más adentro… y los ojos de Chris se abrieron de par en par. ¡Esta mujer podría acomodarse los anteojos con esa cosa si quisiera ! La punta abrió los labios de Chris y probó ávidamente la entrada a su útero. Lentamente empezó a desaparecer en el interior. Por su parte, Chris comenzó a moverse bajo los estímulos de esta serpiente al revolverse. Sintió como si la llenara un pito con la habilidad de cambiar de forma continuamente. Era una sensación única, una capaz de hacer olvidar a Chris dónde se encontraba y en qué situación estaba. La lengua de Sheila estaba ahora completamente en su interior y con la nariz rozaba su clítoris mientras trataba de respirar pegada a él.

La respiración de Chris se empezó a acelerar al aproximarse al clímax y casi no tuvo tiempo de gritar en advertencia antes de que su hinchado punto G soltara una cascada de jugos impulsados por los espasmos vaginales. Las fuertes contracciones empujaron fuera la lengua de Sheila y el flujo que las siguió le dio de lleno en la garganta, pero en vez de atragantarse, su garganta se abrió y se tragó casi toda la corriente lanzada por Chris en la misma forma en que los estudiantes se tragan la cerveza.

Sheila no iba a dejar relajarse de inmediato a Chris y puso sus dedos en el clítoris, sobándolo como toda una experta. Los gritos de placer de Chris, que apenas empezaban a disminuir, volvieron con fuerza y no más de diez segundos después, Chris llegó a un segundo orgasmo. La cantidad de jugos que lo acompañaron fue menos voluminosa, pero la suficiente para salpicar todo el pecho de Sheila, resbalar por sus senos y gotear por sus turgentes pezones.


LACTOGÉNESIS XX: EL EXAMEN, SEGUNDA PARTE
Sheila se puso de pie y miró a sus pechos escurriendo. "Mira, ahora soy como tú." Se movió de vuelta hacia el pecho de Chris, el cual subía y bajaba al respirar.

"Ahora ya debes estar bastante relajada." A Chris le pareció que la piel de sus pechos podría agrietarse por la presión en su interior. "Sí, oh, sí," exclamó. "Bebe de mis pechos. Pruébame..." Justo en esos momentos, gruesos chorros de líquido blanco brotaron de sus pezones, regándose por los lados de sus monumentales pechos para formar charcos cada vez más grandes por debajo de cada axila. Sheila se lanzó sobre los pechos de Chris, lamiendo y chupando como si fuera su última cena. La leche corrió libre hacia abajo del cuerpo de Chris y se regó por las orillas de la mesa, llegando hasta el piso. Sheila siguió bebiendo, pero había más de lo que podía tomar. Todo lo que Chris deseaba era seguir chorreando hasta que ya no quedaran fluidos en su cuerpo. El hecho de que no pudiera usar sus brazos y piernas únicamente intensificó las sensaciones en otras partes de su cuerpo. Tuvo un tercer orgasmo solamente por la manipulación de sus pechos por parte de Sheila y en esta ocasión pudo escuchar el salpicar de sus jugos vaginales contra el piso duro. Su mundo entero estaba concentrado en sus desbordantes tetas... ¿o acaso no era así?, ¿Qué era entonces esa nueva sensación de algo duro entre sus piernas? Chris miró a Sheila; sus dos manos estaban ocupadas. Entonces miró más abajo y tragó saliva con fuerza. Justo ahí, perfectamente posicionado entre sus piernas separadas, con una muy firme y saludable erección estaba nada menos que su confiable médico el Dr. Frankenmuth, el cual se veía muy poco profesional con los pantalones bajados alrededor de los tobillos y la punta de un condón colgando del extremo de su pito.

"Por el cielo, Christine, cómo has crecido desde que saliste del hospital," gruñó con deseo, mientras se introducía de nuevo y lentamente en la vagina de Chris. "Vaya, Sheila, podría jurar que esas grabaciones que me mostraste estaban trucadas, pero ahora lo reconozco. Nuestra pequeña Christine es una verdadera maravilla." Conforme la penetraba por completo, su expresión cambió a una de puro placer. "Y es tan fantástica por dentro como lo es por fuera." Empezó a entrar y salir, en movimientos deliberadamente largos.

Un montón de emociones encontradas correteaban en la cabeza de Chris; sorpresa por la repentina aparición del Dr. Frankenmuth, pánico porque ahora era *atacada* por dos y porque no tenía forma de escapar, deseo renovado porque había fantaseado con el Dr. Frankenmuth desde que él, accidentalmente, había descubierto sus habilidades eyaculatorias hacía meses y quien justamente estaba aquí, introduciéndole su pene. Chris sabía en algún lugar de su mente que esta situación podía calificarse como una violación, pero estaba tan embebida en los resultados de los talentos de los dedos y la lengua de Sheila que encontró que le gustaba el tener el pito duro del Dr. Frankenmuth dentro de ella. Con su vagina lo succionó aún más adentro, hasta que el glande acarició su cérvix al final de cada embestida. Los ojos de Frankenmuth demostraban su sorpresa y sus esfuerzos por postponer su eyaculación empezaban a notarse; simplemente tenía todas las de perder.

"íNo!, ¡No todavía!, ¡No tan pronto!" gritó, pero la vagina de Chris no tenía compasión. Como un ser vivo aparte, apretaba y succionaba sobre su invasor, determinada a extraer su más íntima esencia. Frankenmuth se inclinó hacia atrás, sacándolo al mismo tiempo en que el condón se llenaba con su semen. "¡Maldición!, ¡fue muy rápido!". De hecho no habían pasado dos minutos desde que Frankenmuth, quien había sido avisado por Sheila sobre su plan por ella misma temprano ese día, había hecho subrepticiamente su aparición, mirado la escena y decidido unirse a la fiesta.

Sheila soltó unas risitas por la frustración de Frankenmuth. "Ahh, pobrecito nene. Deje que mami le de unos besitos para que se sienta mejor." Se alejó de los pechos de Chris y se acercó donde estaba Frankenmuth, prácticamente arrancándole el condón usado y casi llevándose la piel de su pene con él.

Se arrodilló de inmediato y extendió su lengua prensil, con la que empezó a lamer hacia arriba, hacia abajo y por los lados el flácido y lleno de semen órgano de Frankenmuth. Bajo ataque por todos lados, su pito no tuvo más remedio que defenderse y lentamente empezó a crecer para hacer frente al reto. El Dr. Empezó a mascullar un sonido gutural conforme su creciente erección desaparecía en la boca de Sheila.

Chris luchó por ponerse en una posición en la que pudiera ver lo que pasaba pero no pudo. Sintiéndose abruptamente abandonada empezó a sentir frustración debido a lo excitada que estaba. Su cuerpo le indicaba que aún tenía más orgasmos disponibles y más leche que liberar. Luchó de nuevo contra sus ataduras y pudo escuchar las frenéticas chupadas de Sheila y los gruñidos de Frankenmuth, lo que la hacía lentamente casi enloquecer. "Mmm, Sheila, eso parece delicioso," dijo. "¿Puedo compartirlo contigo?"

"No, tú te quedas quieta. Es todo mío," dijo Sheila entre chupadas. Frankenmuth, sin embargo, tenía otra idea. Claramente quería intentarlo nuevamente con Chris. Con Sheila aún conectada a su pito, se inclinó por sobre la mesa y liberó una de las correas de las muñecas de Chris, quien rápidamente y se soltó de las otras ataduras. Cuando balanceó sus piernas para ponerse de pie, varios charcos de leche que estaban sobre su cuerpo resbalaron por su barriga, su vulva y sus piernas. Frankenmuth agitó la cabeza ya que no podia creer lo que veía. Chris caminó por detrás de una Sheila arrodillada y se puso detrás, de forma que sus rodillas tocaran sus omóplatos y, mirando a Frankenmuth directo a los ojos le dijo sin palabras: "Aquí estoy, ¿qué se te antoja?". Él puso una mano sobre el hombro de Chris y, agachando la cabeza, empezó a succionar sus pechos. Iba de uno a otro a gran velocidad, por lo que le parecía a Chris como si lo hiciera en ambos a la vez. Sus tetas respondieron con un renovado flujo de leche. Frankenmuth chupaba una o dos veces, causando que saliera un fuerte chorro del pezón duro como piedra, tragaba, cambiaba de pecho y regresaba para renovar el chorro antes de que disminuyera.

"No se lo que sucede ahí arriba," dijo Sheila con voz apagada desde abajo, "pero te ha crecido al doble, cariño. Continúa Chris."

Chris empezó a sobarse la panocha con una mano y usó la otra para tomar una mano de Frankenmuth y ponerla en lugar de la suya. "¿Recuerdas ese día en el hospital?" le dijo. "¿Haz lo que hiciste ese día." El captó la idea, volteó su mano y la usó para acariciar el clítoris de Chris. La posición no era la misma que cuando ella estaba sentada al borde de la cama, pero el efecto sí lo fue. Las piernas de Chris empezaron a temblar y sus rodillas vacilaron, lo que hizo que el cuerpo de Sheila se fuera hacia el frente y que se ésta se tragara el pito de Frankenmuth hasta la base. Él y Chris llegaron al orgasmo simultáneamente, por lo que a Sheila le llegaron dos torrentes – uno desde arriba en cascada por parte de Chris y que cayó sobre su pelo, el otro dentro de su garganta cuando Frankenmuth eyaculó por segunda vez, en esta ocasión contra su úvula. A diferencia de con Chris, Sheila no estaba preparada para ésto útimo, por lo que se atragantó y empezó a toser.

Frankenmuth ayudó a Sheila a ponerse de pie y la sujetó mientras ella seguía tosiendo y tomaba aire para aclarar su garganta. "¿Estás bien, Sheila?" le preguntó y sintió como ella asentía contra su pecho. "Cielos, porque aún estoy duro y hay un orificio que deseo probar esta noche." Con esto llevó a Sheila y la recostó sobre la mesa donde había estado Chris e inmediatamente la penetró.

Ella respondió de inmediato, alzando sus caderas para compensar sus embestidas. No había pasado mucho tiempo antes de que ambos, increíblemente, olvidaran que Chris estaba aún en la habitación.

Por unos segundos Chris consideró unírseles, pero se contuvo al ver lo pequeña que era la mesa. Esta decisión consciente fue suficiente para desconectar su líbido de su cerebro, con lo que emergió la Chris racional; ya saciada sexualmente, se empezó a dar cuenta de que estaba en medio de un laboratorio de MR, desnuda y cubierta con fluidos corporales de varios tipos, suyos en su mayoría, que había casi medio litro de leche materna regada por el piso y dos personas que casi no conocía, entrelazadas en un abrazo carnal sobre una mesa de laboratorio y completamente ignorando su presencia.

Repentínamente todo le pareció una locura y se dio cuenta de que tenía que salir de ahí lo antes posible y sin mirar atrás. Vio una mesa junto a una pared y que tenía sobre ella algunos implementos médicos básicos. Tomó un puñado de gasas y las usó para secarse. Corrió tras el biombo y se vistió lo más rápido que pudo mientras escuchaba los gritos de placer de Sheila y Frankenmuth cada vez más intensos. Sabía que terminarían pronto y la buscarían. Se dirigió rápidamente hacia la puerta y casi había llegado cuando una lucecita titilando llamó su atención. Vio que era el botón de "inicio" del panel de control de la unidad de RM y estaba iluminado. ¡La máquina estaba encendida! La idea de una travesura cruzó por su mente y se dirigió al panel, puso su mano sobre el botón al tiempo en que miraba a través de cristal hacia los dos doctores perdidos en una ola de placer.

Chris empezó a sentir los efectos de haber sido engañada por este par.

Después de que se le pasara por completo el *resplandor* del momento (había sido una intensísima experiencia sexual), empezaba a sentir una especie de humillación. Su visita a este sitio no había sido una pérdida de tiempo pero la habían hecho venir con mentiras. Después de todo la habían usado como un pretexto para encender la pasión que Sheila y Frankenmuth sentían el uno por el otro, y la habían simplemente descartado en medio del torrente pasional. Estos dos tenían que pagar un pequeño precio por ello. Chris miró de nuevo el botoncito parpadeante y luego a la unidad MR. La abertura en ese cilindro se veía endiabladamente pequeña...

Le dio un manotazo al botón de "inicio", lo que hizo iluminarse a otros más. Chris encontró uno que decía "transporte" y lo apretó. Para su satisfacción, la mesa empezó a moverse hacia dentro del cilindro. Las dos personas que copulaban con locura sobre ella ni siquiera lo notaron. Frankenmuth y Sheila estaban completamente embebidos y tan cerca uno del otro como les era posible. Algo muy propicio, ya que apenas y libraron el orificio del cilindro al tiempo en que la mesa desapareció en su interior. Les iba a ser muy difícil salir de ahí.

Chris hizo una señal con el puño en un silente gesto de triunfo "¡sí!" y se fue derechito hacia la puerta, la cual estaba apenas cerrándose detrás de ella cuando empezó a escuchar gritos de sorpresa que salían del laboratorio: "¡Ay!, ¡Hey!, ¡ ¿Qué demonios?!, ¿Chris?, ¿Dónde estás?, ¿Qué haces?, ¡¿Chris?!, ¡Ésto no es gracioso, saca la mesa!, ¡¡Chris!!"

Apenas había llegado a la puerta principal del edificio cuando los gritos empezaron a sonar desesperados. "¡Alguien ayúdenos!, ¡sáquennos de aquí!"

Chris vio a una persona de mantenimiento corriendo hacia ella en el corredor. Luchando por permanecer seria, hizo una seña con el pulgar sobre su hombro en dirección al laboratorio. El hombre asintió y siguió corriendo. Chris caminó lentamente y deliberadamente hacia su auto. Una vez en la seguridad de su interior empezó a carcajearse y no paró de hacerlo hasta que llegó a casa. Me gustaría ser una mosca en la pared durante la próxima reunión de personal del hospital, pensó.

Y nunca volvió a ver a la Dra. Sheila Ellis o al Dr. Frankenmuth de nuevo.


LACTOGÉNESIS XXI: LA INVITACIÓN
Chris y Sherri estaban recostadas una frente a la otra, con tan sólo unos milímetros separando sus pezones, la agitación de un orgasmo mutuo se desvanecía partiendo de sus cuellos y pechos. Se acariciaban suavemente, revolviendo con las puntas de sus dedos las gotitas y rastros de leche materna que salpicaban sus cuerpos tras el remolino de ardor, convirtiéndolas en una delgada y húmeda película la cual se untaban una a la otra sobre la piel. Ambas habian notado, en varias ocasiones, que la leche de Chris era más blanca y espesa, mientras que la de Sherri tendía a ser azulosa, como leche descremada.

Se formó una nueva gota en el pezón de Chris y empezó a correr hacia abajo, hacia su entrepecho. Sherri se agachó y la pescó con su lengua antes de que desapareciera en esa suave y húmeda ranura. Hizo un delicioso y exagerado ruido con los labios, disfrutando el dulce sabor.

“Ahora se por qué los gatitos se vuelven locos con la leche”, dijo.

Chris se volvió sobre su espalda, sus aún goteantes pechos simulando volcanes en miniatura chorreando blanca lava por sus considerables laderas. Sherri se acercó para terminar de mamar y vaciárselos, acariciándolos con las manos todavía húmedas y pegajosas por su última eyaculación, en una forma mas de relajación que estimulante.

Chris suspiró profundamente al sentir como las últimas gotas de leche abandonaban sus pechos. Sherri podia vaciarselos en forma mas completa y dulce de lo que podia hacerlo cualquier bomba y Chris estaba siempre dispuesta a devolverle el favor. Acomodando su cuerpo, escuchó las sabanas impermeables entre ella y la cama de Sherri crugir suavemente en respuesta. Agitó el pelo de Sherri entre sus dedos y languidamente miró al techo al tiempo que Sherri soltaba su pulsante pezón y posaba su mejilla sobre la mullida almohada.

"Realmente me he acostumbrado a disfrutar nuestros encuentros," balbuceó Chris, "y tengo que admitir que lo que hemos estado haciendo es unico y especial, al igual que tu eres la pareja más talentosa que jamás he tenido..."

"Pero..." dijo Sherri. Como Chris no respondió de forma inmediata, anadió,

"Vamos, querida, suelta el zapatazo."

"Oh, Sherri, lo que sucede es que, necesito un *hombre*. Se que no parece muy 'Noventero', y no quiero ofenderte, pero aunque creo que ésto es fenomenal, la mayoría del tiempo me gustaría sentir algo rasposo sobre mi cuello o entre mis piernas, un pecho velludo, y el abrazarme completa a alguien con un pito duro y grueso. ¿Sabes lo que quiero decir, verdad ?"

"Por supuesto, Chris, no hay problema. Se que las mujeres son más la excepción que la regla para tí. Para mí es seis de uno y media docena de lo otro." Se sentó y miró a Chris. "Por lo que he podido ver, tú has tenido una suerte de perros últimamente en lo que toca al departamento masculino, ¿o me equivoco?"

"Tú lo has dicho. Desde que el periódico publicó esa serie de artículos acerca de el acoso sexual en el trabajo, mis companeros hombres pintaron una raya muy lejos en torno a mí". Entonces señaló a sus pechos. "Creo que éstas básicamente los aterrorizan. De cualquier forma, pienso que la mayoría de ellos se apegan a ese viejo adagio, 'No consigas la panocha y la paga en el mismo lugar.' En lo que corresponde a encuentros casuales, olvídalo. No voy a pagar por la espontaneidad con una infección que me mate. Y los hombres en el edificio, aquellos que no son maricas o casados, salen corriendo cuando se enteran que estoy lactando."

Sherri frunció las cejas sin entender.

"OK, estoy exagerando. El meollo del asunto es que, creo que mis estándares están muy altos."

Más tarde, cuando se enjabonaban una a la otra en la ducha, Sherri repentínamente dijo, "Creo que es momento de que me ponga mi sombrero 'Yenta'."

"Oh, por Dios, Sherri, la última cosa que necesito es que la hagas de casamentera o Dra. Corazón. Que pasaría si nuestros gustos en hombres no cuadran? Algo como eso podría arruinar nuestra amistad."

Comprendiendo lo que Chris decía, Sherri le presionó suavemente los pezones. "Hey, no es que quiera conseguirte un marido o algo por el estilo. Es sólo que sucede que estoy saliendo a alguien que podría gustarte. Me gustaría presentártelo, eso es todo. Si no salta la chispa, no pasó nada. Pero si lo hace, entonces continuaremos."

Cuando ya se estaban secando una a la otra, Sherri retomó el tema. "Se llama Jeremy, y a diferencia de ese tarado del Carl sobre quien me contaste, el piensa que la leche materna es el mismísimo néctar de los dioses. Nunca tiene bastante, por lo que he estado fantaseando últimamente sobre como sería compartirlo contigo. Puede que ahora finalmente pueda saciar su sed. Dondequiera que nos reunimos, me deja completamente seca y ¡sigue pidiendo más!"

"Suena intrigante," dijo Chris. La repentina erección en sus pezones demostraba que no mentía. "Dime mas. ¿Cómo es?"

"Veamos. Tiene treinta y pocos, algo chaparro, puede que 1.60 o 1.63. Delgado pero no flaco. Cabello y ojos obscuros. Pelo por todos lados, hasta en los hombros. Se tiene que afeitar dos veces al día. Buen pito, casi 18 cm. Buen aguante también, me sigue el paso bastante bien."

"La cosa va mejorando. ¿A qué se dedica?"

Tiene una agencia de viajes. Tiene muy buenos contactos. Muchos de sus clientes son de la 'alta', del lado norte de la ciudad. ¿Sabías que son del tipo de gente que vuela a la Riviera francesa nomás porque se les antoja? Ésto le ha forrado los bolsillos bastante bien. Tiene un bonito lugar bastante extenso en las afueras."

"¿Personalidad?"

"Cierto que la tiene. Algo inteligente y buen conversador. Tiene un poco la actitud de sacar ventaja en su beneficio de cualquier situación, pero puede ser por el tipo de negocio en el que está metido. 'El cliente siempre tiene la razón', tú ya sabes. No es el tipo más brillante que quisieras conocer, pero es bastante agradable, y como te dije, es bueno en la cama. ¡Vamos, Chris!, no tengo su maldito currículum aquí. ¿Lo quieres conocer o no?"

"Si le entro. ¿Qué se te ocurre, 'Yenta'?"

Sherri se puso una bata y empezó a quitar las sábanas de la cama.

"¿Alguna vez has ido a una orgía a la antigua?" A Chris le sorprendió un poco la pregunta, aunque a estas alturas y concerniente al sexo, había aprendido a esperar casi cualquier cosa viniendo de Sherri. "¿En estas épocas? Pensé que esas habían desaparecido en tiempos de Platón."

"Son bastante discretas. El grupo es bastante reducido, más o menos entre 15 o 20 personas. Jeremy dirige la orquesta. Selecciona a todos los participantes, se asegura de que todos estén sanos y limpios, y tiene una pecera llena de preservativos justo junto a la puerta principal. Ya le he hablado sobre tí y está ansioso por conocerte. Está organizando una fiesta para el sábado de la próxima semana y tendrá como tema la noche de brujas. Deberemos ir disfrazadas de algo que ejemplifique nuestros talentos y deseos sexuales especiales. Parece que nos vamos a divertir mucho. ¿Qué te parece?"

"No se Sherri. Parece que es algo fuera de mis costumbres."

"Ya he ido un par de veces. Son bastante tranquilas. No te presionan para que te cojas a nadie que no quieras. La casa de Jeremy es lo bastante amplia como para que tengas un encuentro individual con alguien en una habitación privada, o solamente te sientes y platiques en algun lugar, o juegues strip Twister con una docena de gentes si quieres. La gente es bastante agradable y de bajo perfil. ¡Carambas, hasta hubo una ocasión en que nadie se desnudó!. Solo estuvimos sentados contando historias y poniendo bien calientes a los demás."

"Pero la idea de hacerlo con un completo extraño, o con dos, o con diez..."

"¡Hey!, Chris, no me critiques ahora. Desde que tú y yo empezamos a respingar en el colchón has estado pidiéndome que te ayude a ampliar tus horizontes. ¡Mira que tan lejos has llegado!. Paraste de cabeza un concurso de camisetas mojadas, te ataron a una mesa y se aprovechó de ti un par de médicos enloquecidos por el sexo; mandaste a volar a tu antiguo novio; has descubierto lo que es hacer el amor con una mujer y me has ayudado a convertirme en una efectiva e imparable máquina lechera. Me parece que una simple orgía de día de las brujas debería ser una progresión natural. Si no te he malinterpretado, ¿quieres conocer posibles candidatos, o no?"

"Creo que necesito pensarlo un poco." Chris interrumpió, haciendo muecas a la vez que se esforzaba por tomar una decisión.

"Lo estas pensando demasiado," dijo Sherri. "Ésto no es para la cabeza sino para tus ovarios. ¡Confía en tu hígado!"

"¡De acuerdo!" Chris exclamó. "Le entro. Sólo prométeme que me sacarás de ahí si algo no me gusta."

"¡Te lo prometo!" Con lo que Sherri le dio un ligero abrazo. "¡Esto va a ser grandioso!”

El sábado de la próxima semana, recuérdalo. Debes empezar a pensar en que disfraz te vas a poner."

"Tienes alguna idea?" Preguntó Chris.

Sherri se dirigió al closet y lo abrió. Dentro colgaba un disfraz a medio terminar. Aún faltaba bastante, pero por los colores, blanco con manchas negras, dejaba ver claramente lo que sería cuando Sherri lo terminara.

"PrDiosss," se rió Chris. "¿Una *vaca*?"

"¿Por qué no?" dijo Sherri encogiéndose de hombros. "A mi me parece natural, ¿no lo crees?"


LACTOGÉNESIS XXII: LA FIESTA DE HALLOWEEN, PRIMERA PARTE
"¿Hola?"

"Hola Sherri. Soy Chris. ¿Cómo va tu disfraz?"

"Ya lo terminé. ¿Estarías lista para irnos en, digamos, quince minutos?"

"Necesito un poco de ayuda para ponerme el último toque de maquillaje.

¿Puedes darme una mano?"

"No hay problema. Estaré ahí en menos de dos coletazos."

Chris colgó el teléfono y continuó la tarea de colocarse el disfraz para asistir a la fiesta que daba el amigo de Sherri, Jeremy, una fiesta de Halloween con matices de orgía, la cual estaba por empezar aproximadamente en una hora. Se había devanado los sesos toda la semana para decidir qué disfraz sería el adecuado para cumplir con los requisitos de Jeremy sobre reflejar algún aspecto en especial de su sexualidad. En ambos casos, el de Chris y el de Sherri, la lactancia era la opción obligada, pero el elegir un disfraz adecuado era mucho menos obvio. Sherri había elegido ir chistosa y modestamente como una vaca lechera, pero Chris quería algo más sutil. Su inspiración llegó apenas hacía dos noches cuando miraba de noche la película “Naranja Mecánica” por cable – específicamente, la escena donde Alex y sus compinches se encuentran relajándose en un bar futurista, tomando sendos vasos de leche junto con drogas alucinógenas. Ellos rellenaban sus vasos con los chorros que salían de los pechos de esculturas de plástico de mujeres desnudas de curvas exageradas y pelucas revueltas. ¡Perfecto!, pensó Chris. La referencia es un tanto obscura y eso servirá para iniciar la conversación.

El dependiente de la tienda de disfraces se quedó intrigado cuando Chris compró prácticamente todas sus existencias de maquillaje color blanco “payaso” y una peluca blanca superexageradamente grande, pero sabía que era mejor no preguntar, especialmente en Halloween. Lo único que le faltaba para completar el disfraz era la parte baja de un bikini blanco -- Chris no iba a ir a la fiesta *completamente* desnuda, solo casi. El acto de untarse el cuerpo, y particularmente sus pechos, con la espesa crema blanca del maquillaje la había excitado un poco, sólo lo suficiente para incrementar su nivel en anticipación a los eventos que vendrían esa noche y para disipar lo que quedaba de su miedo a lo desconocido. Se cubrió por completo con el maquillaje blanco de los pies a la cabeza, lo que daba la ilusión de que realmente estuviera vestida con algo cuando de hecho su única vestimenta era el calzón del bikini. Se había terminado de acomodar la gran peluca blanca y se esaba poniendo unas pestañas postizas exageradamente grandes al mento en que llegó Sherri.

"¡Jesus!, pareces el fantasma de Dolly Parton," masculló graciosamente.

"¡Y tú te pareces a la mismísima Clarabella," respondió Chris, riéndose.

El disfraz de Sherri era de tela blanca con manchas negras, justo como la piel de una fina vaca Guernsey, completo con la cola, las orejas y seis tetas que servían de ubre. El par de hasta arriba eran las propias de Sherri, saliendo por agujeros en la tela y pintadas para parecerse a los dos pares de plástico inmediatamente abajo. Sherri estaba mascando un gran trozo de goma de mascar verde, obviamente para simular pastura.

Una vez que ambas terminaron de alabarse mutuamente sobre sus disfraces, Sherri ayudó a Chris a ponerse maquillaje en la parte de la espalda donde no alcanzaba. Luego, terminó por polvear a Chris con polvo fijador para que el maquillaje no le se cayera al tallarlo accidentalmente. Chris entonces se puso un Viejo abrigo largo y unas sandalias blancas que no importaba que se embarrasen; y así partieron, conduciendo con cuidado para evitar ser detenidas por algún policía. Chris no deseaba dar explicaciones acerca de su disfraz, o sobre la falta de él.

Sherri no se molestó en cubrirse; y mostraba sus “ubres” a los conductores de al lado durante todo el camino a la casa de Jeremy.

"¡Bonita casa!, ¿No lo crees?" Sherri le preguntó a Chris cuando llegaron y se estacionaron frente a ella.

"¡Mas bien, mansión!," comentó Chris. De hecho, la propiedad de Jeremy era absolutamente palaciega comparada con el humilde apartamentito de Chris. La casa era de piedra blanca, de diseño contemporáneo, 500 metros cuadrados fácilmente. Y estaba en medio de un terreno tan extenso que las casas de los vecinos de junto ni se veían. Habían arbustos bien cuidados y una pequeña alberca iluminada con una fuente (una escultura de Venus vertía agua por sus senos, notó Chris) complementaba el camino adoquinado que llegaba hasta una enorme puerta doble, la cual estaba iluminada con luz negra. Una armadura con brillantes ojos rojos en el visor montaba guardia.

Sherri tocó el timbre de la puerta y se rió cuando escuchó un escalofriante alarido sonó en vez del típico y esperado "ding-dong". De repente, ambas se vieron bañadas por chorros de luz rojo sangre encendidos desde arriba, y las puertas de abrieron hacia dentro haciendo ruidos de bisagras oxidadas, en el más puro estilo de la casa embrujada.

No había nadie en la entrada. En vez de eso, una excelente grabación de Bela Lugosi las retó a entrar. El recibidor y el pasillo posterior estaban a obscuras iluminadas tan sólo con algunas débiles velas. Telarañas falsas les rozaban la piel conforme avanzaban lentamente por el pasillo. Al otro extremo, un esqueleto se inclinaba por sí solo para darles la bienvenida apuntando hacia otra puerta. Chris pudo escuchar música y voces apagadas conversando tras ella.

"Este debe ser el lugar," dijo Sherri. "¿Lista?"

Chris se enderezó con aplomo. Un pasito más en el viaje, se dijo a sí misma. ¿Qué tal ésto para el autodescubrimiento? Estoy por entrar a una habitación llena de completos extraños, ataviada con nada salvo maquillaje blanco, y puede que tenga sexo con al menos uno de ellos. Hace un año ¿quién lo habría pensado? Su “yo” ganó la batalla contra su “superego”: se quitó el abrigo y se quedó ahí en toda su brillante y blanca, casi desnuda, gloria. Sus pezones respondieron inmediatamente a otoñal y ligero frío en el aire. En la vacilante luz del pasillo Chris se veía espectacularmente magnífica. Dejó colgado por la mitad el abrigo sobre el brazo extendido del esqueleto y dijo:

"¡Hagámoslo!" Sherri tocó a la puerta. Pasados unos segundos ésta se abrió para dejar ver al anfitrión. Jeremy era exactamente como lo había descrito Sherri: bajo pero musculoso, buena y marcada forma, y bastante peludo. Tenía un hoyuelo como el de Kirk Douglas en el mentón. Era algo difícil dónde terminaba su pelo y dónde empezaba el de su disfraz, pues estaba vestido como un sátiro. Gruesa "piel" le recorria la espalda a lo largo y se ensanchaba para cubrirle el bajo torso y las piernas. Se había pintado la piel expuesta en color café, cuernos prostéticos salían de su frente, tenía las orejas puntiagudas como las del Sr. Spock y pezuñas en los pies. Sostenía una bebida en una mano y una flauta de pan en la otra.

Sin embargo Chris no notó nada de eso, pues sus ojos estaban clavados en su pene, el cual colgaba cuan largo era entre sus muslos. Éste empezó a ponerse firme conforme Jeremy observaba a sus dos nuevas invitadas. Jeremy también lo había pintado de color café.

Dio un paso atrás y miró a Sherri de arriba abajo, sonriendo ampliamente al momento que le decía. "¡Está excelente!, me encanta, que buen diseño." Se incline y añadió, "espero que estés preparada para mostrarnos la razón por loa cua vienes vestida así."

Sherri le devolvió la sonrisa. "Pervertido," le dijo. Entonces señaló a Chris. "Jeremy, me gustaría que conocieras a mi amiga Christine." Jeremy tomó la mano de Chris y la besó. Sus ojos brillaron con malicia al mirarla a la cara mientras que su erección se hacía más notable. "Por supuesto, la adorable lechera," dijo. "He esperado mucho para conocerte. Sherri me ha dicho que eres única." Chris no supo que responder. Jeremy le dispense una mirada mucho más larga de la que le dio a Sherri. Chris sintió sus pezones erguirse mucho más bajo la penetrante mirada. Finalmente, Jeremy dijo, "Permíteme adivinar. Naranja Mecánica, ¿cierto?" Chris miró sorprendida a Sherri. "Te dije que adivinaría", le dijo Sherri. Jeremy se paró detrás de ellas y las condujo por la puerta. Presionó un botón en la pared el cual silenció la música y causó que todos los invitados miraran en su dirección. "Todos," anunció, "éstas son Sherri y Christine, y están aquí para asegurar que todos tomen sus requerimientos mínimos diarios de productos lácteos." Unos pocos que apreciaron mejor el disfraz de Sherri se saborearon la boca y, como la mayoría no entendió a qué se refería, Jeremy prosiguió, "no importa. Seguro que lo entenderán después. Ya todos estamos aquí, de forma que. ¡que empiece la diversion!"

Chris se inclinó cerca de Sherri y le murmur al oído, "Oh, grandioso. ¿Por qué no anunciarlo al mundo? No me gustaría que todas estas personas empiecen a tocarme las tetas y traten sacar leche."

"Si, lo deseas, o no hubieras venido vestida así," le respondió Sherri en otro susurro. Chris estaba asombrada, no por lo que le había dicho Sherri, sino porque se dio cuenta de que era cierto. ¿Cuándo voy a dejar de sorprenderme a mí mismaf? pensó.

Jeremy se colocó entre Sherri y Chris, puso un brazo alrededor de sus cinturas y las llevó al bar. A medio camino, una mujer con un traje de cuero negro de *dominatrix* se interpuso a Jeremy y, sin advertencia, le pellizcó el glande entre sus dedos con uñas negras. El ni se inmutó.

"Bien, Jeremy querido, creo adivinar que ya sabemos quién es tu *preferida*," le dijo, y se alejó. Chris no estaba segura del significado hasta que miró hacia abajo. Jeremy tenía ahora una tremenda erección que le rozaba el pelo en la barriga. Cuando finalmente pudo mirar de nuevo hacia arriba, vió a Jeremy con su siempre presente sonrisa y arqueando una ceja como diciendo, "¿Qué esperabas?"

Chris volteó a mirar a Sherri, quien tenía también una sonrisa enigmática, Solo que la suya parecía decir, "Es todo tuyo si lo quieres." Entonces volvió a mirar la impresionante hombría de Jeremy y de repente empezó a pensar si la pintura en ella se caería en su vagina.

Otra escena de película cruzó por su mente: Bette Davis en las escaleras diciendo, "Póngasne los cinturones. Este va a ser un viaje agitado."


LACTOGÉNESIS XXIII: LA FIESTA DE HALLOWEEN, SEGUNDA PARTE
Jeremy no intentó esconder su erección, la cual estaba tan henchida que casi estaba de color morado por debajo de la pintura café de su disfraz. Chris estaba más apenada que él, pero al mismo tiempo no podía negar que la excitación que el tenía y el hecho de que ella la hubiese causado estaban combinándose para hacer que algunos tejidos eréctiles se activasen en su cuerpo. Ella estaba casi alarmada sobre lo excitada que se estaba poniendo. Conscientemente trató de apagar en alguna forma el fuego que sentía en su interior; después de todo, apenas había llegado, ya habría mucho tiempo para tener sexo después. Por ahora sólo quería mirar los alrededores.

Su primera parada fue el bar, el cual era atendido por una cantinera contratada. El uniforme que vestía la hacía verse completamente fuera de lugar para la ocasión. Chris ordenó un ginger ale con frambuesas, - ella era la conductora designada – y no quería que sus sentidos se adormecieran por el acohol, no esta noche.

Buscó a Sherri y notó, haciendo una mueca, que ya se había esfumado de la habitación. Jeremy, sin embargo, andaba revoloteando por las cercanías, incapaz de alejarse de Chris. Ella estaba asombrada de pensar que lo tenía completamente bajo su control. Después de pretender ignorarlo durante varios minutos, Chris finalmente lo tomó de la mano y le dijo, "Vamos, preséntame con los invitados." Y empezaron a socializar con los demás.

Cuando Chris había elegido su disfraz, había temido que el grado de desnudez que implicaba fuera demasiado para con los amigos de Jeremy, pero ahora se daba cuenta de que se había equivocado. Varias de las mujeres se encontraban en estado comparable de desnudez. Por ahí andaba la inevitable Lady Godiva, pero lo que la hacía diferente era que su pareja estuviera vestida como el caballo. Ella montó sobre su espalda durane buena parte de la noche, ataviada con nada salvo una larguísima peluca rubia y tacones altos, los cuales clabava repetidamente en los costados de su montura. El tipo definitivamente es un masoquista, pensó Chris.

También estaba por ahí Cleopatra, completa con una gran boa constrictor viva, la cual servía para cubrir unos amplios pechos con sendos pezones y piercings duales. Cuando le preguntó sobre la víbora, "Cleo" le dijo francamente a Chris que le servía para masturbarse. Chris dedicó algunos minutos a tratar de imaginarse como lo hacía.

También conoció a "Irina", una mujer de alrededor de 50 años que se encontraba desnuda salvo por unos guantes de cuero negro, botas hasta la rodilla y una máscara. Tenía junto a ella un perro doberman pinscher con un collar con estoperoles y una correa corta. La mujer tenía untada mantequilla de cacahuate en sus dos pechos y sobre su panocha peluda. Mientras conversaban, se sentó en el suelo y dejó que el perro la lamiera hasta dejarla limpia. Chris podía haber jurado que la mujer había tenido un orgasmo durante la conversación.

Chris se encotraba asombrada. ¿De dónde saca Jeremy a esta gente?, pensó.

Jeremy la presentó entonces con un tipo que era obviamente un fisicoconstructivista, pues había venido disfrazado como el Increíble Hulk. El bulto que apareció en sus pantalones mientras la miraba mostraba que la musculatura no era lo único increíble en él. Desafortunadamente, lo único que él pudo decir fue: "¿Y entonces, tienes leche en las tetas?" No era el hombre más brillante que le hubiera tocado conocer, pero ese cuerpazo... Chris sintió como su entrepierna brincoteaba mientras le miraba los pectorales, los biceps, los deltoides, los glúteos, su púbis...

Conforme Jeremy la presentaba con más y más personas, Chris se iba acostumbrando a evitar el contacto ocular con los invitados masculinos. Principalmente porque ellos no podían dejar de mirarle el cuerpo, resplandeciente con su maquillaje blanco fantasmal, con pechos perfectos y pezones erguidos, con un hermoso y plano abdomen, un curvilíneo y casi hemisférico trasero y dos preciosas y tonificadas piernas. Nunca nadie le había dedicado antes tanta antención visual y eso la excitaba. Tal excitación causó que sus altos niveles hormonales se elevasen aún más, por lo que podía sentir como le afectaban la mente y el cuerpo, echando por tierra cualquier inhibición en forma más efectiva que cualquier droga exógena y disparando su producción de leche en grandes niveles. Sintió como sus pezones alcanzaban su máxima extensión, la tibieza y presión en sus pechos creciendo justo por debajo del nivel de malestar. Ella sabía, por experiencia, que la línea de su busto se había incrementado temporalmente en talla por más de una pulgada justo en los últimos minutos, y que no pasaría mucho tiempo antes de que tuviera que pescar al hombre más cercano, brincarle encima y dejarlo todo mojado con leche.

Pero sus calenturientos planes se vieron frustrados cuando Jeremy decidió llevarla de “visita turística” al nivel inferior. La habitación principal, en la cual se enconraban la mayoría de los invitados, estaba conectada por corredores que llevaban a otros cuartos más pequenos, la mayoría de los cuales tenían las puertas cerradas con seguro. Detrás de cada cual se escuchaban sonidos de pasión. Chris sonrió para sus adentros cuando reconoció los gemidos de Sherri saliedo de uno de ellos. Jeremy hizo especial énfasis al mostrarle una recámara, la cual había sido especialmente protegida contra agua: había cubiertas de plástico por todas partes. "Esta la visitaremos después," fue todo lo que dijo sobre ella.

Un poco más lejos se encontraba una habitación donde el único mueble era una mesa redonda con sillas alrededor. Varias personas se encontraban ya sentadas jugando un juego de mesa. Jeremy explicó que el juego seguía el estilo del “turista”, excepto que se negociaban favores sexuales en vez de bienes raíces.

Justo empezaba una nueva ronda y estaba disponible un lugar, por lo que Jeremy hizo sentarse a Chris en él y salió de la habitación, diciendo algo sobre ir a buscar a Sherri. Su erección aun se balanceaba con orgullo conforme salía.

"Pobrecito, los huevos se le van a poner morados," dijo una mujer vestida de gato justo a la izquierda de Chris. "¿Cuándo vas a dejar de estarle poniendo tentaciones?" "Pronto. Me encanta que me admire," respondió Chris. "Estoy algo celosa. Usualmente no se queda mucho tiempo con nadie; parece que no puede separarse de ti."

"Puede que sólo sea el disfraz."

"Lo dudo seriamente." Y a continuación dijo, "Ya que eres nueva, ¿por qué no tiras primero?"

La ficha de Chris, apropiadamente con la forma de unos pechos, fue a parar a un espacio que indicaba que debía sacar una carta del montón y leerla en voz alta. Al tiempo notó que la mayoría de los espacios eran como ése. " 'Durante los próximos sesenta segundos, haz algo sexual que creas que nadie más en la habitación pueda hacer'," leyó.

Entonces, se quedó mirando a la gente a su alrededor, notando la mirada de intriga en sus rostros, y de repente le salió la idea. Ésto tiene que estar arreglado, pensó. Jeremy había, después de todo, anunciado a la llegada, que tanto ella como Sherri estaban lactando. En retrospectiva, se dio cuenta de que Jeremy deliberadamente la había llevado a esta habitación. Todo estaba muy claro, la gente ahí había sido seleccionada por él y todos estaba esperando a que llegara. Era obvio que todos a la mesa querían una demostración de los muy especiales talentos de Chris y, por sobre todo, sus hormonas estaban prácticamente pidiendo a gritos que se las diera.

¡Pero claro que no voy a decepcionar a mis fanáticos!, pensó Chris para sus adentros.



LACTOGÉNESIS XXIV: LA FIESTA DE HALLOWEEN, TERCERA PARTE
Christine se dejó llevar por la situación, sonrió e hizo la silla hacia atrás apartándola de la mesa, se recargó un poco más en el respaldo y separó un poco sus piernas. Con la punta de sus dedos índices empezó a trazar pequeños círculos alrededor de sus pezones; los círculos se agrandaron hasta que abarcaron completamente cada pecho. En ese momento, abrió sus manos, presionando hacia el interior de su torso y luego hacia adelante, en dirección a sus pezones. Más de una docena de chorritos de leche brotaron hacia adelante como resultado, rociando todo a lo ancho de la mesa. Los hombres allí presentes lanzaron gemidos de placer como respuesta y las mujeres chillaron de gusto. Entonces, Chris jaló con sus dedos sus pezones, alargándolos algunos centímetros, produciendo con cada jaloncito un nuevo torrente de leche. Conforme se ordeñaba, Chris giraba sobre la silla para asegurarse que todas y cada una de las personas fuera rociada por los chorritos. Para su sorpresa, ni una sola intentó escapar de ello, por el contrario, se arremolinaban unos con otros “tratando” de atrapar los chorritos con sus cuerpos. Otros mas, se acercaban para lamer las gotitas de las caras de los demás, saboreándolas con sus labios.

"Sesenta segundos, se acabó el tiempo," escuchó decir a alguien, pero la voz sonó muy distante, extrañamente enmudecida por el rugir de la sangre en sus oídos. Hubo un grito colectivo de desencanto.”A volar”, respondió Chris y entonces se oyeron alaridos de complacencia. Se levantó de la silla y se dirigió al tipo más cercano, tomándolo por la cabeza y poniéndosela en uno de sus pechos aún chorreantes. Sin chistar, el tipo empezó a mamar con avidez. Esta estimulación terminó de transformar a Chris en un ser completamente irracional y puramente sensual; con un gemido que resonó hondamente en su pecho, tomó al tipo por los hombros y lo puso contra el piso. Su disfraz de gladiador romano era un taparrabo muy fácil de quitar, por lo que Chris lo hizo a un lado revelando un largo y flaco pito que ya tenía puesto un condón verde brillante (esta gente sí que habia venido preparada). Chris funcionaba ya con una mezcla de puro instinto, adrenalina y oxcitocina; con la mano hizo a un lado el calzón de su bikini y, sin ninguna ceremonia, se sentó sobre la erección del hombre, envonlviéndola con su húmeda panocha. Chris empezó a “cabalgarlo” animada por los gritos de aliento de la multitud a su alrededor; echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos, sus pezones aún goteando leche sobre el pecho del hombre y empezó a hacer sonidos como los de un gorila en celo.

Sintió como un par de manos la tomaban por la cabeza y la guiaban hacia un segundo pito, éste más grueso que el primero, el cual provenía de un uniforme de la Flota Estelar, perteneciente a un hombre muy, muy parecido al teniente comandante Data de “Viaje a las Estrellas”. Sin pensarlo un segundo lo puso en su boca, y empezó a envolverle la cabeza con su lengua, tratando de introducírselo hasta la garganta. En ese momento sintió un par de suaves labios (¿femeninos?) al rededor de cada pezón, chupando furiosamente, tratando en vano de vaciarle los pechos. Acarició las espaldas de las mujeres que mamaban de sus tetas mientras luchaban por quitarse sus disfraces (eran la gata y su acompañante, un ratón) sin dejar de mamar. Sin embargo, sus manos fueron pronto retiradas de ahí y puestas sobre dos sendos pitos erectos, uno saliendo de los pantalones de un "alien" (quien se había pegado otro, casi del mismo tamano por encima del suyo) y el otro perteneciente a un hombre con una máscara del Dr. Hannibal Lecter. Chris de alguna forma empezó a masturbarlos, tratando de mantener el ritmo que llevaba con el pito del "gladiador" insertado en su panocha. Seis personas haciéndole el amor simultáneamente y aún quería más. Podía sentir como se acercaba el mejor orgasmo de su vida, pero aún se veía distante, renuente a llegar a menos que se le tentara con la estimulación más intensa.

Chris recibió la respuesta unos segundos mas tarde, cuando sintió un objeto chato, húmedo y pulsante merodeando su trasero. Nunca antes la habían penetrado analmente, pero ese hecho nunca llegó a su mente consciente. Al sentir a ese primer toque, se agachó un poco al frente y levantó su trasero hacia atrás, relajando su esfínter al intruso que pretendía “atacarla”. El hombre que la penetró era ni más ni menos que "Napoleón", y se sentía gigantesco. El se había colocado un condón con pomada K-Y, pero aun así su primer empujón le arrancó un gemido de dolor a Chris. Viendo esto, Napoleón emprendió la retirada, pero Chris gritó "No!", con lo que empezó a relajarse un poco más, sintiendo ambos pitos deslizándose dentro y fuera de ella, rozándose el uno al otro separados solamente por la delgada pared que separaba su vagina y su recto. .Chris empezó a mover sus caderas de forma que uno de los penes saliera mientras el otro entraba. El gato y el ratón empezaron a mordisquearle los pezones, dándoles jaloncitos con los dientes; los pitos es sus manos se hincharon aún más y el de su boca empezaba ya a pulsar con los inevitables signos de la eyaculación.

Los hombres empezaron a llegar al orgasmo; cientos de millones de espermatozoides empezaron a correr a lo largo de los brazos de Chris provenientes de "Hannibal" y del "alien". Chris soltó el pito del comandante "Data" justo cuando hacía erupción, lanzando un grueso chorro de semen por su mejilla para empezar a gotear desde una oreja. El gladiador y "Napoleón" les siguieron sólo unos segundos más tarde. Sus penes se hincharon dentro de ella antes de explotar. Ella pudo sentir la intensidad de los chorros aún con los condones que tenían puestos, y ésto fue suficiente para que llegase ese orgasmo distante como una ola rugiente que rompió contra la costa. Chris empezó a chorrear hacia adelante, rociando jugos vaginales y leche a todas partes mientras trataba de jalar aire. Las mujeres que mamaban de sus pechos se echaron hacia atrás, abrumadas por la cantidad de líquido que manaba de sus pechos. El disfraz del gladiador estaba arruinado, completamente mojado; tintura roja mezclada con los jugos de Chris escurría por las piernas del pobre tipo.

La intensidad del orgasmo le habia quitado, a Chris, cada gramo de energia, por lo que colapsó hacia el frente en un estado semi incosciente. Empezó a sentir fuertes manos que la acomodaban sobre el suelo, otras le sobaban tiernamente la tibiea piel. Abrió los ojos y vio siete caras, cinco hombres y dos mujeres, sonriéndole. Todos miraron hacia ariiba en respuesta a los aplausos que repentínamente llegaron desde la puerta.

Chris volvió la cabeza para mirar a Jeremy y a Sherri, quienes estaban parados en la entrada aplaudiento por el espectáculo que habían presenciado. La erección de Jeremy había finalmente desaparecido. Su inerte pito ya no tenía ninguna pintura y brillaba húmedamente. Por otro lado, la mayoria del disfraz de Sherri se habia ido, solamente tenía puestas unas pantaletas negras y la porción de la cabeza. Sus grandes pechos, de diferente color que el resto de su piel y que se veían muy raros sin el resto del disfraz, se balanceaban de un lado a otro conforme aplaudía y sus pezones tenían gotas de leche en ellos. Era bastante obvio lo que habían estado haciendo.

Jeremy hizo un rápido gesto con la cabeza y, sin decir palabra, "Data", "Napoleón", "Hannibal", el alien, el gladiador, la gata y el ratón salieron de la habitación. Sherri rápidamente cruzó rumbo al blanquecino, cubierto de semen, sudoroso y recostado cuerpo de Chris, la ayudo a ponerse de pie aún temblando y le dio un abrazo.

"Se terminó la escuela querida. Mi niñita es ya toda una señorita"; Sherri se lo dijo abrazada a su cuello. Había orgullo en su voz. Chris, por su parte, estaba apenas empezando a recuperar sus sentidos. La enormidad de todo lo que había transpirado estaba empezando a pasarle factura. También había “ascendido” a otro nivel de consciencia sexual. Se concentró entonces en su zarandeado cuerpo, sintió el pulso en su panocha y ano, lo acalambrado en sus dedos, las marcas de dientes en sus pezones, el sabor del semen en su lengua, la fatiga en sus piernas, el resbalar de los fluidos sobre su piel. Todo ello se sentía delicioso, el sentir de la liberación total, de la entrega total al placer. Y eso le gustaba. Lo volvería a hacer, aunque tal vez no esta noche. Miró arriba, hacia su anfitrión quitándose los pelos falsos delante de sus ojos (¿¿cómo carambas había permanecido en su sitio *esa* peluca??), y le extendió la mano. La mirada en la cara de Jeremy era una mezcla de adoración y ciego deseo cuando llevó a ambas mujeres fuera de la habitación a través del corredor, en dirección a la recámara contra agua, dejando tras de sí grandes manchas sobre la alfombra. Su pito de sátiro empezaba a erguirse de nuevo.

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